El temerario Johnson
El Reino Unido ha perdido un tiempo vital para responder a la pandemia, y ha aprendido la dolorosa lecci¨®n de que, a todos los efectos, dej¨® hace tiempo de ser una isla
Boris Johnson cay¨® en la trampa creada por su propio discurso, la idea de una naci¨®n excepcional y diferente al resto, y se ha visto arrollado por la pandemia del coronavirus.
Parte de sus errores y recelos en la respuesta inicial respondieron al miedo al hundimiento irreparable de la econom¨ªa del Reino Unido o a la subestimaci¨®n del peligro al que se enfrentaba el pa¨ªs. El primer ministro brit¨¢nico opt¨® por un temerario e infundado optimismo voluntarista y por la asunci¨®n de riesgos planteada por unos c¨¢lculos cient¨ªficos, cuestionados de inmediato por los expertos, que ignoraba la regla b¨¢sica de cualquier dirigente pol¨ªtico: la seguridad colectiva exige mucha m¨¢s prudencia y realismo que la seguridad individual. No basta con ajustarse a la hip¨®tesis m¨¢s conveniente ante una amenaza imprevista. Es necesario responder al peor de los escenarios posibles.
La situaci¨®n es una tormenta perfecta en un pa¨ªs que ya arrastraba a?os de incertidumbre sobre su futuro. La llegada del virus ha coincidido con la del Brexit, y ha condicionado la capacidad de actuaci¨®n de un Gobierno convencido de que hab¨ªa ¡°recuperado el control¡± de sus decisiones, como aseguraba el manido eslogan de los euroesc¨¦pticos. Cuando solo se tiene un martillo, todos los problemas parecen clavos. La arraigada creencia entre muchos conservadores, Johnson el primero, de que la democracia liberal brit¨¢nica no podr¨ªa soportar restricciones de derechos fundamentales como las impuestas en otros pa¨ªses europeos ha pesado a la hora de decidir adoptar medidas dr¨¢sticas como el confinamiento de la poblaci¨®n.
Pero, sobre todo, el mayor error ha sido el desprecio a la pol¨ªtica y el ensalzamiento de los an¨¢lisis t¨¦cnicos, por muy descabellados que fueran, impulsado por el asesor estrella de Downing Street, Dominic Cummings. Hasta los asesores cient¨ªficos m¨¢s prestigiosos ¡ªy los profesores Chris Whitty y Patrick Vallance, al frente del equipo de respuesta del Gobierno, lo son¡ª corren el riesgo de ajustar sus conclusiones al agrado del o¨ªdo de Johnson. La teor¨ªa de la inmunidad de grupo, seg¨²n la cual era necesario permitir el contagio de un 60% de la poblaci¨®n para frenar el virus, fue un desastre de comunicaci¨®n del que las autoridades brit¨¢nicas se arrepintieron de inmediato. Igual que la b¨²squeda constante de la complicidad de la poblaci¨®n para que se adoptaran voluntariamente las recomendaciones oficiales. Los pubs y restaurantes repletos de gente el pasado fin de semana fueron la demostraci¨®n de que la estrategia no estaba funcionando.
El Reino Unido ha perdido un tiempo vital para responder a la pandemia, y ha aprendido la dolorosa lecci¨®n de que, a todos los efectos, dej¨® hace tiempo de ser una isla.
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