Lo que ha unido la pandemia...
La amenaza de un peligro real sumada al tiempo extra para pensar han dado alas a muchos para confesar sus sentimientos. El ¡°ahora o nunca¡± multiplica las parejas surgidas en confinamiento.
Te lo puedes creer? ?Tres meses esperando a que me diga algo y me acaba de escribir que si nos tomamos una cerveza ma?ana! ?A las ?puertas del **** apocalipsis! ?Qu¨¦ hago?¡±. Es 12 de marzo. Quedan dos d¨ªas para que la Comunidad de Madrid cierre todos los bares y el Gobierno declare el estado de alarma; y solo 24 horas para que Lorena ¡ªla amiga que me deja este mensaje de voz¡ª le abra su casa y cuatro ?mahous ¡ªrojas¡ª a Pedro, el profesor de pilates de su empresa. La profilaxis requerida en esta ocasi¨®n tiene tambi¨¦n base alcoh¨®lica. Cuando Lorena y Pedro se despiden no saben que no volver¨¢n a verse en mucho tiempo. En el plano f¨ªsico, el coronavirus ha dejado esta historia en standby, pero tambi¨¦n ha sido su detonante. Al rey lo que es del rey. Sin el Armaged¨®n brillando en el horizonte, ninguno se habr¨ªa expuesto a ser rechazado. Al menos a esas alturas de su pel¨ªcula, que discurr¨ªa entonces m¨¢s lenta que una cinta de Kiarostami.
Varios estudios cient¨ªficos y un historial de WhatsApp tan comedido como el discurso de Felipe VI demuestran que Lorena y Pedro necesitaban un empujoncito nivel plaga b¨ªblica para lanzarse. Pero no son los ¨²nicos, no. El fin del mundo tiene el mismo efecto que X (ponga aqu¨ª su cifra) whiskys: nos envalentona. Es el ¡°ahora o nunca¡±. El ¡°qu¨¦ narices¡±. La reacci¨®n frente a esa ¡°sensaci¨®n de irrealidad cuando por primera vez nos est¨¢ sucediendo algo real¡± de la que habla el fil¨®sofo Santiago Alba Rico. El irrebatible ¡°para lo que me queda en el convento¡±. Tonter¨ªas, las justas.
Ya sea por la v¨ªa heideggeriana o del refranero popular, hay mucha gente quit¨¢ndose la careta estos d¨ªas. Es el principal efecto secundario de la exposici¨®n prolongada a dos peligros inesperados. Uno, viral en un sentido que casi hab¨ªamos olvidado: la Covid-19. Y otro, con el que ya no cont¨¢bamos tampoco: tener tiempo para pensar. Pensar en lo que es importante y lo que no. En lo que queremos y lo que cre¨ªamos querer. En la soledad.
Esto, o termina en tortilla de lexatines, o en boda por poderes¡±. Alicia, afectada por un coronaex
Con las ideas claras y la banda ancha, el peligro somos nosotros. Al fin y al cabo, no hace falta echarle tanto valor. Estamos hablando de conquistar, pero no Granada, y las met¨¢foras b¨¦licas han demostrado ser un recurso trasnochado que no cotiza en esta crisis. Es el momento de la ¨¦pica ciudadana. Retos m¨¢s arduos nos esperan a la vuelta de la esquina. En realidad, lo peor que puede pasar aqu¨ª es recibir un No / unfollow / bloqueo sabiendo que al menos hasta dentro de un mes no existe la posibilidad de un cara a cara. Sin embargo, si todo sale bien, habr¨¢ espacio tambi¨¦n para la ilusi¨®n en este confinamiento.
¡°Esto, o termina en tortilla de lexatines, o en boda por poderes¡±. Alicia es una de las afectadas por coronaex: esos novios de los que se sabe poco o nada y que, de repente, entran en contacto como los extraterrestres para preocuparse por tu salud, la de sus exsuegros y por si has desinfectado el desinfectante. En el caso de Alicia, la conversaci¨®n comenz¨® con un inocente ¡°?est¨¢s bien?¡± y termin¨® cuatro horas despu¨¦s por videollamada. ¡°?No establecen los presos relaciones sentimentales a distancia?¡±. No hay m¨¢s preguntas, se?or¨ªa. Porque la ¨²nica importante para ella ¡ªcu¨¢ndo ser¨¢ posible un vis a vis¡ª no tiene a¨²n respuesta cierta al cierre de esta edici¨®n.
No queda otra que esperar. Y mientras los d¨ªas se confunden, hacemos cosas inapropiadas: tartas Mr. Wonderful, directos en Instagram para dos personas, limpiezas de armarios que nos devuelven un reflejo peor que el del espejo del ba?o a las cuatro de la madrugada. Ya lo dec¨ªa Nietzsche: ¡°Nuestro peor enemigo es el aburrimiento¡±. Tambi¨¦n mi abuela: ¡°Cuando el diablo no tiene nada que hacer, con algo se tiene que entretener¡±. Ah¨ª estamos, con el dedo a unos mil¨ªmetros del bot¨®n de enviar. Como Javi. ¡°Ten¨ªa todos los s¨ªntomas¡±, me explica. A saber: ¡°Cada vez que ve¨ªa el escribiendo en nuestro chat de Instagram me pon¨ªa nervioso, contento, gilipollas¡±. Y cuando colgaba una story ¡°era la primera persona que buscaba para comprobar si lo hab¨ªa visto¡±: positivo en el test m¨¢s eficaz para identificar d¨®nde est¨¢ depositado nuestro inter¨¦s (sea del tipo que sea). As¨ª que una noche, cabreado tras intentar hacer una compra online infructuosamente, le envi¨® un mensaje: ¡°Mira, estaba pensando una forma divertida y sutil de pedirte tu tel¨¦fono, pero no me sale. Me gustas¡±. Respuesta de nueve d¨ªgitos.
Este boom del outing en la cuarentena tiene que ver, seg¨²n un amigo ingeniero, con la necesidad de resolver alguna de las miles de incertidumbres que nos acechan. Mi madre opina que responde a un resorte primitivo y menos cerebral. Queremos lo que no podemos tener. Que tenga que venir una pandemia para atrevernos a decir ¡°me gustas¡± es para hac¨¦rnoslo mirar. Tal vez este s¨ªndrome de abstinencia nos ayude a no dar por sentado el contacto f¨ªsico y emocional. A no perder un tiempo precioso; el tiempo precioso, mejor dicho. Aprender por las malas no est¨¢ bien, pero es mejor que no aprender.
Si estas parejas nacidas en confinamiento soportan el paso de lo digital a lo anal¨®gico es otra historia, otro Carpe Diem. De momento, como cuenta Alicia, se dan las buenas noches al terminar todos estos d¨ªas tan raros y reales. Hay emoci¨®n, imaginaci¨®n y otras cosas que riman en consonante con las anteriores. La luz que ilumina la pantalla del m¨®vil es la luz al final del t¨²nel: una suerte de faro en nuestra cuarentena. Que no nos falte el 4G.
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