La guerra del papel higi¨¦nico y otras compras compulsivas
?Sobre qu¨¦ tipo de productos nos arrojaremos cuando llevemos m¨¢s tiempo encerrados? Misterios de la sociolog¨ªa...
Con la irrupci¨®n de nuevos problemas geopol¨ªticos y la disponibilidad de tiempo libre, me vi buscando ¡°papel higi¨¦nico¡± en Wikipedia. Un texto fascinante. Resulta que tambi¨¦n viene de China, como todo. De all¨ª ha llegado el virus, luego la ayuda m¨¦dica, y hace siglos tambi¨¦n inventaron el papel higi¨¦nico, mientras en Occidente se arreglaban con piedras, trapos, hojas de lechuga o, en la modernidad, con papel de peri¨®dico.
Por eso, un diario australiano public¨® el otro d¨ªa ocho p¨¢ginas en blanco, con l¨ªneas de puntos para recortarlas, y prestar un verdadero servicio p¨²blico a la poblaci¨®n. En Australia se han visto v¨ªdeos de bofetadas en supermercados por quedarse con el ¨²ltimo paquete de rollos. Y eso que, al cierre de este art¨ªculo, era uno de los pa¨ªses menos afectados. Pero es que all¨ª ya viven tiempos apocal¨ªpticos de antes, con una b¨ªblica ola de incendios.
La gente ya est¨¢ a la que salta, y salta primero sobre el papel higi¨¦nico. ?Por qu¨¦? Ha sido uno de los fen¨®menos m¨¢s comentados, se han le¨ªdo delirantes explicaciones de expertos de marketing y psicoanalistas, es una imagen maravillosa a la que sacar punta. Con citas de Lacan: ¡°Lo real es cuando luchas¡±. La idea que todos tenemos de ni?os de un mundo inh¨®spito, en el primer viaje solos, es la de uno donde no hay papel.
Lo gracioso de esta situaci¨®n es que nos han estado tratando como ratoncitos de laboratorio, incitando a nuestro cerebelo a la compra compulsiva, todo val¨ªa y nos ten¨ªan controlados. Jugaban fr¨ªamente con lo irracional, y de repente, lo de ahora no se lo saben explicar. Nos dejan sueltos y nos tiramos a lo m¨¢s primitivo. Tiene algo de esperanzador, todav¨ªa a veces no nos comportamos exactamente como se espera de nosotros.
Alguien entendido me explicaba que el consumidor espa?ol es uno de los m¨¢s previsibles de Europa. Saben qu¨¦ vamos a comprar cada d¨ªa, seg¨²n las horas y dependiendo del tiempo que haga. Pero esto les ha pillado desprevenidos. Enseguida se enderez¨® la situaci¨®n, pero al escribir esto siguen registr¨¢ndose rachas an¨®malas de escasez. Va por zonas. A veces faltan cosas como lej¨ªa, huevos, tomate frito. Durante una semana no hay, y luego vuelven a aparecer. Son imprevisibles estas oleadas de compra compulsiva. Me pregunto si saben ya sobre qu¨¦ nos arrojaremos en un mes, qu¨¦ misteriosos mecanismos se mover¨¢n en nuestras cocorotas cuando llevemos m¨¢s tiempo encerrados.
El consumo se est¨¢ alterando, hay una gran resaca, percibimos que quiz¨¢ ¨ªbamos pasad¨ªsimos de vueltas. Vemos cosas que hac¨ªamos que eran normales y ya nos parecen un poco patol¨®gicas, pero al mismo tiempo vivimos una nueva ansiedad donde se mezcla todo. Fundir la tarjeta de cr¨¦dito para compensar la inseguridad, aplacar la sensaci¨®n de p¨¦rdida de control llenando la despensa. Habr¨¢ un repunte abrumador de cestas de Navidad para dar salida a excedentes indigeribles de latas de mejillones. En la compra, un radar nos hace detectar la estanter¨ªa en la que solo queda una cosa, y te pones a correr hacia una pila de productos si ves que todos los dem¨¢s lo hacen. Como si las ediciones limitadas ya no fueran de objetos de lujo, sino de cosas normales. ¡°Lo quiero¡±, dec¨ªa con suficiencia el bot¨®n en la pantalla de venta de algunos art¨ªculos, invit¨¢ndote a apretarlo, porque yo lo valgo. Ahora s¨ª que nos vamos a enterar de lo que vale un peine, entre otras cosas porque las peluquer¨ªas est¨¢n cerradas.?
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