El pl¨¢stico que envenena el sur del mundo
La campa?a ant¨¢rtica espa?ola ha colaborado con un proyecto que estudia el volumen y origen de los micropl¨¢sticos presentes en la Ant¨¢rtida
Pocas situaciones me han resultado tan descorazonadoras como pasear por una playa a miles de kil¨®metros de cualquier gran enclave humano, no lejos del Polo Sur, y tropezarme con un envase de pl¨¢stico. Me ocurri¨® en febrero, en una playa del glaciar ant¨¢rtico Hurd, un lugar llamado Sally Rocks de isla Livingston. Entre decenas de elefantes marinos, alg¨²n lobo y muchos ping¨¹inos pap¨²a, tropec¨¦ primero con la tapa de un bote de caf¨¦, luego con una botellita de agua y, de remate, con una especie de engrudo pl¨¢stico tan deteriorado que parec¨ªa un mineral pero era basura humana.
Los pl¨¢sticos han llegado a la Ant¨¢rtida, los peque?os y los grandes. Es un?veneno del que se desconoce su impacto real, aunque est¨¢ en fase de estudio. Lo que no imaginaba antes de viajar 13.500 kil¨®metros hasta all¨ª es que fuera tan visible. ¡°Si vas al otro lado de la isla, a¨²n es peor. All¨ª deben arrastrarlos las corrientes y es impresionante ver la cantidad que hay¡±, me comentaba Joan Riba, de la Unidad de Tecnolog¨ªa Marina (UTM-CSIC) durante la visita a Sally Rocks, en la ¨²ltima campa?a ant¨¢rtica espa?ola. Finalmente, no tuve ocasi¨®n de ir a ese lugar, pero la imagen de los que encontr¨¦ son la prueba de que este pr¨ªstino continente, por lejos que est¨¦, tampoco escapa de los residuos m¨¢s visibles de nuestra civilizaci¨®n.
D¨ªas despu¨¦s, a bordo del Buque de Investigaci¨®n Oceanogr¨¢fica Hesp¨¦rides coincid¨ª con el cient¨ªfico uruguayo Juan Pablo Lozoya, miembro del proyecto del programa polar uruguayo AntarPLAST, con el que tambi¨¦n colaboran cient¨ªficos espa?oles. Le mostr¨¦ mi bot¨ªn. ¡°Seguramente proviene de barcos y lo ha llevado hasta all¨ª la corriente. Menos visibles pero muy impactantes son los micropl¨¢sticos que hay en el mar y no vemos; estamos tratando de ver de d¨®nde vienen y c¨®mo lo hacen. Sabemos que parte llegan con la circulaci¨®n oce¨¢nica, porque la corriente circumpolar ya no es una barrera, pero es importante hacer su trazabilidad. De hecho, estoy recogiendo muestras en cuantos sitios puedo¡±.
As¨ª, mientras otros cient¨ªficos bajaban del buque y hac¨ªan sus recogidas de muestras y dispositivos en tierra, Lozoya se quedaba embarcado en la z¨®diac y echaba por la borda su capturador flotante: una red capaz de recoger part¨ªculas pl¨¢sticas de 250 micr¨®metros, es decir, la cuarta parte de un mil¨ªmetro. En cada salida, hac¨ªa varios arrastres de 10 minutos, si el mar lo permit¨ªa. Al final de su campa?a en el Hesp¨¦rides, que dur¨® 15 d¨ªas, hab¨ªa estado en 11 sitios diferentes de las islas Shetland y de la costa de la Pen¨ªnsula Ant¨¢rtica y ten¨ªa bien guardadas en formol 31 muestras que ser¨¢n estudiadas en los laboratorios uruguayos cuando el coronavirus lo permita.
¡°El Tratado Ant¨¢rtico [me explicaba el investigador en uno de sus escasos ratos libres] es muy exigente con la gesti¨®n de residuos, pero realmente no sabemos cu¨¢nto de lo que encontramos viene de tierra y cu¨¢nto llega por el mar, como tampoco sabemos c¨®mo interaccionan estos micropl¨¢sticos con el ictopl¨¢ncton (larvas de pescado), que es alimento de mucha fauna ant¨¢rtica¡±. Se refer¨ªa al Protocolo Ambiental del Tratado que se firm¨® en Madrid y est¨¢ vigente desde 1998. Algunas investigaciones alertan de que al no incluirse los micropl¨¢sticos como contaminante hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, no hay un monitoreo oficial de los micropl¨¢sticos que emiten las propias estaciones cient¨ªficas en sus aguas residuales. Otros recuerdan que este impacto es escaso porque, en general, es una poblaci¨®n muy concienciada.
En el caso de las bases espa?olas, pude comprobar c¨®mo el reciclaje y gesti¨®n de basuras funciona: "Nosotros intentamos tener el menos impacto posible. Hasta las lavadoras tienen unos filtros para recoger las microfibras de la ropa con estos materiales, que es la que m¨¢s se utiliza¡±, me explicaba el jefe de la base Juan Carlos I, Jordi Felipe. Junto a las m¨¢quinas se ve¨ªa el mont¨®n creciente de fibras que gener¨¢bamos al lavarla, que se inclu¨ªa entre la basura pl¨¢stica a recoger y reciclar fuera del continente.
¡°En realidad barajamos tres posibles fuentes de micropl¨¢sticos en la Ant¨¢rtida: pueden venir de lugares lejanos transportados por las corrientes marinas, puede llegar transportados por las corrientes de aire (en el caso de los de menor tama?o) o pueden tener su origen en las actividades tur¨ªsticas que se desarrollan aqu¨ª¡±, explica Miguel Gonz¨¢lez Pleiter, investigador de la Universidad de Alcal¨¢, y miembro de un proyecto espa?ol sobre micropl¨¢sticos. Este a?o particip¨® en AntarPLAST uruguayo gracias a una beca de la Fundaci¨®n Carolina.
Mientras Juan Pablo Lozoya navegaba conmigo en el Hesp¨¦rides, el joven espa?ol recolectaba micropl¨¢sticos en las orillas de dos lagos cercanos a la base uruguaya Artigas, en la isla Rey Jorge. Es un estudioso de la plastisfera, es decir, la vida en torno al pl¨¢stico. Y es que Miguel investiga si las bacterias pueden viajar unidas a los micropl¨¢sticos a trav¨¦s del medioambiente, si bien su trabajo se centra en las que viven en agua dulce, en este caso polar. Pero no son unas bacterias cualquiera: su objetivo son las que tienen genes que las hacen resistentes a los antibi¨®ticos. ¡°Mi pregunta es si los micropl¨¢sticos son una nueva forma de transporte que tenemos que tener en cuenta para valorar la dispersi¨®n de estas bacterias por el planeta¡±, se?ala el cient¨ªfico. De momento, un grupo cient¨ªfico chileno ha encontrado, en los mismos lagos, los genes que ¨¦l estudia, pero a¨²n no sabe qu¨¦ papel pueden jugar los micropl¨¢sticos y tampoco si los invertebrados que los habitan se los pueden comer, algo que quiere averiguar con las muestras que se ha tra¨ªdo.
En realidad, AntarPLAST no es el primer proyecto en detectar micropl¨¢sticos en la Ant¨¢rtida. Aunque no hay a¨²n un muestreo consistente en todo el continente, ya se han encontrado en sedimentos intermareales en Georgia del Sur (2009), en sedimentos de aguas profundas en el mar de Weddell (2013) y en las aguas del oc¨¦ano Austral (2016). Este ¨²ltimo es un trabajo dirigido por el investigador Atsuhiko Isobe, quien me dijo, en una entrevista que mantuve con ¨¦l en Tokio el pasado a?o, que en la Ant¨¢rtida hab¨ªa hasta 10.000 piezas de menos de cinco mil¨ªmetros por kil¨®metro cuadrado, casi niveles consistentes con algunas ¨¢reas pobladas.
Tambi¨¦n se han encontrado micropl¨¢sticos en las heces de los ping¨¹inos ¡ªlo confirmo una investigaci¨®n portuguesa publicada en octubre pasado¡ª y en invertebrados bent¨®nicos recogidos en el Mar de Ross, seg¨²n un estudio publicado en febrero por un grupo de cient¨ªficos italianos en Environment International. Aun as¨ª, queda mucho por saber sobre su volumen real y su impacto.
Y algo est¨¢ claro: puede que parte provenga de bases cient¨ªficas menos escrupulosas que las espa?olas con sus residuos, puede que el espectacular aumento del turismo ant¨¢rtico est¨¦ favoreciendo que algunas playas no escapen a la insidiosa presencia de botellitas, envases o bolsas y puede que el intenso viento polar lleve la basura de un lado a otro. Pero desde 1950 hemos pasado de producir 1,7 millones a 348 millones de toneladas pl¨¢sticos al a?o, seg¨²n datos recientes, y de ello una ¨ªnfima parte se recicla mientras ingentes cantidades acaban en los mares.
Y ya han llegado hasta el fin del mundo.
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