Noticias de una antigua calamidad
Detectar a los que est¨¢n contagiados, y no lo saben, sigue siendo el gran desaf¨ªo para frenar una epidemia
A finales de 1664 se supo que dos hombres murieron de peste en Long Acre, una zona de Londres. Poco a poco la enfermedad se fue expandiendo y, durante los primeros meses de 1665, eran muchos los que ya hab¨ªan ca¨ªdo en sus garras. Fue entonces cuando la nobleza y las clases acomodadas empezaron a abandonar la ciudad en tropel. La corte tambi¨¦n se march¨®. Y, entre las clases m¨¢s humildes, florecieron de pronto toda ¡°una marruller¨ªa de charlatanes¡±. Se propagaron los cuentos m¨¢s variados, se habl¨® de se?ales en el cielo, las profec¨ªas y los conjuros astrol¨®gicos estaban a la orden del d¨ªa, pulularon hechiceros y nigromantes. Fueron muchos los que empezaron a atiborrarse de pastillas y p¨®cimas para sortear el mal, y hubo quienes vieron la oportunidad de hacer negocio. As¨ª que resultaba habitual encontrarse con reclamos de todo tipo. Uno rezaba ¡°Prescripciones exactas para gu¨ªa del cuerpo en caso de contagio¡±, otro promet¨ªa ¡°Infalibles p¨ªldoras preventivas contra la plaga¡±.
De todas estas minucias da cuenta Diario del a?o de la peste. Lo escribi¨® Daniel Defoe, que poco despu¨¦s ser¨ªa conocido por Robinson Crusoe, su c¨¦lebre n¨¢ufrago, y que era un tipo que lo mismo trabajaba de gacetillero que de comerciante o se enredaba en pr¨¢cticas de dudosa respetabilidad: esp¨ªa, estafador, sopl¨®n. En 1720 la peste bub¨®nica prendi¨® en el puerto de Marsella y termin¨® acabando con la mitad de su poblaci¨®n. Defoe consider¨® oportuno publicar algo que sirviera para prevenir a las gentes de su entorno ante lo que pod¨ªa venirse encima si el contagio saltaba de Francia a Inglaterra. Esta idea de hacerse cargo de los problemas, de adelantarse antes de que estallaran de golpe, de buscar soluciones sensatas y de armarse con argumentos y valerse de la raz¨®n y la experiencia, empezaba ya a imponerse a principios del siglo XVIII, el de los ilustrados. Defoe compart¨ªa esos afanes, as¨ª que puso manos a la obra. Su diario apareci¨® en 1722.
Se trataba, evidentemente, de un falso diario, en la peste de 1665 Defoe no era m¨¢s que un criajo de unos cinco a?os. En sus p¨¢ginas va mezclando un poco de todo: chismorreos, leyendas urbanas, noticias curiosas, un pu?ado de macabras historias que se alimentan de los horrores de aquella situaci¨®n excepcional. ¡°La gente, devorada por la peste o atormentada por sus p¨²stulas¡±, ca¨ªa con frecuencia en el delirio y la locura, cuenta, y se comet¨ªan barbaridades: ¡°Se arrojaban por las ventanas, se disparaban con armas de fuego¡± y hubo ¡°madres que en su frenes¨ª asesinaban a sus propios hijos¡±.
Junto al narrador, que abunda tambi¨¦n en dar cuenta de conductas irreprochables, aparece todav¨ªa el viejo moralista del Antiguo R¨¦gimen (la peste es un castigo de Dios), pero ya est¨¢ ah¨ª el hombre de ideas, que procura recoger las estad¨ªsticas de la peste, las disposiciones de las autoridades, la eficacia y oportunidad de sus medidas, lo que funcion¨® y lo que no fue bien. Ha pasado ya demasiado tiempo desde aquella lejana calamidad, pero es curioso que la mayor inquietud de Defoe y la m¨¢s importante de sus recomendaciones fuera la de se?alar que ¡°la peste fue propagada insensiblemente y por personas que no aparentaban estar enfermas, que ni siquiera sab¨ªan que ten¨ªan la peste ni sab¨ªan tampoco por qui¨¦n hab¨ªan sido contagiadas¡±. Igual que ahora con todos esos asintom¨¢ticos que no saben que llevan el coronavirus encima. Y van extendiendo el contagio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.