Un m¨ªnimo vital

Era cuesti¨®n de tiempo que la amenaza de recesi¨®n y los da?os causados por la crisis de la Covid-19 resucitaran la necesidad de aprobar una renta m¨ªnima. El ministro de Seguridad Social, Jos¨¦ Luis Escriv¨¢, ha anunciado que el Gobierno est¨¢ preparando un proyecto de ingreso m¨ªnimo vital del que se beneficiar¨¢n en torno a un mill¨®n de familias, que no duplicar¨¢ las ayudas auton¨®micas, y que incentivar¨¢ la b¨²squeda activa de empleo. A la espera de conocer los detalles de la renta que finalmente se apruebe, esta vez estamos ante la posibilidad real de que Espa?a cuente con un instrumento para combatir los efectos de esta crisis y mitigar la desigualdad estructural.

De una u otra forma, con mayor o menor alcance, varios pa¨ªses han optado por f¨®rmulas que, con distintas denominaciones, se parecen a una renta m¨ªnima o al menos a un embri¨®n de ella. Estados Unidos conceder¨¢ una ayuda de 1.200 d¨®lares, progresivamente m¨¢s reducida a medida que aumenta la renta, para compensar las ca¨ªdas de ingresos de los ciudadanos; Brasil anuncia pagos de 115 d¨®lares mensuales durante un trimestre para casi 60 millones de trabajadores. El Gobierno espa?ol va m¨¢s lejos al proponer un ingreso m¨ªnimo estructural. El argumento econ¨®mico fundamental a favor de una renta de este tipo es que la inyecci¨®n directa de dinero a los ciudadanos es un m¨¦todo m¨¢s eficaz que las ayudas indirectas o facilidades legales (cr¨¦ditos, moratorias) si de lo que se trata es de mantener niveles aceptables de vida en las familias, y con m¨¢s motivo en el caso de la recesi¨®n que llega.

Pero hay m¨¢s. Una crisis de oferta y demanda, con un elevado grado de incertidumbre sobre los ritmos de recuperaci¨®n posterior, se combate mejor aumentando la capacidad de gasto de los colectivos afectados por la crisis. Ser¨ªa un disparate afrontar la salida de la crisis de nuevo con la incre¨ªble receta pasada de la devaluaci¨®n salarial; a m¨¢s capacidad de consumo m¨¢s r¨¢pida ser¨¢ la salida de esta crisis. No es ocioso recordar que los sistemas cuyos ciudadanos tienen un nivel de renta sin altibajos son los que resisten mejor las convulsiones.

Una renta m¨ªnima exige una definici¨®n del per¨ªmetro de ciudadanos que pueden beneficiarse de ella, un c¨¢lculo preciso de los costes y, en consecuencia, de la capacidad del Estado para sufragarla. Con esos criterios habr¨¢ que medir la renta m¨ªnima que proponga el Gobierno. Pero la condici¨®n principal es de orden pol¨ªtico y social. No ser¨¢ posible financiarla de forma permanente sin abandonar la idea de que el sistema fiscal solo puede operar como una carrera continua a la baja. Un sistema globalizado, sujeto potencial de crisis cada vez m¨¢s graves o inesperadas (y la del coronavirus lo es en grado sumo), necesita una estabilidad b¨¢sica. Una pol¨ªtica fiscal distinta y moderna, cambios eficaces en la pol¨ªtica social y la introducci¨®n de mecanismos de estabilizaci¨®n m¨¢s sofisticados.

Conviene no equiparar la renta m¨ªnima con la Renta B¨¢sica Universal (RBU) o la Renta B¨¢sica de Ciudadan¨ªa (RBC). Estas son sistemas de seguridad social en los que todos los ciudadanos, por el mero hecho de serlo, reciben regulamente una suma de dinero, tanto si quieren trabajar como si no, si se es rico o pobre, sin depender de otras fuentes de renta y sin importar con qui¨¦n se convive. No son lo que se est¨¢ contemplando.