Abrir los bares
En estos centros se acababa la discrepancia pol¨ªtica a base de hostias de mentira y frases despectivas que se olvidaban una vez dicha al camarero la expresi¨®n m¨¢gica de ¡°pues pon de beber¡±
Una de las tareas m¨¢s dif¨ªciles para la ministra Ribera ser¨¢ la de abrir de nuevo los bares. La m¨¢s compleja, la de hacer de nuevo que la muerte deje de ser algo trivial, la dejar¨¢ el presidente S¨¢nchez para otra legislatura.
Los bares eran en Espa?a la instituci¨®n b¨¢sica de la democracia. En sus barras se acodaban por igual latifundistas y jornaleros, ingenieros y oficios sin escalaf¨®n, universitarios y alg¨²n analfabeto, de los que a¨²n no han sido sustituidos por inmigrantes, misses de verano de Navalcarnero y pollitas de Tres Torres, de Barcelona, que fing¨ªan las noches de los jueves que no iban desnudas por encima de tanto dise?o.
Hab¨ªa de todo en los bares espa?oles, y a todos los que iban, y puede que vuelvan, se les mejoraba la existencia con un ¡°o¨ªdo barra¡± que val¨ªa para todos y para ninguno, pero siempre anunciaba que de la cocina sal¨ªa otro nuevo manjar, o de los generosos e inagotables grifos, una cerveza helada o un verm¨² de Reus.
En los bares espa?oles se acababa la discrepancia pol¨ªtica a base de hostias de mentira y frases despectivas que se olvidaban una vez dicha al camarero la expresi¨®n m¨¢gica de ¡°pues pon de beber¡±. Despu¨¦s de comenzar la jornada con lo que, casi siempre con justificaci¨®n, se anunciaba con un ¡°cafelito¡± desastroso, los pol¨ªticos y los periodistas iban a sus quehaceres con menos ganas de matar. Bueno, menos los de Vox.
Todos esos variopintos clientes pisaban, a partir de mediod¨ªa, un mismo suelo mullido compuesto de c¨¢scaras de gamba todav¨ªa incorruptas, huesos de aceituna tiesos como brazos de Santa Teresa, y restos aglutinadores de patatas fritas.
Hay que reabrir con mucho cuidado los bares, se?ora ministra. Y obligar a que la clientela siga siendo de origen tan distinto, tan transversal. Los abertzales vascos sab¨ªan lo que hac¨ªan cuando fomentaban la repugnante creaci¨®n de las herriko tabernas, que ayudaron durante a?os a que se mantuviera la adoraci¨®n a los chicos del tiro en la nuca.
Seguramente hay que reabrirlos con alguna cl¨¢usula que garantice que el suelo que los presuntos clientes van a pisar ha pasado por un aroma filtrado de gambas y huesos, y que los virus asesinos se transmit¨ªan all¨ª, pero no m¨¢s que en misa. El virus de la intolerancia no crece en los bares. Se diluye.
Hay que abrir los bares cuanto antes.
La muerte dejar¨¢ de ser trivial m¨¢s tarde.
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