Guerra o paz
S¨¢nchez no puede convertir el estado de alarma en un estado de sitio. Resulta peligroso jugar a la creaci¨®n de un enemigo asociado con el virus
La ya lejana sesi¨®n parlamentaria del Jueves Santo pudo haber sido solo un tr¨¢mite parlamentario para prorrogar el estado de alarma. Pero el debate tuvo un alcance mucho mayor, hasta el punto de trazar las pautas y las posiciones en conflicto para el futuro inmediato.
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Todo se debi¨® al anuncio por S¨¢nchez de su intenci¨®n de abrirse a una estrategia de concertaci¨®n con las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas y sociales, al evocar aquellos Pactos de La Moncloa que hicieron viable la Transici¨®n. Tal oferta supon¨ªa incorporar a la din¨¢mica de elaboraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica a las fuerzas de oposici¨®n, PP y Ciudadanos, as¨ª como a las organizaciones sociales m¨¢s relevantes, sindicatos y patronales. Sin olvidar a los poderes auton¨®micos. Como consecuencia, la sesi¨®n del 9 de abril se convirti¨® en el escenario donde todos tuvieron que poner sus cartas sobre la mesa.
Tres d¨ªas despu¨¦s, en el Domingo de Resurrecci¨®n, toc¨® en cambio una sesi¨®n dura de propaganda de S¨¢nchez, aprovechando la reuni¨®n telem¨¢tica con los presidentes de autonom¨ªas, sobre cuyas exposiciones cr¨ªticas el presidente y sus medios rehusaron la debida informaci¨®n. Provisto de la Raz¨®n, con may¨²scula, derivada del dictamen cient¨ªfico de los expertos ¡ªcon Sim¨®n y Trilla a la cabeza, antes negacionistas¡ª, sin m¨¢s precisiones, lo m¨¢s que les admiti¨® fueron "pareceres", de mal recuerdo. A continuaci¨®n, la rueda de prensa sigui¨® siendo insustancial, ahora aplicando el criterio de la igualdad otomana, donde todos son iguales en tanto que esclavos bajo el Sult¨¢n: la masificaci¨®n de admitidos y la restricci¨®n de preguntas sirvi¨® para propiciar la exclusi¨®n f¨¢ctica de los medios m¨¢s representativos. Toda cuesti¨®n espinosa ¡ªde Canal Sur, de BBC¡ª qued¨® adem¨¢s sin respuesta.
Lo m¨¢s destacado en la disertaci¨®n del presidente fue, sin embargo, el tono marcial de sus palabras. Una y otra vez insisti¨® en que "estamos en guerra", "alcanzaremos la victoria", hace falta "un mando ¨²nico". Sorprendentes expresiones encajaban con la presentaci¨®n militarizada del comit¨¦ t¨¦cnico sobre la crisis. Nada parecido a lo que ofrecen Francia o Italia.
Qued¨® tambi¨¦n claro que si S¨¢nchez no cambiaba de discurso, unos verdaderos pactos nunca ser¨¢n realidad. Servir¨¢n solo de in¨²til se?uelo para proclamar sus intenciones patri¨®ticas y condenar al PP, algo que este partido propici¨® hasta hace poco con sus torpes declaraciones. Por fortuna, el PP ha acudido a la cita. Veremos qu¨¦ sucede. De entrada, S¨¢nchez habl¨® de "sumar", "en torno al Gobierno". Todos empujan, ¨¦l dirige (con Pablo Iglesias m¨¢s que a su lado).
Hoy el marketing es un instrumento necesario de la pol¨ªtica. Otra cosa es que el marketing determine la pol¨ªtica. Los discursos de S¨¢nchez, como los de Lastra en el primer debate, fueron muestra de c¨®mo el mensaje resulta sepultado por la forma. Otro tanto ha sucedido con la pol¨ªtica informativa, TVE al frente, tras los primeros d¨ªas tr¨¢gicos de abril. "A nosotros nadie nos aplaude", se quej¨® la viuda de una v¨ªctima. Y es que si las noticias segu¨ªan siendo malas, las televisiones las presentaban envueltas de un mar de buenas expectativas, ovaciones por cada curaci¨®n, y eso s¨ª, bien merecidas a esos sanitarios, heroicos al afrontar la oleada de virus sin las protecciones necesarias, a quienes beneficiar¨ªa m¨¢s un premio econ¨®mico que tanto aplauso. De estas terribles carencias en plena ofensiva del virus, nada, y es que el abastecimiento posterior no borra el episodio de los kamikazes de Ifema, contado por The New York Times. Los muertos, simples n¨²meros. No era tiempo de ataudes. S¨¢nchez no visit¨® ni Ifema ni la morgue del Palacio de Hielo. Su imagen es la firmeza en el tim¨®n, sin contacto personal con la tragedia.
Resulta dif¨ªcil saber si esta pol¨ªtica de exaltaci¨®n de su imagen, dise?ada veros¨ªmilmente por Iv¨¢n Redondo, no tendr¨¢ un coste. Adem¨¢s esa caracterizaci¨®n como l¨ªder supremo tropieza con la interferencia de su vicepresidente. Iglesias juega a un constante desbordamiento del Gobierno al que pertenece. Ha seguido introduciendo sus exigencias ¡ªdespidos, ingreso vital m¨ªnimo¡ª de modo que presenta sus "presiones", justas en los casos citados, como heraldo de una justicia social que le pertenece. Subraya ante los medios como se impone al Gobierno reticente. La ruptura de la concertaci¨®n social no le importa. Piensa que todo acuerdo transversal favorece a los poderosos, como en su tiempo los Pactos de La Moncloa, por lo cual dif¨ªcilmente sus ideas encajan con el acuerdo ahora anunciado.
El episodio del salario es ejemplar. Claro que su adopci¨®n es imprescindible, pero hay que saber calcular, cosa que Iglesias practica poco, fiel a la l¨ªnea de anticapitalismo primario que en su facultad impart¨ªa el profesor Moral Sant¨ªn. Para ¨¦l, la implementaci¨®n t¨¦cnica es un obst¨¢culo a arrollar, ministro socialista incluido, como antes sucediera con la libertad sexual para Irene Montero: resultado, otro ministro de S¨¢nchez en rid¨ªculo. ?C¨®mo lo autoriza el presidente, tal vez atrapado en la pinza entre la ofensiva permanente de Iglesias y los consejos de popularidad a toda costa de Redondo? El caso es tanto m¨¢s significativo, cuanto que se trata de una medida justa y necesaria, una vez fijados los recursos para la misma. Conviene recordar que Fidel en los sesenta acumul¨® las medidas justas para Cuba, tambi¨¦n sin c¨¢lculo previo, y llev¨® el pa¨ªs a la ruina. Por lo dem¨¢s, si opciones de capital importancia como esta son adoptadas por Pablo, con el simple aval de Pedro, ?de qu¨¦ va a ocuparse la comisi¨®n de concertaci¨®n ?
Esta es una cara del principal problema. La otra es el proceso de militarizaci¨®n que parece impulsar el presidente, con ese "mando ¨²nico" que entra en tensi¨®n abierta con el esp¨ªritu y la letra de la Constituci¨®n. S¨¢nchez no puede convertir el estado de alarma en un estado de sitio. Resulta peligroso jugar a la creaci¨®n de un enemigo asociado con el virus, y lo prueba la incre¨ªble sexta pregunta de la encuesta del CIS, que sienta las premisas para que toda informaci¨®n "enga?osa y poco fundamentada" que contradiga la oficial pueda ser objeto de denuncia por el Gobierno. Un peque?o problema: qu¨¦ hacemos con la lluvia de informaciones err¨®neas, insuficientes y a veces simplemente nulas del Gobierno desde fines de febrero sobre la evoluci¨®n de la pandemia. No creo que vaya a denunciarlas la Fiscal General del Estado. Y qu¨¦ decir de los informes de Sim¨®n de febrero-marzo en TVE, antes visibles en la red, hoy bien escondidos. ?Se acuerdan el Gobierno y Tezanos de lo que significaba el borrado de las cintas por Nixon? Algo adem¨¢s est¨²pido en este caso, porque bastaba con el reconocimiento expreso de errores en una cuesti¨®n tan compleja.
Iglesias se apunta de inmediato a la restricci¨®n de la libertad, que por un lapsus ¡ªMarlaska dixit¡ª revel¨® el general de la Guardia Civil: el Instituto se ocupa de "minimizar el clima contrario a la gesti¨®n de la crisis por parte del Gobierno". ?Tiene algo que ver esto con la tradici¨®n democr¨¢tica del PSOE? No. ?Con un Estado de derecho? Tampoco. Y el hombre fue aplaudido por sus colegas de Comisi¨®n. De verg¨¹enza ajena. Por fin, ?no puede S¨¢nchez dejar esta guerra y pasar a la paz de la imprescindible concertaci¨®n, menos lesiva que convertirse en valedor de Iglesias?
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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