Barikama, la cooperativa agr¨ªcola de migrantes explotados que ayuda a sus vecinos en Italia
Tras a?os de trabajo esclavo, recolectores de fruta subsaharianos han creado una cooperativa cerca de Roma que vende verduras y yogur. Han trabajado duro para llevar suministros a las familias en cuarentena por la pandemia
Ismail se inclina sobre las verduras en medio del campo y le grita a su compa?ero de trabajo: "Lor¨¨, ?no est¨¢s haciendo nada y ya te duele la espalda?" Mientras, separa h¨¢bilmente una cabeza de coliflor de sus largas hojas y la arroja a una caja que espera para recibirlo. Sus colegas Lorenzo y Cheikh se incorporan y trasladan las cajas llenas de productos tras la recolecci¨®n de la ma?ana.
El sol brilla hoy aqu¨ª en Italia, pero no hay tiempo para detenerse y disfrutarlo. Las lechugas y las espinacas recogidas de este y otros terrenos deben lavarse junto con las coles y las coliflores; las cajas para la entrega deben prepararse y cargarse en la camioneta. Esta es la tarea de Barikama, una cooperativa creada en 2011 por un grupo de j¨®venes africanos de distintas nacionalidades. Muchos de los fundadores participaron en la revuelta de Rosarno, un levantamiento en enero de 2010 en el que cientos de recolectores de fruta africanos que estaban siendo explotados en los huertos de c¨ªtricos de Italia protestaron en apoyo de un compa?ero que result¨® gravemente herido en un ataque racista. La rebeli¨®n rompi¨® el silencio que rodea las condiciones de los jornaleros migrantes en el campo italiano, muchas veces en los llamados corporalatos. Esta es una forma de contrataci¨®n y explotaci¨®n ilegal de trabajadores agr¨ªcolas, generalmente inmigrantes.
Diez a?os despu¨¦s, los miembros de la cooperativa de Barikama se encuentran en la primera l¨ªnea de la lucha mortal de Italia contra la covid-19. Todos los d¨ªas, mientras la gente de su comunidad est¨¢ encerrada en sus hogares, Ismail y sus colegas se mueven entre el campo y el almac¨¦n, empaquetando cajas de entrega de verduras y productos l¨¢cteos para ayudar a alimentar a un n¨²mero creciente de hogares de la zona. "La demanda ha sido m¨¢s alta que nunca porque la gente no puede salir, estamos trabajando dos veces m¨¢s duro", afirma Modibo, un maliense de 32 a?os que lleg¨® a Lampedusa en 2008 y es uno de los cofundadores de la cooperativa Barikama, con sede en Casale di Martignano, a 35 kil¨®metros de Roma. "Todos los d¨ªas, todo el d¨ªa es solo agricultura y entregas. Todos los d¨ªas recibimos nuevos pedidos y no dejaremos de trabajar porque la gente nos necesita. Sin embargo, aunque es muy dif¨ªcil sentirse ¨²til para las personas en este horrible momento, me hace muy feliz", a?ade.
Para Modibo y todos los miembros de la cooperativa, esta labor es tambi¨¦n una forma de redenci¨®n de la explotaci¨®n: barikama significa fuerza o resistencia en el dialecto maliense bambara. La cooperativa tiene su sede en Pigneto, un barrio hist¨®rico de la clase trabajadora de Roma. A las siete de la ma?ana el cielo comienza a aclararse. "Algo ha cambiado en nuestra vida", dice Modibo. "Si no eres rico, no puedes permitirte curarte y comprar medicamentos. Si una persona que amas se enferma, no puedes hacer nada y pierdes la cabeza".
Cada ma?ana, los j¨®venes miembros de la cooperativa se re¨²nen en la sede para cargar la camioneta y luego dividen sus tareas diarias entre trabajo de campo, entregas y llevar comida a los mercados locales. Uno de ellos es el de Trieste, en Via Chiana. Mientras que normalmente el recinto est¨¢ lleno de clientes, desde que se instauraron las restricciones de movimiento actuales solo se permiten 24 personas a la vez. Hoy es el turno de Tony de ocupar el puesto de Barikama. Tony lleg¨® a Italia hace cuatro a?os desde Nigeria y poco despu¨¦s comenz¨® a trabajar en los campos de tomate de Foggia junto a cientos de migrantes y refugiados. "En Foggia nos daban cuatro euros por cada caja de 350 kilos, era como una carrera", recuerda.
Seis a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n, Barikama cultiva seis hect¨¢reas de huertos y produce hasta 200 litros de yogur a la semana
Otro miembro de la cooperativa, Cheikh, de 34 a?os, era jugador de f¨²tbol en Senegal y estudi¨® biolog¨ªa en la universidad. Cuando lleg¨® a Italia en 2007, trabaj¨® en los campos para sobrevivir. "Mir¨¦ a mi alrededor la situaci¨®n e hice los c¨¢lculos", dice. "En Rosarno hab¨ªa entre 200 y 300 personas trabajando sin contratos durante m¨¢s de un mes. No es posible que nadie se haya dado cuenta. ?C¨®mo escaparon de pagar los impuestos sobre todo ese dinero que ganaban?".
La idea de la cooperativa surgi¨® de una amiga en un centro social al que acudieron despu¨¦s de las protestas de Rosarno en 2010. Todos ellos sab¨ªan c¨®mo cultivar. Ella sugiri¨® que se unieran y comenzaran a producir su propia comida. "Al principio hac¨ªamos nuestro propio yogur y logramos producir entre cinco y diez euros cada uno, lo que al menos nos permit¨ªa llamar por tel¨¦fono a casa", dice Cheikh.
En 2014 formaron la cooperativa y encontraron un lugar para establecerse, la Casale di Martignano, una granja en esta localidad. Alcanzaron acuerdos con los propietarios de otras granjas para comenzar la producci¨®n de l¨¢cteos, alquilar la maquinaria para comenzar a producir yogur y luego cultivar los campos no utilizados de la propiedad. Seis a?os despu¨¦s, Barikama cultiva seis hect¨¢reas de huertos y produce hasta 200 litros de yogur a la semana.
En uno de los campos, Cheikh verifica el peso de las cajas reci¨¦n empaquetadas antes de cargar la camioneta. Las finanzas de la cooperativa se administran con cuidado. Siempre se reserva algo y el resto de los beneficios se divide por igual. Seg¨²n este senegal¨¦s, el objetivo ahora es ganar m¨¢s autonom¨ªa, extender la distribuci¨®n y aumentar las ventas al por mayor para garantizar un salario estable para todos. "No es mucho, pero 2019 fue bien, ganamos una media de 500 euros por mes, y 700 euros en los ¨²ltimos meses del a?o", dice con una sonrisa. "En verano, durante un mes, renunciamos a los salarios, pero no perdimos dinero". Ahora sienten que est¨¢n realizando una tarea vital para mantener a sus clientes saludables en un momento de trauma y miedo extremos. "Es algo hermoso que ayudemos a alimentar a la comunidad en estos tiempos terribles", termina Cheikh mientras se da la vuelta para volver al trabajo.
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