Sobrevivir a los campos de fresas
Drissiya, ex jornalera marroqu¨ª, sufri¨® un ictus mientras trabajaba en Huelva. Cuando recibi¨® el alta hospitalaria, la retornaron a Marruecos. Ni la empresa, ni los servicios sanitarios que la atendieron han querido hablar sobre el caso
Drissiya acude a la entrevista pese a las importantes secuelas que arrastra del ictus isqu¨¦mico que sufri¨® en 2019. No puede andar sin ayuda y le cuesta mucho hablar, como si las palabras se le resistieran. Cuando las fuerzas no le alcanzan, su marido la coge de la mano y retoma la narraci¨®n de los hechos que los han llevado a contar su caso, uno de los m¨¢s graves ocurridos en los campos de fresa de Huelva. No es el ¨²nico: como ella, otras jornaleras marroqu¨ªes han explicado situaciones de abuso, maltrato, explotaci¨®n, irregularidades o negligencias por parte de los propietarios o de los capataces de las empresas empleadoras, todas dedicadas a la producci¨®n de frutos rojos.
En 2018, 10 mujeres presentaron una denuncia por impago, malas condiciones laborales, abusos y agresiones sexuales contra Do?ana 1998 S.L. En los juzgados, se instruye otro caso similar por unos hechos ocurridos el a?o pasado en otra empresa de Moguer, Huelva. Pero las noticias relacionadas con la vulneraci¨®n de los derechos de estas trabajadoras han aparecido en los medios de comunicaci¨®n desde principios de 2000.
Como Drissiya, muchas de estas mujeres, que fueron contratadas en origen, relatan la presi¨®n que reciben de sus superiores para incrementar su rendimiento y recoger cada d¨ªa m¨¢s fresas, frambuesas, ar¨¢ndanos o moras. ¡°Mientras trabaj¨¢bamos, nos gritaban e insultaban para que rindi¨¦ramos m¨¢s. Si pensaban que no hac¨ªas suficiente, te hac¨ªan parar y no volv¨ªas al campo hasta el d¨ªa siguiente¡±, asegura la exjornalera, de 39 a?os, durante la entrevista realizada en una sala cedida por una ONG, en la zona norte de Marruecos. En estos casos, las temporeras perd¨ªan el sueldo de un d¨ªa, un castigo que ninguna puede permitirse. ¡°Trabajar en aquella finca es muy peligroso, te aprietan mucho¡±, asegura Hamid, el nombre que utilizaremos para referirnos a un excompa?ero de trabajo de Drissiya que ha accedido a hablar con la condici¨®n de preservar su identidad. ¡°Aqu¨ª, si se enteran de que has contado algo, te quedas sin trabajo¡±, argumenta.
Mientras trabaj¨¢bamos, nos gritaban e insultaban para que rindi¨¦ramos m¨¢s
Idrissiya
Hay que entender, explica Jos¨¦ Antonio Brazo Regalado, representante del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en Huelva, que ¡°estas mujeres marroqu¨ªes vienen porque son pobres y en los tres o cuatro meses que suelen estar en Huelva, ahorran para tirar todo el a?o, para alimentar a sus hijos, a su familia¡±. Para un espa?ol, la situaci¨®n es radicalmente opuesta porque el convenio colectivo del sector del campo de Huelva, explica Brazo Regalado, es el que est¨¢ peor pagado del Estado. Cada vez hay menos personas "de aqu¨ª" trabajando en los campos, precisa el sindicalista, pero los frutos rojos siguen siendo el motor agr¨ªcola de la zona y por eso contratan a mujeres en Marruecos, ¡°ellas lo aguantan casi todo¡±. La mayor¨ªa son analfabetas, proceden de entornos rurales, y para conseguir este empleo temporal por la v¨ªa de la contrataci¨®n en origen, auspiciada por el Gobierno espa?ol, tienen que tener hijos menores a su cargo, algo que no est¨¢ escrito en ning¨²n documento oficial.
¡°Quieren asegurarse de que vuelven, pero usan criterios de selecci¨®n absolutamente discriminatorios¡±, explica Bel¨¦n Luj¨¢n, abogada de las temporeras que denunciaron a la empresa Do?ana 1998. La Agencia Nacional de Promoci¨®n del Empleo y la competencia de Marruecos (ANAPEC) es el organismo que se encarga de esta selecci¨®n.
Drissiya faenaba como temporera en Huelva desde 2009, pero la ma?ana del 7 de abril de 2019, en plena temporada de recolecci¨®n, no pudo levantarse de la cama. El cuerpo no le respond¨ªa y era incapaz de pronunciar una sola palabra. El d¨ªa antes, justo despu¨¦s de acabar la jornada laboral, volvi¨® a la caseta de obra que SAT Algaida Productores, la empresa para la que trabajaba desde hac¨ªa cuatro temporadas, hab¨ªa habilitado para ella y otras cinco compa?eras (y que estaba a unos 150 metros del campo de cultivo). Se duch¨®, cen¨® y se fue a dormir. ¡°Antes de acostarme, no sent¨ªa ning¨²n dolor, nada fuera de lo corriente¡±, asegura.
Pese a la gravedad de su estado, esa fat¨ªdica ma?ana, ning¨²n responsable de la empresa la llev¨® al m¨¦dico. ¡°Le dijeron a la manijera [capataz] ¡®esta mujer no puede levantarse, est¨¢ enferma¡¯ y ella respondi¨® que no pasaba nada, que era por la fatiga y porque no com¨ªa¡±, explica Hamid. M¨¢s tarde, a?ade, ¡°vino la encargada mayor y le dijo a Drissiya ¡®o te damos un yogurt y te levantas o te llevamos al hospital¡¯. Pero ella no contestaba, no pod¨ªa hablar, solo mov¨ªa la mano izquierda y la cabeza¡±.
Le dijeron a la manijera ¡®esta mujer no puede levantarse, est¨¢ enferma¡¯ y ella respondi¨® que no pasaba nada
Hamid asegura que no fue hasta horas m¨¢s tarde cuando la llevaron al centro de salud Almonte, donde, de acuerdo con Drissiya, solo le dieron ¡°pastillas para dormir¡± y la devolvieron a la finca. Su versi¨®n concuerda con el testimonio de algunos de sus compa?eros que, dos d¨ªas despu¨¦s, tras volver a consultar su estado en el mismo centro m¨¦dico, la acompa?aron al hospital Infanta Elena de Huelva, junto con el conductor que manejaba uno de los veh¨ªculos de la empresa. Esta informaci¨®n aparece, de hecho, en el alta m¨¦dica del hospital, que tuvo lugar 13 d¨ªas despu¨¦s de su ingreso. Ni Algaida Productores, tras diversas llamadas y correos electr¨®nicos, ni fuentes oficiales del Centro M¨¦dico Almonte, ni el m¨¦dico que la atendi¨® en el hospital han accedido a hablar con los autores de este reportaje sobre los hechos.
Anna Aymam¨ª, especialista en atenci¨®n primaria y neur¨®loga, considera que el caso podr¨ªa ser constitutivo de una grave negligencia m¨¦dica. ¡°Si esta mujer llega a ser atendida en las primeras horas tras la aparici¨®n de los s¨ªntomas, le podr¨ªan haber hecho una fibrin¨®lisis y las secuelas, al menos en parte, podr¨ªan haber remitido¡±, afirma. De hecho, detalla, para eso est¨¢ el C¨®digo Ictus, ¡°un procedimiento de actuaci¨®n que los servicios sanitarios y los centros de primaria deben conocer y que establece que, en estas situaciones, se tiene que trasladar al paciente al hospital de referencia para valorar si se puede aplicar o no este tratamiento¡±. Con todo, asegura la especialista, para establecer responsabilidades hay que saber qu¨¦ pas¨® exactamente en ese centro m¨¦dico, qu¨¦ diagn¨®stico le hicieron y conocer con certeza que no hubo derivaci¨®n alguna.
Si los empleadores no le hicieron un reconocimiento m¨¦dico a Drissiya, estamos ante una acci¨®n punible legalmente
Si esta mujer llega a ser atendida en las primeras horas, las secuelas podr¨ªan haber remitido
Ana Aymam¨ª, neur¨®loga
Abilio Caetano Luna, uno de los m¨¦dicos de urgencias del centro de salud Almonte, asegura: ¡°un ictus es una prioridad 1 y que se tiene que llevar a la persona al hospital. Si hay que hacer fibrin¨®lisis, se tiene que hacer en el hospital, nosotros no tenemos autorizaci¨®n para aplicar este tratamiento¡±. Sobre Drissiya, el facultativo dice no conocer el caso.
El ictus que sufri¨® la entrevistada est¨¢ relacionado con una valvulopat¨ªa que la jornalera padec¨ªa y por la que se medicaba, seg¨²n afirma Aymam¨ª tras haber estudiado la documentaci¨®n m¨¦dica de Drissiya. Ya en 2017, cuando trabaj¨® como temporera para la misma empresa, fue atendida por un desvanecimiento en la finca y refiri¨® una patolog¨ªa card¨ªaca. Con todo, su funci¨®n en el coraz¨®n segu¨ªa siendo buena. Tanto esta doctora como otras fuentes m¨¦dicas consultadas aseguran que la valvulopat¨ªa podr¨ªa ser el producto de una fiebre reum¨¢tica que la entrevistada habr¨ªa sufrido durante la infancia o la adolescencia.
Los dos episodios, el de 2017 y 2019 podr¨ªan estar relacionados, asegura Jos¨¦ Luis Rojas, m¨¦dico especialista en medicina del trabajo y con una experiencia de ocho a?os en el sector de los frutos rojos. ¡°La cuesti¨®n clave es si la empresa le realiz¨® el correspondiente reconocimiento m¨¦dico laboral antes de iniciar el trabajo. Si no lo hizo, creo que estamos ante una actuaci¨®n incorrecta y punible legalmente. Porque esta trabajadora [de la que se conoc¨ªa, como m¨ªnimo una dolencia card¨ªaca] no es apta para realizar tareas de carga y esfuerzos f¨ªsicos¡±, a?ade Rojas.
La cadena de supuestas negligencias e intervenciones inadecuadas y parciales que han conducido a la dram¨¢tica situaci¨®n de esta jornalera no termina aqu¨ª. Tras los 13 d¨ªas de ingreso hospitalario, ni los consultores del PRELSI, Plan de Responsabilidad ?tica, Laboral y Social de la Interprofesional de la Fresa y los Frutos Rojos de Andaluc¨ªa (Interfresa), ni las mediadoras de Mujeres en Zona de Conflicto (MZC), que tambi¨¦n realizaban tareas de intermediaci¨®n entre la empresa y las jornaleras, la informaron sobre sus derechos.
As¨ª lo aseguraron ella y su marido cuando se les pregunta si alguien les habl¨® de la posibilidad de alargar la baja, optar a una incapacidad permanente o de interponer una demanda a la empresa por responsabilidad civil. Tanto el PRELSI, que recibi¨® una subvenci¨®n de 70.000 euros por parte de la Direcci¨®n General de Coordinaci¨®n de Pol¨ªticas Migratorias de la Junta de Andaluc¨ªa, como las mediadoras de MZC, contratadas por esta misma direcci¨®n general, se pusieron en marcha tras los esc¨¢ndalos del caso Do?ana.
Debido a la condici¨®n de la ex jornalera, el matrimonio no puede pagar la escolarizaci¨®n de sus hijos
Mar Ahumada, responsable de la citada direcci¨®n general, asegura que la formaci¨®n de los derechos laborales va a cargo de los consultores, que informan a las jornaleras sobre esta cuesti¨®n en los autobuses que ponen las empresas para recogerlas en Algeciras y llevarlas hasta las fincas. Ni Drissiya, ni ninguna de las otras mujeres entrevistadas para este reportaje recuerdan haber recibido informaci¨®n al respecto. Ahumada considera que, aunque los consultores del PRELSI son parte interesada, su trabajo supone un avance sustancial.
Con todo, dichos consultores intermediaron en el caso de Drissiya, seg¨²n el trabajador social del Hospital Infanta Elena de Huelva, sin que eso sirviera para remediar la falta de informaci¨®n sobre las opciones que ella y su marido ten¨ªan ante la delicada situaci¨®n familiar que tuvieron que asumir. Debido a la condici¨®n de Drissiya, el matrimonio no puede pagar la escolarizaci¨®n de sus hijos menores. ¡°Los vestidos, los libros, todo vale dinero, y Drissiya ya no puede trabajar¡±, lamenta ¨¦l.
Drissiya y su marido aseguran que nadie les habl¨® de sus derechos
Por su parte, Ana Mart¨ªn, coordinadora del ¨¢rea de trata de MZC en Espa?a, afirma que su intervenci¨®n con Drissiya se desarroll¨® en el ¨¢mbito del acompa?amiento y la traducci¨®n sociosanitaria. ¡°La acompa?amos en el hospital todo el tiempo que estuvo ingresada, se la visitaba diariamente y, una vez que le dieron el alta, el empresario ofreci¨® la furgoneta con un trabajador para que se la trasladara a Tarifa. Nosotros la acompa?amos en todo el trayecto, tambi¨¦n en el ferri, hasta T¨¢nger¡±, explica. All¨ª, un compa?ero de MZC Marruecos, a?ade, llev¨® a Drissiya y a su marido hasta su casa.
Tras el alta hospitalaria, el retorno a Marruecos fue su ¨²nica opci¨®n. Aziz, un hombre que va a buscar a las mujeres temporeras cuando llegan a Algeciras de camino a Huelva, explica el marido, llam¨® y pregunt¨® qu¨¦ quer¨ªan hacer. "Yo le dije si hab¨ªa alguien que pudiera hacerse cargo de ella en Huelva y me respondi¨® que no. Entonces, le contest¨¦ que la retornaran a Marruecos".
No se ha podido determinar si esta persona, de origen marroqu¨ª, trabajaba para el PRELSI, para Interfresa con otras atribuciones o para una empresa en concreto. Fue tambi¨¦n el mismo Aziz, quien llev¨® el peso de la intermediaci¨®n con el marido desde el ingreso hospitalario de Drissiya, el que lo llam¨® d¨ªas m¨¢s tarde para pedirle que hiciera un v¨ªdeo diciendo que la empresa hab¨ªa cuidado muy bien a su mujer. ?l se neg¨® y ning¨²n representante de la empresa volvi¨® a contactarlos.
La solidaridad con la exjornalera tampoco corri¨® a cargo de Algaida Productores. ¡°La empresa nos pidi¨®, a sus compa?eros de trabajo, que pusi¨¦ramos dinero para mand¨¢rselo a Marruecos¡±, relata Hamid. Recibimos unos 1.000 euros de los trabajadores, confirma el marido de Drissiya. A finales del a?o pasado, nos llam¨® la ANAPEC, el organismo marroqu¨ª que se encarga de seleccionar cada a?o a las temporeras, para ofrecer a Drissiya unos meses de trabajo en Huelva. ¡°Ni siquiera sab¨ªan lo que hab¨ªa pasado¡±.
La empresa nos pidi¨®, a sus compa?eros de trabajo, que pusi¨¦ramos dinero para mand¨¢rselo a Marruecos
Hamid
Durante una entrevista, Ahumada, quien reconoci¨® que MZC le inform¨® sobre el caso de Drissiya, consider¨® que los hechos merecer¨ªan ser investigados. Preguntada posteriormente por si su direcci¨®n general u otra consejer¨ªa se encargar¨ªan de esclarecer los hechos, no respondi¨®.
La subdelegaci¨®n del Gobierno, corresponsable junto con las autoridades marroqu¨ªes de la gesti¨®n de la contrataci¨®n en origen que autoriza la entrada de unas 19.000 jornaleras al a?o, no acept¨® reunirse con los autores de este art¨ªculo. Tampoco accedieron Interfresa ni Freshuelva, otra agrupaci¨®n profesional del sector que solo opera en la provincia de Huelva.
Esta publicaci¨®n ha sido posible gracias a la contribuci¨®n financiera de la Uni¨®n Europea. El contenido de este documento es responsabilidad exclusiva de Fundaci¨® Surt y no refleja necesariamente la posici¨®n de la Uni¨®n Europea. David Meseguer ha participado en la elaboraci¨®n de este art¨ªculo.
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