Siestas, sado y tintes desde una tetera: seis peluqueros nos cuentan lo m¨¢s sorprendente que les ha ocurrido trabajando
Han sido las protagonistas de la semana: la vuelta de las peluquer¨ªas ha acabado con las melenas leoninas y las ra¨ªces blancas del confinamiento y vuelve a dejar grandes historias. Recopilamos algunas de boca de sus protagonistas
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Por mucho que su formato cambie, el momento de ir a la peluquer¨ªa sigue vi¨¦ndose hoy por clientes de todo tipo como una oportunidad (o una licencia) para comportarse igual que si estuvieran rodeados de amigos y familiares. Pero no son los ¨²nicos. Ahora que peluqueros, barberos y especialistas en est¨¦tica han vuelto a reabrir sus locales, varios reconocen que ellos mismos tambi¨¦n han contribuido a hacer de su oficio un espacio abierto a las m¨¢s dispares formas de expresi¨®n personal.
¡°A los peluqueros todo el mundo nos miente, lo que pasa es que somos videntes¡±, Mari Cruz Iturbe (H¨¢ptica Peluquer¨ªa, Madrid).
Esta vasca se jacta por tel¨¦fono de los poderes adivinatorios que atesoran los miembros de su gremio. ¡°Aunque a veces nos la cuelan¡±, concede. A ella se los puso a prueba una conocida a la que siempre hab¨ªa visto te?ida de rubio. ¡°La ¨²nica vez que se pas¨® por aqu¨ª, porque no era clienta habitual m¨ªa, me vino diciendo que quer¨ªa un decolorado. La verdad es que es una t¨¦cnica un poco agresiva para el pelo, un qu¨ªmico muy fuerte¡±, avanza. ¡°Total, que cuando ya hab¨ªamos acabado y le estaba lavando la cabeza, me pidi¨® entrar al ba?o. Al cabo de diez minutos, y viendo que no sal¨ªa, le pregunt¨¦ si se encontraba bien. Me dijo que llamara a una ambulancia, que el producto le hab¨ªa dado alergia. Lo fuerte es que, por lo visto, ella ya sab¨ªa c¨®mo iba a reaccionar su cuerpo: la chavala hab¨ªa estado yendo cada mes a una peluquer¨ªa distinta para que le dejaran decolorarse el pelo, y en todas acab¨® en el hospital¡±. ?La ha vuelto a ver? ¡°S¨ª, hace poco, y segu¨ªa tan rubia como siempre¡±.
No es la ¨²nica situaci¨®n hilarante a la que Mari Cruz se ha enfrentado en su local del barrio de Chueca. ¡°Entr¨® un se?or pregunt¨¢ndonos si pod¨ªa ser nuestro sumiso. Le dije que pegarle no quer¨ªa, pero que tampoco ten¨ªa problema con tirarle del pelo un poquito m¨¢s de lo normal. El hombre se fue encantado¡±.
En otra ocasi¨®n, la cofundadora de H¨¢ptica tuvo que tomarse la justicia por su mano. ¡°A una clienta le pusimos unas extensiones de 500 euros, y al terminar nos dijo que no llevaba suficiente en met¨¢lico. Por aquel entonces las tarjetas de cr¨¦dito todav¨ªa no eran muy populares. Yo me fie: hab¨ªamos tardado un mont¨®n en hacerle las extensiones y le hab¨ªa cogido confianza, as¨ª que la dej¨¦ ir a sacar dinero al cajero. Obviamente, nunca volvi¨®¡±. ?Sali¨® a buscarla? ¡°Eso pas¨® un martes. El s¨¢bado mi compa?ero y yo nos la encontramos en un bar. ¡®T¨² de aqu¨ª no sales hasta que nos pagues las extensiones¡¯, le soltamos. No s¨¦ c¨®mo se las arregl¨®, porque a las tres horas nos vino con el dinero en mano. Parec¨ªa asustada, y eso que nosotros somos unos flojos¡±.
¡°Hay momentos en los que te preguntas qu¨¦ haces en un sitio as¨ª¡±, Alexis Continente (Conti Hair Salon, Barcelona).
Alexis se introdujo en la industria de Hollywood al poco de haber cumplido los treinta. Hoy compagina sus tareas en el mundo del cine con la direcci¨®n de este sal¨®n de alta peluquer¨ªa en el Eixample de Barcelona. ¡°Te ves en todo tipo de situaciones. Como el d¨ªa que le puse las mechas a Chris [Hemsworth] en su casa para la segunda parte de Thor. ?l estaba en el sof¨¢ viendo Breaking Bad y no paraba de moverse, le costaba estarse quieto. Despu¨¦s le puse el tinte a Elsa [Pataky]. Mi hermana me ayudaba con la mezcla¡±.
El catal¨¢n menciona otra an¨¦cdota de la misma pel¨ªcula. ¡°Acab¨¢bamos de mudarnos con todos los camiones tr¨¢iler a una monta?a en Islandia perdida de la mano de Dios. Y Natalie Portman, que yo no la tocaba directamente porque ella ven¨ªa con su peluquero personal, se ten¨ªa que ir en jet privado a una cena ben¨¦fica en Los ?ngeles. Necesitaba a alguien de confianza que le hiciera el color y me lo propusieron a m¨ª¡±, explica. ¡°Hasta que le puse el tinte, todo correcto. El problema vino cuando abr¨ª el grifo: no hab¨ªa forma de que el agua saliese caliente. Lo que se me ocurri¨® fue lavarle el pelo con una tetera¡±. ?Se lo tom¨® bien? ¡°Al principio se qued¨® mir¨¢ndome con cara extra?a, pero luego acab¨® asumi¨¦ndolo. A los dos d¨ªas de la cena llam¨® al jefe de peluquer¨ªa y le dijo: 'Cuando vuelva a Islandia que me haga el color otra vez. Mientras tanto, ?podr¨ªas enviarme la f¨®rmula que me puso el espa?ol? Aqu¨ª en Los ?ngeles no son capaces de hacerla¡¯. Yo sigo diciendo que fue por la tetera¡±.
¡°Pase lo que pase, lo importante es salir airoso¡±, Luciano Ca?ete (Corta Cabeza, Madrid).
Antes de aterrizar en Madrid, donde hoy regenta hasta seis locales, Ca?ete ya hab¨ªa hecho sus pinitos por Castilla y Le¨®n. La historia que comparte se remonta al poco de haber obtenido el t¨ªtulo de peluquero. ¡°Llevar¨ªa trabajando como mucho un mes¡±, recuerda. ¡°A la peluquer¨ªa ven¨ªa un cliente que nos ped¨ªa el pelo cort¨ªsimo pero siempre con tijera, y un d¨ªa le anim¨¦ a que se hiciera la nuca con maquinilla. ?l acept¨®. ¡®Eso s¨ª, c¨®rtamelo con la medida m¨¢s larga¡¯, me dijo. El problema es que a m¨ª se me olvid¨® ponerle el recalzo a la m¨¢quina y acab¨¦ afeit¨¢ndole todo el cogote¡±. ?Mont¨® un esc¨¢ndalo? ¡°Cuando mi jefa vio el panorama, y como ella era muy simp¨¢tica y resolutiva, le coment¨® que ese d¨ªa le ¨ªbamos a regalar el corte, y que no se preocupara que ella le iba a pintar los pelos de la nuca, uno a uno, con l¨¢piz de ojos. Esto es real. No me quiero ni imaginar la cara que puso la pareja del chico cuando lo vio entrar en casa con las pintas que llevaba¡±.
¡°?Por qu¨¦ a m¨ª?¡±, Alberto Hern¨¢ndez (Malditos Bastardos Barber¨ªa, Madrid).
Pas¨® de raparle el pelo a los militares de la base de Colmenar Viejo, habituales en la peluquer¨ªa de Tres Cantos en la que Hern¨¢ndez trabajaba, a recortar barbas XL en los cuatro establecimientos que ahora dirige en el centro de la capital, y que ¨¦l mismo fund¨®. ¡°Recuerdo ya estando en Malditos Bastardos que me vino uno de los soldados. Me alegr¨¦ de verle, no sab¨ªa nada de ¨¦l desde hac¨ªa casi dos a?os¡±, recuerda. ¡°Para caber por la puerta ten¨ªa que agacharse al entrar. Era muy fuertote, muy guapete, y empez¨® a venir cada quince d¨ªas. A la cuarta vez me visit¨® con una se?ora mayor que se sent¨® a esperarle mientras yo le cortaba el pelo al uno. Le pregunt¨¦ si hab¨ªa venido con su madre¡±. Y se equivoc¨®, claro. ¡°S¨ª, era su chica. El t¨ªo no se rio ni tampoco me hizo un mal gesto porque era muy correcto, pero a m¨ª se me cay¨® el mundo encima, solo quer¨ªa terminar el corte para que se largase lo antes posible. Y, de hecho, ya no ha vuelto a aparecer por aqu¨ª. Era un buen cliente¡±.
¡°Somos seres humanos, todos tenemos nuestras necesidades¡±, Naom¨ª Gayoso (aut¨®noma, Madrid).
¡°Me citaron para maquillar y peinar a Naomi Campbell en su habitaci¨®n del hotel Villa Magna¡±. Lo cuenta por videollamada esta especialista en grooming, colaboradora en Cosmopolitan y Telva. ¡°Despu¨¦s de pasar por varios controles de seguridad, porque aquello parec¨ªa que estuviese en medio de una aduana, me abri¨® la puerta ella misma. Se present¨® d¨¢ndome la mano con un: ¡®Hola, ?qu¨¦ tal? Soy Naomi¡¯. Al decirle mi nombre me hizo un gesto de desagrado. Hasta se puso a mirar alrededor a ver si hab¨ªa alguna c¨¢mara de seguridad por los pasillos. ¡®Te acabo de decir que yo soy Naomi¡¯, insisti¨®. Lo que ella no comprend¨ªa es que yo tambi¨¦n me llamaba as¨ª, se pensaba que hab¨ªa ido a vacilarla con mi pelo te?ido de rojo. Pens¨¦: ¡®Ya est¨¢, aqu¨ª termina mi carrera, ma?ana me despiden fijo¡¯. Pero al final las dos nos entendimos... a la tercera¡±.
Naom¨ª, la espa?ola (y con acento en la i), vivi¨® otra an¨¦cdota en el mismo hotel. ¡°Era la promoci¨®n de una pel¨ªcula y hab¨ªan ocupado una planta entera. Yo ten¨ªa que estar en la sala de descanso de los actores por si alguno quer¨ªa hacerse un retoque a lo largo del d¨ªa. Al poco rato entr¨® uno de ellos,? estadounidense y muy conocido [se omite el nombre por derecho al honor], y se meti¨® directamente en el ba?o. No s¨¦ por qu¨¦ se hizo un silencio absoluto en todo el hotel, como si de repente el mundo se hubiera callado para darme a m¨ª el privilegio de escuchar a este hombre hacer pis, entre muchas otras cosas, y con un ruido de locos¡±. ?Escap¨®? ¡°Entre que decid¨ªa si me iba pitando de all¨ª o no, y que iba correteando de un sitio a otro de la sala pidi¨¦ndole consejo por WhatsApp a mis amigos, a ¨¦l le dio tiempo a terminar. Sali¨® del aseo, nos miramos y yo hice el gesto de cerrarme la cremallera en los labios. Nada m¨¢s¡±.
¡°Como me dijo mi maestro, los peluqueros, los m¨¦dicos y las prostitutas somos los ¨²nicos que tocamos al cliente¡±, Roger Sol¨¦ (aut¨®nomo, Barcelona).
De madre peluquera, se march¨® de Juneda, un pueblo de Lleida, para continuar en Barcelona con el legado familiar (presente desde 1853) en el negociado de la barber¨ªa. Lo hizo de la mano de Pascual Iranzo, que en su d¨ªa le dise?¨® al rey em¨¦rito el corte con ricitos a la altura de la nuca que todav¨ªa hoy luce. Historias con gente de bien no le faltan a Sol¨¦: ¡°Cuando trabajaba con Iranzo, [Emilio] Bot¨ªn ven¨ªa de Madrid a prop¨®sito y nos ped¨ªa, pudiendo irse a un hotel de cinco estrellas, que le dej¨¢semos echarse la siesta una media hora en el local¡±, recuerda.
Comparte un recuerdo m¨¢s. ¡°Tuve otro cliente que no fallaba ninguna semana. En diez a?os, que fue lo que dur¨® la peluquer¨ªa que mont¨¦ despu¨¦s por mi cuenta, ech¨¦ el c¨¢lculo y se hab¨ªa gastado 24.000 euros. ?l se hac¨ªa manicura, pedicura¡ Hab¨ªa ocasiones en que incluso yo no sab¨ªa ya ni por d¨®nde cortar. Lo suyo no era necesidad sino puro placer¡±.
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