Lo mejor y lo peor
Me inclino a pensar que cuando exista una vacuna, la nueva normalidad ser¨¢ un calco de la vieja, por desgracia y por suerte
Ya no hablar¨¦ m¨¢s de m¨ª. Desde que he vuelto a pisar la calle, he recuperado el equilibrio perdido. Lo que pasa a mi alrededor siempre me ha interesado m¨¢s que mirarme el ombligo, y ahora que me he acostumbrado a la mascarilla de rigor, al botecito que relleno a diario de gel hidroalcoh¨®lico para limpiarme las manos cada vez que toco algo, el pasillo de mi casa ha perdido encanto.
Escucho a diario que esta crisis est¨¢ sacando lo mejor de nosotros. No lo discuto, pero compruebo que lo peor crece a la misma velocidad. No creo que nuestra sociedad vaya a evolucionar en un grado decisivo a partir de esta pandemia. Me inclino a pensar que cuando exista una vacuna, la nueva normalidad ser¨¢ un calco de la vieja, sin duda por desgracia, pero tambi¨¦n por suerte. En nuestra memoria sobrevivir¨¢n durante mucho tiempo, sin embargo, algunas palabras, algunas im¨¢genes.
Mi prima Alicia, que conserva un humor envidiable en relaci¨®n con sus circunstancias ¡ªjornada laboral de dos horas y media, ERTE, el futuro incierto de los trabajadores de las agencias de viajes¡ª, me pide que escriba sobre su vecino Pablo Pi?eiro, un gallego polifac¨¦tico como un florentino del Renacimiento que es al mismo tiempo actor, futbolista, modelo, escritor y, ¨²ltimamente, animador de balc¨®n, organizador de fiestas confinadas, esp¨ªritu resistente de un edificio de pisos de mi barrio. No s¨¦ qu¨¦ habr¨ªamos hecho sin ¨¦l, me dice, yo vivo esperando su locura diaria de las ocho de la tarde¡
?Cu¨¢ntos Pablos Pi?eiros hay en Espa?a? Muchos, sin duda. Unos ponen m¨²sica, otras cantan saetas, unas leen cuentos, otros tocan el viol¨ªn, y todos, todas ayudan a sus semejantes sin esperar nada a cambio, los arman, los fortifican, les proporcionan gratuitamente la ¨²nica herramienta imprescindible para salir del hoyo en el que estamos. El ¨¢nimo es como el amor, no puede comprarse con dinero. En el edificio de Alicia, como en muchos otros en todo el pa¨ªs, las personas que suben y bajan por la misma escalera de repente se conocen, se reconocen, se ayudan. La vecindad, con todo lo que tiene de bueno, solidaridad, complicidad, empat¨ªa, ha sido una de las grandes reconquistas positivas de una tragedia que ha empeorado mucho de lo que ya ten¨ªamos de malo.
Eso tambi¨¦n lo compruebo cada dos por tres. Todos los d¨ªas escucho a alguien quejarse de que no se puede dar un paso, de la cantidad de gente que sale a la vez. Es una verg¨¹enza, dicen quienes confiesan haberse tropezado con masas incontroladas en las mismas aceras que pisaban sus pies, como si todos los dem¨¢s tuvieran la obligaci¨®n de quedarse en sus casas para garantizarles a ellos, a ellas, el privilegio de transitar a su gusto, guardando las distancias de seguridad. Los insultos a los autistas que sal¨ªan de paseo, la actividad policial espont¨¢nea, el espionaje y las denuncias de balc¨®n completan el lado oscuro de la empat¨ªa vecinal, pero hay cosas peores.
Ya he perdido la cuenta de las personas que me parec¨ªan cultas, razonables, incluso inteligentes hasta que me reenviaron un mensaje catastr¨®fico, apocal¨ªptico o sencillamente falso, que al parecer les hab¨ªa abierto los ojos. Lo curioso es que las mismas personas se tragan con id¨¦ntica avidez, sin discriminar entre unos y otros, los reenviados m¨¢s ramplones, como esos an¨®nimos que empiezan diciendo ¡°tengo pruebas fehacientes de que¡±, y las manipulaciones m¨¢s sofisticadas, informes de instituciones extranjeras presuntamente prestigiosas o comunicados falsos impresos en falso papel oficial, con su fecha, su firma, su sello y todo lo dem¨¢s. Esa realidad paralela tambi¨¦n sobrevivir¨¢ entre nosotros durante mucho tiempo. Cuando termine la excepcionalidad impuesta por la pandemia, miles de espa?oles seguir¨¢n creyendo que el virus se fabric¨® en un laboratorio de Wuhan, que Manuela Carmena ten¨ªa una ambulancia completamente equipada en la puerta de su casa o que aviones militares fumigaron a la poblaci¨®n con desinfectante o algo peor.
Ahora que se aproxima la nueva normalidad, deber¨ªamos hacer recuento de lo mejor y lo peor, lo bueno y lo malo que nos ha ense?ado esta pandemia. La humanidad nunca ha aprendido nada de sus errores y no vamos a ser nosotros los primeros, pero peor ser¨ªa no intentarlo.
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