Abandonad toda esperanza
Hay tantas cosas maravillosas que hacer: leer buenos libros, por ejemplo, o pensar sin orejeras; es divertido, ya lo ver¨¢n
Al final resultar¨¢ que lleva raz¨®n Sergi P¨¤mies, quien escrib¨ªa en un art¨ªculo publicado en La Vanguardia que un servidor goza de superpoderes. No de otro modo cabe explicar, en efecto, que uno sea acusado de forma reiterada y simult¨¢nea, en valerosos linchamientos digitales, art¨ªculos period¨ªsticos y tratados profesorales, de traidor, de botifler, de equidistante, de filofascista, de falangista, de filocomunista y de muchos otros istas no menos incompatibles entre s¨ª. O quien quiz¨¢ lleva raz¨®n sea Ram¨®n de Espa?a, que en otro art¨ªculo, ¨¦ste de Cr¨®nica Global, sosten¨ªa que uno es el Anticristo.
Pero no: la realidad es que ni P¨¤mies ni De Espa?a llevan raz¨®n; la realidad, la triste realidad, es que a uno le dan demasiada importancia. Todo se debe a un malentendido, parte de la responsabilidad del cual corresponde a este peri¨®dico, que hace ya casi 20 a?os incurri¨® en la temeridad de encargarme esta columna y todav¨ªa no ha enmendado el error; por supuesto, cuando acept¨¦ el encargo yo ya sab¨ªa que, escribiendo en un peri¨®dico tan serio como ¨¦ste, corr¨ªa el riesgo de que me tomaran en serio, y de ah¨ª que le pusiera a la columna el t¨ªtulo que le puse. Pero ni por ¨¦sas. Uno de los principales prop¨®sitos que me hice cuando decid¨ª ser escritor fue el de no escribir ni una sola palabra en serio; fracas¨¦, por desgracia, como en tantas otras cosas, pero eso no significa que no lo haya intentado con todas mis fuerzas, ni que haya desistido del empe?o. Lo que quiero decir es que mis acosadores se equivocan: yo no soy Fernando Savater; de hecho, ni siquiera estoy seguro de que Savater se considere ya Savater (una vez so?¨¦ que el alegre, irresistible y despiadado Savater libertario que nos encandil¨® a los adolescentes de finales de los setenta escrib¨ªa sobre el venerable Savater actual: ?cielo santo, menuda escabechina!). Otra causa de este dram¨¢tico equ¨ªvoco es que hay gente por ah¨ª que me hace un caso insensato, me concede premios a todas luces inmerecidos y dem¨¢s; pero, gracias a Dios, eso ocurre sobre todo fuera de Espa?a, y ya se sabe que los extranjeros no se enteran y que es mucho m¨¢s f¨¢cil enga?arlos a ellos que a los de casa: aqu¨ª todo el mundo deber¨ªa saber que yo s¨®lo soy un tarambana (y que el papel de v¨ªctima se me da tan mal como el de verdugo). Es verdad, sin embargo, que hay esp¨ªritus perfeccionistas que incluso quieren cerrar la boca a un tipo inofensivo como yo. No deber¨ªan empe?arse en hacerlo, porque fracasar¨¢n; no por ninguna de las razones admirables por las que las personas con la cabeza clara y el coraz¨®n valiente no se callan cuando las cosas se ponen feas, sino simplemente porque no s¨¦ callarme, es decir, porque soy un charlat¨¢n redomado, o un bocazas. En el mejor de los casos, por esta melanc¨®lica constataci¨®n de Georg Lichtenberg con la que un amigo trat¨® de levantarme el ¨¢nimo en un momento melanc¨®lico: ¡°Que se pueda convencer a los adversarios con argumentos es algo que no creo ya desde 1746. Si no he soltado la pluma es ¨²nicamente para irritarles, para dar fuerza y coraje a quienes nos aprueban y hacer saber a los otros que no nos han convencido¡±. Se me ocurren todav¨ªa otros dos motivos por los que los acosadores deber¨ªan desistir de su empe?o. El primero es que, cada vez que desatan sus iras digitales contra m¨ª, hago dos o tres nuevos amigos, gente que, avergonzada de la brutalidad ac¨¦fala y el mugiente gregarismo del reba?o, me ofrece su solidaridad o su afecto. La segunda es que, cada vez que un capo mafioso o un sicario a sueldo llama a boicotear mis libros, las ventas de estos repuntan. A ver si va a resultar que es verdad lo de los superpoderes.
As¨ª que h¨¢ganme caso, amigos: abandonen toda esperanza y dejen de linchar a este humilde plum¨ªfero. Hay tantas cosas maravillosas que hacer en esta vida: leer buenos libros, por ejemplo, o pensar sin orejeras; es divertido, ya lo ver¨¢n, y sienta muy bien. Adem¨¢s, ayuda a salir del establo; al principio se pasa fr¨ªo, es verdad, pero a la larga no hay nada como el aire puro. Sea como sea, no pierdan m¨¢s tiempo: esta vez han pinchado en hueso. La charlataner¨ªa no tiene freno, ni tampoco cura. He dicho.
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