La gran lecci¨®n del peque?o colibr¨ª
Tras la pandemia, el pa¨ªs centroamericano se prepara estos d¨ªas para la vuelta de los turistas. Su radical apuesta ecol¨®gica ha mostrado que desarrollo y conservaci¨®n pueden ir de la mano, y ahora trabaja para profundizar en sus logros con un plan de descarbonizaci¨®n de los transportes y proyectos que salvaguarden la biodiversidad.
Las flores rosas de los robles sabana iluminan el paseo de Col¨®n en San Jos¨¦ en medio del tr¨¢fico denso de la ma?ana. Son los d¨ªas previos al cierre de las fronteras, decretado el 18 de marzo ante el avance de la pandemia del coronavirus en todo el mundo. Se escucha el canto de los p¨¢jaros mientras los vendedores callejeros ofrecen galletas de jengibre y los polic¨ªas vigilan las avenidas principales en bicicleta. La prensa local destaca en la portada una balacera con tres muertos, en un barrio pr¨®ximo a la capital. Los muertos o heridos por disparos entre bandas son habituales en los informativos, pero el pa¨ªs, que aboli¨® el Ej¨¦rcito en 1948, tiene la mayor esperanza de vida de Hispanoam¨¦rica (79,6 a?os) y cobertura total en escolarizaci¨®n y agua potable para los casi cinco millones de habitantes. En 1865 se instal¨® la primera ca?er¨ªa y la Constituci¨®n reconoce el agua como un derecho humano. Su sistema de salud universal y la r¨¢pida respuesta de su Gobierno ante los primeros contagios (11 v¨ªctimas mortales y 1.263 infectados al cierre de este reportaje) le han permitido sortear la pandemia de un modo ejemplar frente a sus vecinos paname?os y nicarag¨¹enses, donde el Gobierno de Daniel Ortega no ha impuesto restricciones ante el avance de la covid-19. El para¨ªso del ecoturismo mundial anuncia la apertura de sus fronteras a los extranjeros para el 30 de junio. Mientras estudian medidas de ¨²ltima hora, parece que ser¨¢n obligatorias las mascarillas, mantener distancias, higiene de manos y desinfecci¨®n de equipajes a la llegada al pa¨ªs. De momento, las compa?¨ªas a¨¦reas ya ofertan viajes con cuentagotas a Costa Rica para la primera semana de julio, aunque pasar¨¢n meses hasta recuperar el flujo normal de turistas.
Costa Rica alberga el 5% de la biodiversidad mundial, en un territorio que supone el 0,03% de la superficie del planeta, gracias a la pr¨¢ctica continuada de la preservaci¨®n de sus espacios naturales. El pa¨ªs centroamericano se divide en dos vertientes, el bosque seco en el lado del Pac¨ªfico y el bosque lluvioso en la parte del Caribe y con bosque nuboso en las alturas, lo que supone un 25% del territorio, protegido por el Sistema Nacional de ?reas de Conservaci¨®n. En ese escenario sobreviven un mill¨®n de especies multicelulares, que van desde orqu¨ªdeas hasta jaguares, perezosos, ranas de ojos verdes y mariposas azules. El cierre total de las ¨¢reas silvestres protegidas frente a la covid-19 ha provocado que animales como los monos carablanca, mapaches y garrobos, acostumbrados a las visitas de turistas y los restos de alimentos que dejan a su paso, se adentren en los bosques en busca de comida, y se han registrado avistamientos en n¨²cleos urbanos de tapires, venados y hasta un jaguar. El costarricense (tico) percibe la naturaleza como algo intr¨ªnseco a la sociedad y no como algo externo. Ah¨ª radica la diferencia con otros pa¨ªses, seg¨²n el escritor Carlos Fonseca. ¡°No es simplemente la tierra mansa, lista para ser explotada, sino tambi¨¦n la tierra repleta de vida, detr¨¢s de la cual late cierta violencia y cierta historia. Y eso es importante, pues tambi¨¦n hay que batallar contra la idea persistente de que Am¨¦rica Latina solo genera productos naturales listos para ser explotados: ese imaginario que muy particularmente en Centroam¨¦rica se cristaliz¨® bajo la idea de las banana republics y la presencia de la United Fruit Company. No es tanto la tradici¨®n del jard¨ªn al que se va en un ejercicio de romanticismo, sino una realidad integral a la vida. Y la educaci¨®n p¨²blica ayuda a promover esos valores¡±.
El a?o pasado visitaron Costa Rica m¨¢s de tres millones de personas, muchos de ellos expertos pajareros, cargados de enormes teleobjetivos y capaces de reproducir o reconocer el canto de las aves m¨¢s ex¨®ticas. En la zona boscosa de Monteverde se encuentran parques que se atraviesan caminando sobre puentes colgantes, lo que permite distinguir c¨®mo las plantas toman el tronco de los ¨¢rboles, ocupando cada espacio disponible hasta convertirse en un jard¨ªn colgante con orqu¨ªdeas, bromelias, helechos y musgos. Y entre ellos, insectos polinizando flores, mirlos construyendo nidos o quetzales sobre las ramas de un ¨¢rbol de nuez moscada. Si uno camina por senderos nocturnos, acompa?ado de un gu¨ªa ¡°con estudios universitarios¡±, se sumergir¨¢ en una oscuridad iluminada por el vuelo de las lib¨¦lulas entre el canto de los grillos, ba?ado por una tenue lluvia que denominan pelo de gato. Para penetrar en la reserva de Curi-Cancha hay que firmar un documento en el que, entre otras muchas normas, el visitante se compromete a no salir del recinto con una serpiente. Los gu¨ªas le contar¨¢n que las mariposas (hay m¨¢s de 14.000 especies) no viven m¨¢s de dos meses, que tienen la sangre fr¨ªa y que para sobrevivir necesitan una temperatura de entre 22 y 35 grados, o que un murci¨¦lago puede comer hasta 2.000 mosquitos en una noche.
Un presidente para la descarbonizaci¨®n. La peculiar relaci¨®n del tico con los animales explica que una manada de mapaches se colara por la noche en el edificio de la Presidencia del Gobierno para beber agua. La expulsi¨®n de los mapaches del recinto no deja de ser una an¨¦cdota en la apretada agenda del presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, de 40 a?os. La prioridad de este escritor y polit¨®logo del centroizquierdista Partido de Acci¨®n Ciudadana, que se encuentra en el meridiano de su mandato, pasa por sacar adelante el Plan de Descarbonizaci¨®n del pa¨ªs, que, entre otros logros, quiere borrar la mancha de carbono que deja el transporte. ¡°Si hubiera que buscarle una analog¨ªa¡±, dice el mandatario, ¡°habr¨ªa que compararlo con la sombra de un gran ¨¢rbol que protege la biodiversidad y captura mucho carbono. Pero un ¨¢rbol en alg¨²n momento fue una semilla y luego un tallo. Y ese momento de plantarlo es clave porque supone poner la simiente del futuro. El plan se encuentra en esa etapa primigenia, aunque, como dice un adagio, el momento de plantar un ¨¢rbol fue hace 20 a?os. Ahora es la ocasi¨®n de dar ese paso. El mundo y nuestro pa¨ªs lo necesitan¡±.
?Un pa¨ªs apenas un poco m¨¢s grande que la regi¨®n de Arag¨®n podr¨ªa convertirse en un modelo de sostenibilidad mundial? ¡°Nos dicen que somos un pa¨ªs peque?o, pero escuch¨¦ una analog¨ªa de un cineasta franc¨¦s que me gust¨®¡±, recuerda Alvarado. ¡°Una vez estall¨® en el bosque un gran incendio y todos los animales grandes huyeron menos el colibr¨ª. Desde su escondite, los otros animales lo ve¨ªan que cog¨ªa agua de un charco y lo arrojaba al fuego. ¡®?Qu¨¦ haces?¡¯, le preguntaron. ¡®Yo estoy haciendo mi parte¡¯, respondi¨®. Y bueno, ese es nuestro rol dada nuestra escala. Podemos demostrar que se puede revertir la deforestaci¨®n, que puede haber crecimiento con sostenibilidad. Nuestra filosof¨ªa es liderar con el ejemplo. Aqu¨ª el colibr¨ª ya vol¨®¡±.
Costa Rica genera un 99,5% de energ¨ªa limpia renovable, pero en lo que se refiere al transporte el 70% sigue siendo sucia. Para cambiarlo han proyectado la construcci¨®n de un tren el¨¦ctrico interurbano de m¨¢s de 70 kil¨®metros que cruzar¨¢ los principales centros de poblaci¨®n, atravesando cuatro provincias del pa¨ªs para acercar a los miles de trabajadores que cada ma?ana acceden a la capital. Sacar adelante el Plan de Descarbonizaci¨®n, que ha sido alabado por Macron y Leonardo DiCaprio, que posee una casa en una de las playas del pa¨ªs, supuso tambi¨¦n abordar una contestada reforma fiscal que ayudar¨¢ a la estabilidad de las finanzas p¨²blicas, implementado el IVA y el impuesto sobre ganancia de capital. Ya disponen de un cr¨¦dito de 1.300 millones de d¨®lares (unos 1.150 millones de euros) del Banco Interamericano de Desarrollo, apoyo del Fondo Verde y del Gobierno de Corea del Sur para ejecutarlo. ¡°La idea es que el transporte p¨²blico quede articulado en torno a ese espinazo, mejorando las rutas, el tiempo de desplazamiento y reduciendo las emisiones¡±, a?ade Alvarado. ¡°El plan implica tambi¨¦n la electrificaci¨®n de los otros transportes; ya ha arrancado el primer piloto de los autobuses el¨¦ctricos y se ha aprobado una ley que facilita la compra de veh¨ªculos el¨¦ctricos¡±.
Frente a los detractores de las pol¨ªticas medioambientales, el presidente sostiene que la conservaci¨®n en Costa Rica no solo no ha reducido empleos, sino que ha sido el motor de la industria limpia del ecoturismo y ha hecho crecer la econom¨ªa. De hecho, las ¨¢reas que m¨¢s se desarrollan son el turismo y las asociadas a las zonas de alto valor de conocimiento. ¡°Hace 40 a?os export¨¢bamos caf¨¦ y bananas, ahora tambi¨¦n dispositivos m¨¦dicos [stent, piezas para sustituir caderas, instrumentos dentales] y hay una industria incipiente de f¨¢rmacos¡±.
En muchos aspectos los ticos, m¨¢s que centroamericanos, parecen n¨®rdicos. Al saludo t¨ªpico de ¡°Hola, ?c¨®mo est¨¢s?¡± responden con ¡°Pura vida¡±. Hay cubos de reciclaje hasta en la selva y su cultura antitabaco aleja a los fumadores de las plazas: no hay ceniceros ni colillas por el suelo. Como otros pa¨ªses ¡ªal menos antes del coronavirus¡ª, viven inmersos en nov¨ªsimas tendencias gastron¨®micas que buscan actualizar las ra¨ªces de su cocina. Destacan sofisticados restaurantes como Sikwa, donde se recupera el arte culinario ind¨ªgena, con platos como la sopa de piedra, una receta de hace 3.000 a?os que se sirve humeante y con roca incluida. O Silvestre, centrado en reconvertir los platos tradicionales en alta cocina, como sus esferas precolombinas de Osa, una representaci¨®n estelar de la Tierra fundida con guayaba y ma¨ªz crujiente.
Un pa¨ªs sin Ej¨¦rcito. Suena id¨ªlico, especialmente porque este pa¨ªs centroamericano con una democracia asentada tiene vecinos como Honduras, Salvador o Guatemala con maras, asesinatos y milicias armadas hasta los dientes. ¡°La tradici¨®n civilista del pa¨ªs es muy fuerte. Desde el siglo XIX hubo pol¨ªticas muy importantes dedicadas a debilitar al Ej¨¦rcito¡±, cuenta el historiador Vladimir Cruz. ¡°Ya en la ¨¦poca colonial, el pa¨ªs contaba con una milicia, no hubo una fuerza militar a la que combatir cuando se declar¨® la independencia en 1821. La derrota fue un acto pol¨ªtico que supuso el inicio de un proceso de construcci¨®n democr¨¢tica. Tradicionalmente, en Costa Rica las crisis militares no han contado con la participaci¨®n de amplios sectores sociales o masas populares. El Ej¨¦rcito era una instituci¨®n d¨¦bil. Tras sucesivas reformas y peleas por el territorio de Nicoya o la batalla de Santa Rosa, el Ej¨¦rcito, que estaba dominado por civiles, fue perdiendo influencia para favorecer una tradici¨®n cultural y educativa, hasta su abolici¨®n por Jos¨¦ Figueres¡±. La ¨¦poca de los cuarteles hab¨ªa pasado a la historia y se iniciaba la de las escuelas, colegios, universidades y museos. A partir de esa fecha, los cuerpos militares que se formaron fueron entrenados, al menos durante tres d¨¦cadas, en las academias militares de Estados Unidos, ubicadas en la zona del Canal. ¡°La oficialidad de la Fuerza P¨²blica se formaba en distintas disciplinas de car¨¢cter militar, incluso de guerrillas y contraguerrillas. La asesor¨ªa militar norteamericana nunca ha faltado en la preparaci¨®n de la Fuerza P¨²blica costarricense, aunque tambi¨¦n se enviaron a entrenar oficiales o cuerpos especiales a Israel, China, Panam¨¢ o Chile¡±, aclara el historiador.
Algo de raz¨®n tiene el presidente de Costa Rica cuando asegura que ¡°el mundo que nos toca es bien enredado¡±. Y m¨¢s si se piensa que este pa¨ªs es tambi¨¦n uno de los puentes del narcotr¨¢fico, cuyas redes usan sus bosques como uno de los lugares de paso en el tr¨¢fico de drogas hacia el norte. ¡°La Fuerza P¨²blica y hasta los guardaparques han tenido participaci¨®n en enfrentamientos armados. Nos hemos blindado con apoyo y cooperaci¨®n con otros pa¨ªses y con nuestros propios recursos. Se trata de uno de nuestros grandes retos como pa¨ªs y como regi¨®n; quiz¨¢ si logr¨¢ramos consolidar un bienestar compartido en toda la zona, se evitar¨ªan los peligros que representa exponerse a eso¡±, dice Alvarado.
Apenas 450 kil¨®metros separan San Jos¨¦ de Managua. Hist¨®ricamente, Nicaragua ha supuesto siempre un contratiempo. Desde la disputa por el territorio de Nicoya, que provoc¨® un enfrentamiento armado, hasta la utilizaci¨®n de su territorio como base de la guerrilla sandinista en su lucha contra el dictador Somoza o la utilizaci¨®n posterior de su territorio, despu¨¦s de su derrocamiento, como una de las bases del Ej¨¦rcito contrarre?volucionario, conocido como ¡°la Contra¡±, creado por Ronald Reagan. Y ¨²ltimamente, las crisis de refugiados que provoca la represi¨®n de cualquier protesta por parte del Gobierno del presidente Daniel Ortega, a la que se ha unido la ausencia de medidas para proteger a sus ciudadanos ante el coronavirus. Las cifras oficiales pasan del mill¨®n de refugiados (un 20% de la poblaci¨®n) y su presencia es constante, especialmente en el campo, la construcci¨®n o el servicio dom¨¦stico. ¡°Para que la regi¨®n cambie como una, necesitamos encauzarlo como un movimiento regional¡±, concluye Alvarado.
Conservacionistas internacionales. Cerca de la frontera nicarag¨¹ense, en el parque nacional de Santa Rosa, en la zona denominada como bosque seco en el noroeste del pa¨ªs, se repeli¨® en marzo de 1856 la invasi¨®n de las tropas de William Walker y sus filibusteros que partieron desde el pa¨ªs vecino. Entre este paisaje arbolado se desarrolla la labor de los cient¨ªficos que han impulsado las pol¨ªticas de restauraci¨®n y conservaci¨®n de los bosques tropicales de Costa Rica de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Los murci¨¦lagos vuelan por el techo y el tel¨¦fono fijo ha quedado inutilizado porque un caracol ha decidido anidar en el aparato. Los ec¨®logos Daniel H. Janzen (Mil?waukee, 1939) y su esposa, Winnie Hallwachs, viven en la misma caba?a desde que llegaron hace 35 a?os. Los eminentes naturalistas renuevan el visado cada seis meses y no son propietarios de nada, ni siquiera del coche. Tampoco desean la doble nacionalidad. Se definen como ¡°guiris¡±. Tras d¨¦cadas de deforestaci¨®n, su trabajo en el ¨¢rea de conservaci¨®n de Guanacaste la ha convertido en una de las reservas tropicales m¨¢s exitosas del planeta. Han recuperado 130.000 hect¨¢reas con la complicidad de la poblaci¨®n, que ha encontrado en los laboratorios, donde se investiga sobre fauna y flora en colaboraci¨®n con la Universidad de Costa Rica, un puesto de trabajo que les permite implicarse en el proceso de resguardar el ¨²ltimo reducto del bosque seco en Centroam¨¦rica.
Lejos de las grandes urbes y a kil¨®metros de distancia de las plantaciones, alimentadas con pesticidas, de los que Costa Rica es un gran consumidor, ¡°el bosque cortado puede repoblarse, dejando que la naturaleza crezca¡±, dice Janzen, premio Fundaci¨®n BBVA Fronteras del Conocimiento en la categor¨ªa de biolog¨ªa. ¡°Cuando llegamos en 1985 ya hab¨ªan arrancado las expropiaciones y la recuperaci¨®n de algunos terrenos que anta?o se usaban para pasto de animales. Fue muy f¨¢cil poner en marcha todo esto porque est¨¢bamos muy lejos de San Jos¨¦; entonces nos comunic¨¢bamos por radio y no hab¨ªa ni electricidad¡±, cuenta Hallwachs, sentada en el porche de la caba?a. Durante la conversaci¨®n, una manada de monos se acerca, saltando entre las ramas y dando alaridos, a beber agua de la fuente. Aqu¨ª reciben a bi¨®logos y ec¨®logos de universidades de medio mundo, especialmente de Canad¨¢, Estados Unidos y Suecia. Los cient¨ªficos viven con lo justo entre libros y un amasijo de bolsas de pl¨¢stico que lo mismo guardan anotaciones que muestras relacionadas con alguna investigaci¨®n o bombillas de repuesto. Parecen dos ni?os felices persiguiendo mariposas.
La pareja divide su tiempo entre la c¨¢tedra de Biolog¨ªa de la Universidad de Pensilvania y su investigaci¨®n en Costa Rica. Ahora andan enfrascados en el proyecto BioAlfa, una especie de enciclopedia verde con el ADN de las especies. No basta, dice Janzen, con la protecci¨®n de los bosques, ni con tener ¨¢rboles muy bonitos que sirvan como atracci¨®n tur¨ªstica. ¡°Despu¨¦s de 35 a?os, con un 25% del pa¨ªs silvestre y toda una estructura de parques ya establecida, planteamos hacer inventario de lo que hay, evaluar la biodiversidad¡±. Ya ha empezado a mostrar a los empleados de m¨¢s de un centenar de parques c¨®mo poner una trampa Malaise con la que capturar insectos que se env¨ªan semanalmente a Canad¨¢ para sacar su c¨®digo de barras. Hace 15 a?os la estimaci¨®n era de 500.000 especies, hoy d¨ªa hay un mill¨®n, pero calculan que superar¨¢n el mill¨®n y medio, sin incluir microorganismos; lo importante no es el n¨²mero, sino poder discriminarlos. ¡°BioAlfa, un proyecto apoyado por el Gobierno que lo ha declarado de inter¨¦s nacional, podr¨ªa equiparase a un proceso de alfabetizaci¨®n que ense?ar¨¢ a leer el bosque, como si de un libro se tratara. Facilitar¨¢ informaci¨®n a los cinco millones de personas que viven en Costa Rica, desde el agricultor, que lo puede usar para obtener mayor rendimiento a su campo de pi?a, hasta los cient¨ªficos que estudian el cambio clim¨¢tico, los escolares o una farmac¨¦utica que quiera exportar un genoma para fabricar un medicamento. Tomando la biodiversidad como una comunidad de especies, con c¨®digos de barras se puede documentar las migraciones, la salud y la dispersi¨®n de comunidades biol¨®gicas por los cambios del clima. Este biomonitoreo ser¨¢ importante a la hora de mitigar el efecto del cambio clim¨¢tico en los cultivos o en la salud¡±.
Desde el siglo XIX, naturalistas europeos y locales participaron en expediciones para recolectar informaci¨®n sobre las especies vegetales y animales de Costa Rica. En el siglo XX, su lugar fue ocupado por los investigadores y las instituciones p¨²blicas y privadas, pero esos estudios se manten¨ªan ajenos e invisibles a la conservaci¨®n y la vida del pa¨ªs. Hace 16 a?os, su amigo el bi¨®logo Paul Herbert y su equipo de investigadores de la Universidad de Guelph en Ontario se dieron cuenta de que un pedacito de rata o de cualquier insecto permit¨ªa conocer su c¨®digo y entrar en su base de datos. Secuenciar el ADN de un esp¨¦cimen distinguir¨ªa las especies. El ?rea de Conservaci¨®n de Guanacaste fue uno de los pioneros en participar en esa clasificaci¨®n, y ahora construyen esa base de datos con los insectos. ¡°Nos cuesta un d¨®lar por insecto, eran 20 d¨®lares cuando empec¨¦. Cualquier laboratorio puede hacerlo, pero es mucho trabajo. Paul Herbert lo hace para todo el globo, ya han datado cinco millones de muestras y entrar en su base de datos, con toda la informaci¨®n acumulada, es p¨²blico. Ahora, solo un estudioso puede identificar cualquier tipo de alacr¨¢n en ?frica, pero en 10 a?os cada ni?o en el planeta podr¨¢ reconocerlos con un golpe de tecla¡±.
Tras saciar la sed, cuando los monos se alejan de la casa, Janzen los mira de soslayo. Se trata, dice, de una especie amenazada por el cambio clim¨¢tico. ¡°Para ellos 2015 fue apocal¨ªptico debido a la gran sequ¨ªa. Hace unos a?os me hubiera apostado una caja de cervezas a que las lluvias empezaban un d¨ªa concreto, pero ahora no se me ocurre¡±, a?ade. ¡°?Ven ese arbustito? Es el ¨¢rbol del chicle. Los mayas y los aztecas masticaban el l¨¢tex que sale al cortarlo, hasta que los americanos lo procesaron y le a?adieron az¨²car. Y lo mismo con el origen del caf¨¦ silvestre. Bastaba masticar una semilla de caf¨¦ para obtener unas gotas de cafe¨ªna. Todo eso se encuentra ah¨ª, pero el mundo no puede leerlo; el concepto BioAlfa significa conocer lo suficiente, saber la historia natural de cada especie¡±.
Naturalistas locales. Abandonar el bosque seco para entrar en los bosques nubosos de Monteverde supone un cambio de paisaje. Por carreteras accidentadas se asciende a 1.500 metros de altura. En el camino se alza majestuoso el guanacaste ¡ªun ¨¢rbol nativo de las zonas tropicales¡ª en campos amarillos donde pastan vacas y caballos. Ubicado en la sierra de Tilar¨¢n, donde se concentra el 2,5% de la biodiversidad del mundo con un 10% de su flora end¨¦mica, la reserva biol¨®gica de Monteverde fue levantada durante los ¨²ltimos 30 a?os, cuando sus habitantes decidieron cambiar el uso del suelo, de mayor¨ªa agr¨ªcola o ganadera, y promoviendo la conservaci¨®n adquiriendo terreno y replantando m¨¢s de un mill¨®n de ¨¢rboles.
Guillermo Vargas, ingeniero forestal de 69 a?os, fue uno de los impulsores de las reservas biol¨®gicas de la zona. Vive en Santa Elena, el pueblo m¨¢s desarrollado de esta ¨¢rea de m¨¢s de 6.000 habitantes. En 1985, reci¨¦n licenciado, Vargas regres¨® al pueblo donde hab¨ªa nacido y junto con otros 300 socios emprendieron el cambio para rehabilitar un espacio degradado. Ya exist¨ªa una base legal de conservaci¨®n en Costa Rica: se creaban los parques, pero faltaba el marco te¨®rico para mantenerlos. As¨ª que compraron tierras, en muchos casos con ayudas de donaciones, y emprendieron la reforestaci¨®n. En Monteverde no hab¨ªa terratenientes, el terreno pertenec¨ªa a empresas locales de peque?os propietarios, la mayor¨ªa productores de leche y agricultores. Y estaban organizados en una cooperativa. ¡°No hicimos la conservaci¨®n para que vinieran los turistas, pero llegaron¡±, relata Vargas. A pesar de la carretera, que cuesta imaginar c¨®mo ser¨ªa hace un par de d¨¦cadas, primero recibieron 6.000 visitantes y ahora casi rozan los 200.000. Cerca de 500 casas se anuncian en la plataforma Airbnb, y los hijos del lechero o los de los cazadores se dedican ahora a fabricar jabones de mango o han estudiado para ser gu¨ªas que conducen a los turistas por los bosques.
Vargas ha centrado su actividad en la conservaci¨®n de la naturaleza, el comercio justo y la agricultura sostenible. Los tres factores se dan en la finca Life Monteverde, una cooperativa de la que forma parte dedicada al cultivo del caf¨¦, de la que extraen 80.000 kilos al a?o. Ahora, su principal preocupaci¨®n parece centrada en la salida de la crisis que ha generado el coronavirus y la limitaci¨®n de visitantes que se avecina: ¡°?Cu¨¢nto tiempo soportar¨¢ Costa Rica vivir sin turismo? No lo quiero ni imaginar¡±.
Hace apenas tres meses, Vargas reconoc¨ªa que, desde el punto de vista global, el gran reto es el cambio clim¨¢tico, que impacta directamente en los bosques, donde los cambios de temperatura supondr¨ªan el fin de su flora y su fauna end¨¦micas. Algunas de esas especies amenazadas sobreviven en reservas biol¨®gicas como el Bosque Eterno de los Ni?os, de 23.000 hect¨¢reas. La reserva privada m¨¢s grande del pa¨ªs pertenece a la Asociaci¨®n Conservacionista de Monteverde, que se mantiene con el dinero que generan las entradas de los visitantes (un 25%), donaciones y servicios ambientales del Gobierno, que paga a los propietarios por la conservaci¨®n de lo que anta?o eran cafetales o tierras agr¨ªcolas. Los ecoturistas recorren los senderos de lo que se denomina bosque secundario, rodeados de mariposas azules o p¨¢jaros campana, pero el grueso de la selva se mantiene cerrado para garantizar su conservaci¨®n. No poseen capacidad para investigar, pero s¨ª monitorizar con c¨¢maras trampas lo que sucede en las profundidades. En 1995 desapareci¨® el sapo dorado y otras 25 especies por culpa de un hongo, pero algunas familias, como la rana de ojos verdes, han reaparecido. Y con ellas, seis especies de felinos, incluido el jaguar¡±, a?ade Lindsay Stallcup, directora ejecutiva.
Alta esperanza de vida. Costa Rica figura tambi¨¦n como uno de los cinco pa¨ªses del mundo donde se puede vivir m¨¢s de 100 a?os. El informe del dem¨®grafo Luis Rosero sobre la salud de este pa¨ªs centroamericano, realizado en 2007, permiti¨® constatar que la pen¨ªnsula de Nicoya, coraz¨®n de la naci¨®n chorotega, concentra un ¨ªndice de longevidad tan elevado como para que ese territorio tenga el calificativo de Zona Azul, una cualidad que solo poseen cuatro lugares m¨¢s en el mundo. De los 170.000 habitantes de los cinco cantones que conforman la pen¨ªnsula, 950 superan los 90 a?os, 247 tienen m¨¢s de 95 y 48 son centenarios.
Dora Amparo Bustos, de 101 a?os cumplidos el pasado marzo, vive en su casa de madera y techo de hojalata en San Blas. En el patio se mov¨ªan tranquilas las gallinas, y el ma¨ªz esperaba en remojo para ser cocinado en un fog¨®n alimentado con le?a. Dora es menuda y se mueve despacito: viste falda con enagua debajo y un su¨¦ter blanco, el pelo recogido en un mo?o. Desde que qued¨® viuda a los 29 a?os, ha sacado a sus seis hijos adelante vendiendo rosquillas y limpiando all¨¢ donde la llamaban. Todav¨ªa se ducha sola, aunque necesita la ayuda de su hija, de 73 a?os, para abrocharse el sujetador. ¡°Gracias a Dios que me dio fuerza para darles de comer. Desde el principio decid¨ª que no volver¨ªa a casarme. Nadie quiere llegar donde una mujer y no tener hijos y ellos hubieran quedado relegados¡±. Siempre le ha gustado bailar y ahora todav¨ªa sigue el ritmo con los pies si suena un bolero en la marimba, pero su principal distracci¨®n es ir a misa.
Dora es cat¨®lica, como buena parte de los costarricenses, aunque en los ¨²ltimos dos siglos se establecieron nuevas iglesias cristianas (luteranos, calvinistas, bautistas) y posteriormente otra oleada de iglesias que han llegado al pa¨ªs m¨¢s recientemente. Su fuerza crece especialmente en las zonas alejadas de la capital. Carlos Alvarado gan¨® las elecciones frente a su contrincante, el predicador evangelista Fabricio Alvarado. No habr¨¢ reelecci¨®n. La Constituci¨®n lo proh¨ªbe. El mandatario conf¨ªa en el poder de las ideas y en su contagio para que el Plan de Descarbonizaci¨®n sea una realidad en 2050. Porque en Costa Rica ya vuela el colibr¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.