La amenaza de los turistas en la Ant¨¢rtida, en el punto de mira
Investigadores espa?oles revelan los problemas de gestionar el aumento del turismo en el continente del sur
La Pen¨ªnsula Ant¨¢rtica y las islas a su alrededor son, en los ¨²ltimos a?os, un im¨¢n para aquellos turistas en busca de emociones, y con dinero para pagarlas. Cruceros que van y vienen por el paso del Drake y cada vez m¨¢s vuelos desde Punta Arenas (Chile) hasta el aer¨®dromo en la isla Rey Jorge son las dos v¨ªas principales de llegada a un continente que hasta hace nada era el ¨²nico rinc¨®n ignoto del planeta. En la temporada veraniega de 2018-2019 se recontaron unos 55.500 visitantes, adem¨¢s de unos 10.000 cient¨ªficos. Solo el coronavirus evit¨® que este 2020 se superara con creces esa cifra. Se esperaban unos 70.000. En todo caso, el a?o anterior ya eran un 70% m¨¢s que hace 30 a?os.
El trasiego de cruceros, algunos con 500 o m¨¢s viajeros, es una de las im¨¢genes que se aprecian incluso antes de poner un pie en la Ant¨¢rtida. Basta acercarse al puerto de la isla Rey Jorge para observar que en esta g¨¦lida tierra del sur hay un negocio en auge, pero tambi¨¦n un para¨ªso que proteger. Y aunque existen controles en el Sistema del Tratado Ant¨¢rtico, hoy por hoy los potenciales da?os son analizados exclusivamente por grupos de cient¨ªficos polares de diferentes pa¨ªses, sin una estrategia ni planificaci¨®n conjunta, dado que lo suyo es la ciencia y no la gesti¨®n planificada.?
Uno de los que m¨¢s tiempo llevan trabajando sobre turismo ant¨¢rtico es el del bi¨®logo espa?ol Javier Benayas, catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Su equipo, que viaja a la Ant¨¢rtida desde 2009, acaba de publicar en la revista Journal Environment Management un art¨ªculo que hace hincapi¨¦ en c¨®mo debe gestionarse una actividad econ¨®mica, la ¨²nica permitida en el continente, que podr¨ªa desbordarse y de cuyos impactos no se sabe lo suficiente. ¡°Con la covid-19, el turismo seguramente bajar¨¢ el pr¨®ximo a?o, pero volver¨¢ y en todo caso no se trata de prohibirlo, sino de estudiar sus impactos reales, pero desde el Tratado Ant¨¢rtico, no desde proyectos cient¨ªficos, como ocurre ahora. Solo en funci¨®n de los resultados de este monitoreo continuo, habr¨ªa que tomar las decisiones adecuadas sobre el turismo¡±, argumenta Benayas.
Para buscar el origen de los pioneros en el negocio, hay que remontarse a 1966, cuando el explorador sueco Lars-Erik Lindblad ofreci¨® los primeros viajes regulares. Enseguida se comprob¨® que los cruceros eran una excelente opci¨®n en un lugar donde las condiciones meteorol¨®gicas complican los aterrizajes. Y se concentraron en torno a la Pen¨ªnsula Ant¨¢rtica, donde hay una espectacular riqueza biol¨®gica y f¨¢cil de visitar. La presi¨®n aument¨® sobre todo en los ¨²ltimos a?os, desde que se popularizaron los tours en los que los viajeros llegan y salen en avi¨®n desde Rey Jorge, donde son recogidos por buques que les llevan de recorrido por varias islas. Todo ello hace que decenas de miles de turistas se concentren en muy pocos sitios y en apenas tres meses. De hecho, ocho de cada 10 desembarques ocurren en unas 200 hect¨¢reas de tierra, seg¨²n afirman los cient¨ªficos.
Para limitar los da?os, el Tratado Ant¨¢rtico puso en marcha hace a?os?unas medidas de control ambiental en zonas especialmente protegidas y se han establecido directrices de obligado cumplimiento con la Asociaci¨®n Internacional de Operadores Tur¨ªsticos en la Ant¨¢rtida (IAATO). Seg¨²n estas normas, no pueden bajar a tierra m¨¢s de 100 pasajeros a la vez, en un horario concreto, no pueden acercarse a la fauna salvaje y deben estar siempre acompa?ados por un gu¨ªa naturalista. Otra cosa son los veleros independientes, que tambi¨¦n proliferan y son m¨¢s incontrolables. Van a su aire.
A IAATO, asegura Benayas, le interesa que sus cruceros cumplan todas estas directrices para no tener problemas, pero su funci¨®n no es comprobar si son suficientes o deben ser otras. Adem¨¢s, est¨¢n los riesgos de accidentes: este mismo a?o, un crucero de grandes dimensiones sufri¨® un siniestro por navegar por un ¨¢rea cuyos fondos marinos no se conocen bien. Y expertos brit¨¢nicos del Antarctic Heritage Trust (UKAHT) ya han alertado de que con el calentamiento global tambi¨¦n crecer¨¢ el riesgo de toparse con m¨¢s icebergs, y por tanto de tener un siniestro. Qu¨¦ impacto tendr¨ªa ahora no se sabe, pero lo que si se puede probar cient¨ªficamente es si ya hay o no da?os biol¨®gicos.
Eso es lo que ha hecho el grupo de Benayas, que tom¨® como referencia la isla Barrientos, una de las m¨¢s visitadas en la Ant¨¢rtida, si bien sus conclusiones generales sirven para cualquier otro lugar. Barrientos es un para¨ªso que en 1990 ten¨ªa 271 visitas al a?o y ahora tiene 7.000, un 2.300% m¨¢s. Todos concentrados entre diciembre y marzo. Para saber si causan da?os, los investigadores hicieron un inventario de todas las especies de aves, mam¨ªferos y vegetaci¨®n que existen y comprobaron qu¨¦ zonas eran las m¨¢s recorridas: unas playas donde se reproducen los ping¨¹inos barbijo y pap¨²a, y otras ¨¢reas con los delicados musgos ant¨¢rticos, muy sensibles al pisoteo humano. Otro lugar favorito para hacer fotos estaba cerca de una laguna glaciar.
En el caso de Barrientos, constatan que se han tomado decisiones sin mucho sentido. En el pasado los paseantes usaban un camino que cruzaba la isla por su parte superior. Al ver que se da?aba el suelo, en 2012 se prohibi¨® el paso por all¨ª y se delimit¨® otra senda, pero as¨ª se da?¨® un ¨¢rea con musgos. Total, al final, se cerraron los dos caminos. Ahora, revelan que el camino superior podr¨ªa haber seguido abierto. ¡°La realidad es que se toman decisiones sin un plan de gesti¨®n, sin que haya un seguimiento continuo. Deber¨ªa haber una tasa tur¨ªstica, como hay en otros parques nacionales,? que sirviera para para financiar grupos que hicieran esa gesti¨®n, en la que debe primar que sea adaptativa, es decir, cambiante seg¨²n se modifiquen las condiciones. Eso no es trabajo de la ciencia, sino de gesti¨®n¡±, argumenta Benayas.
Entre los impactos ambientales registrados en isla Barrientos, enumeran la existencia de dos especies invasoras de unos diminutos artr¨®podos, los col¨¦mbolos, que podr¨ªan viajar en ropas y botas de turistas o cient¨ªficos, aunque tambi¨¦n por otras v¨ªas; tambi¨¦n han detectado metales pesados e hidrocarburos, si bien no m¨¢s que en otras zonas no tur¨ªsticas. Lo peor, aseguran, es el pisoteo de la vegetaci¨®n ant¨¢rtica. "Si los gu¨ªas que acompa?an a los turistas se?alizaran zonas de paso, se evitar¨ªan muchos problemas", asegura el bi¨®logo.
Lo que si tienen claro es que de seguir aumentando el turismo y, adem¨¢s, si se diversifican las actividades (kayak o buceo), podr¨ªa resultar problem¨¢tico porque a m¨¢s gente, m¨¢s residuos que acaban en las costas, arrastrados por las corrientes. Adem¨¢s, m¨¢s riesgo de llegada de especies invasoras, lo que podr¨ªa evitarse reforzando la bioseguridad para los pasajeros y miembros de la tripulaci¨®n: descontaminarse bien antes de los desembarcos.
Convencidos de que el turismo volver¨¢? a la Ant¨¢rtida, el Comit¨¦ Cient¨ªfico para la Investigaci¨®n en la Ant¨¢rtida (SCAR, por sus siglas en ingl¨¦s) ya est¨¢ evaluando la posibilidad de hacer un plan que incorpore todos los sitios visitables por los turistas de cara al futuro, incorporando lugares nuevos sobre todo en el Pen¨ªnsula Ant¨¢rtida. Pero ?y si falta informaci¨®n de esos lugares?
En su art¨ªculo, los investigadores espa?oles tambi¨¦n animan al Tratado Ant¨¢rtico a que tome resoluciones de emergencia y proponen crear grupos de trabajo que cada cuatro a?os elaboren un informe en el que se recoja el estado de los valores naturales y el patrimonio hist¨®rico de cada sitio tur¨ªstico ant¨¢rtico, as¨ª como un an¨¢lisis de las tendencia del turismo, los resultados cient¨ªficos en esos lugares y los del propio monitoreo, junto con propuestas de soluci¨®n. ¡°La experiencia adquirida a trav¨¦s del estudio en la isla Barrientos nos hace ser muy positivos sobre los beneficios potenciales de un modelo como el que proponemos, que es consistente con los esfuerzos que el SCAR y la IAATO tienen para desarrollar un Plan de Conservaci¨®n Sistem¨¢tica en la Pen¨ªnsula Ant¨¢rtica. Se trata de que haya una gesti¨®n ¨®ptima de la biodiversidad, la ciencia y el turismo en la regi¨®n sin llegar a prohibirlo¡±, concluyen.
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