La vuelta al mundo con 13 escritores
Un grupo de literatos evoca viajar en un periodo en el que muchas personas no podr¨¢n hacerlo por el coronavirus. Sus voces ejercen de gu¨ªa por diferentes lugares y tiempos; un periplo entre lo personal y lo creativo.
Echaron la vista atr¨¢s y comprobaron que aquella aventura era un atajo hacia la felicidad. A un tiempo hecho de polvo de estrellas fulgurantes, aunque su luz venga de un tiempo sin tiempo que ilumina recuerdos: N¨¦lida Pi?on se ve a los cuatro o cinco a?os en la playa casi an¨®nima de Copacabana ¡°recogiendo bichitos para hacer arroz¡±¡ Elena Poniatowska siente en su cara el viento que entraba por la ventanilla del coche cuando ten¨ªa 10 y comprob¨® la inmensidad de un M¨¦xico que dejaba a su Francia natal ¡°como un pa?uelo¡±¡ Colm T¨®ib¨ªn sonr¨ªe al escuchar el latir de la vida que le descubri¨® Londres cuando sali¨® por primera vez de Irlanda a los 19 a?os¡ Paco Roca revive los pasos de Tint¨ªn cuando a los veintitantos a?os hizo realidad el sue?o de ir a Egipto¡
Ellos y hasta un total de 13 escritores sirven de gu¨ªas por destinos de todo el mundo con sus evocaciones como una manera de viajar en un periodo en el que muchos no lo podr¨¢n hacer por la pandemia del coronavirus. Un periplo a trav¨¦s de sus voces por diferentes lugares y tiempos con peque?os grandes viajes que los marcaron en lo personal y lo creativo. Nos hablan de lo que vieron, oyeron, pensaron, sintieron¡ Billetes para unas vacaciones literarias.
Surcando el Nilo
"En mi primer viaje segu¨ª los pasos de Tint¨ªn. Desde peque?o siempre me ha encantado, en especial el c¨®mic Los cigarros del fara¨®n, que debe ser el que m¨¢s he le¨ªdo en la infancia. Descubr¨ª con este personaje la aventura, y con ese ¨¢lbum la curiosidad y el inter¨¦s por Egipto. Cuando empec¨¦ a trabajar como ilustrador de publicidad, con el primer dinero que tuve ese mismo verano de mediados de los a?os noventa me fui a visitar ese pa¨ªs. ?Una experiencia incre¨ªble! Ya conoc¨ªa a pintores y escritores rom¨¢nticos que hablaban del lugar y, de repente, te encontrabas en medio de la tierra de una civilizaci¨®n perdida y decadente. Hice el viaje cl¨¢sico por el Nilo. Me vi casi como un explorador del siglo XIX. Hice realidad un sue?o y aquello me sirvi¨® en muchas facetas profesionales a la hora de contar ambientes y de transcribir en mis dibujos esa sensaci¨®n de una ?gloria perdida.
Me embarqu¨¦ en Luxor, junto a Karnak, uno de los lugares m¨¢s espectaculares en los que he estado. Era un barco econ¨®mico. El dinero no me alcanzaba para grandes lujos, pero la experiencia fue ¨²nica. Viv¨ª el primer atardecer de manera especial con ese rojo de la arena del desierto mientras navegaba. La mente se me iba a todas esas novelas de aventuras, a esos grabados de David Roberts. El viaje termin¨® en Abu Simbel, el cierre perfecto con ese templo y esas esculturas de Rams¨¦s. La felicidad, muchas veces, es poder cumplir esos sue?os de la infancia. De ni?o, leyendo Tint¨ªn, me hab¨ªa imaginado estar all¨ª; fueron los d¨ªas m¨¢s felices de toda mi vida¡±.
Paco Roca (Valencia, Espa?a, 1969) es un historietista e ilustrador publicitario. En 2008 obtuvo el Premio Nacional del c¨®mic por Arrugas. Entre sus obras destacan El invierno del dibujante, Los surcos del azar o El tesoro del cisne negro,? que Alejandro Amen¨¢bar est¨¢ adaptando al formato serie. En oto?o publicar¨¢ Regreso al Ed¨¦n (Astiberri).
El eterno trotamundos
¡°Mi nomadismo empez¨® cuando ten¨ªa 17 a?os, en el verano de 1950. Cog¨ª la bicicleta y le dije a mi madre que me iba: fui a B¨¦lgica. Ese fue mi primer viaje al extranjero y, en cierta manera, ya nunca he parado. Lo que es dif¨ªcil para los dem¨¢s, para m¨ª es normal. El viaje sale de la curiosidad, de ver c¨®mo viven los otros. En Bolivia o Argentina he encontrado a j¨®venes que viajan en autob¨²s y toman un a?o de su vida para descubrir el mundo. Otra cosa es el turismo. Pero estos j¨®venes lo hacen como yo lo he hecho. Hay que dejarse llevar. Llegar a una ciudad, ir a la terminal de autobuses, tomar cualquiera y dejarse llevar. As¨ª habr¨¢ aventuras, cosas feas, cosas bellas, gente interesante, gente aburrida. Nunca se sabe. As¨ª el mundo se ensancha. Y si puedes aprender el idioma antes de viajar, mucho mejor. Entonces el mundo s¨ª que ser¨¢ grande y diferente.
Recuerdo las dos veces que he ido a Jap¨®n en un peregrinaje por 33 templos de los 68 que hay. Tard¨¦ dos meses. Son casi seis kil¨®metros entre un templo y otro. M¨¢s que viajar, es la necesidad de conocer lo que me mueve¡±.
Cees Nooteboom (La Haya, Holanda, 1933) obtuvo el Premio Formentor de las Letras 2020. Escritor, ensayista, traductor y poeta, entre sus obras figuran En las monta?as de Holanda, Tumbas, Noticias de Berl¨ªn, Lluvia roja y Hotel n¨®mada. En oto?o publicar¨¢ El le¨®n, la ciudad y el agua (Siruela).
Un viaje a las estrellas
"Mi viaje fue c¨®smico. Me encantan los fen¨®menos celestes. Estoy inscrita en un site de la NASA que me anuncia fen¨®menos diferentes. En 2001 anunciaron una lluvia de estrellas espectacular, las Le¨®nidas, en mitad de noviembre, la cola de un cometa llamado Tempel-Tuttle que a su paso hacia el Sol se tornar¨ªa incandescente. Dec¨ªan que no habr¨ªa un fen¨®meno igual en 100 a?os y que dejar¨ªa entre 1.000 y 3.000 estrellas fugaces por hora. Yo viv¨ªa en Los ?ngeles y la luz de la ciudad est¨¢ contraindicada para observar el fen¨®meno. Habl¨¦ con una amiga que viv¨ªa a dos horas. A las cinco de la tarde me llam¨® y me dijo que el cielo estaba nublado. No lo pod¨ªa creer. Pens¨¦ que deb¨ªa de haber un lugar en California donde el cielo estuviera despejado. Corr¨ª al computador y vi que Palm Beach era ese lugar. Viajamos con mi marido dos o tres horas. ?l revis¨® el mapa y vio que cerca de all¨ª estaban las monta?as de San Jacinto. Tras avanzar por lo profundo de la noche y ya con las luces de la civilizaci¨®n que apenas se ve¨ªan, encontramos una zona de campin. Era medianoche cuando estacionamos, nos bajamos y nos quedamos recostados en la puerta del coche alelados: nunca hab¨ªa visto un cielo con tantas estrellas. Iluminaban una noche sin luna que permit¨ªa que vi¨¦ramos nuestras sombras. Luces de toda clase cayendo, dejando estelas de colores, del rojo al amarillo como trazos fosforescentes como tirados por un ni?o travieso de la constelaci¨®n de Leo. Una fiesta de serpentinas iluminadas, un milagro c¨®smico. No van a pasar 100 a?os para volverlas a ver, sino 33 cuando, en 2034, haya otra lluvia de estrellas similar. Los que puedan no se la pierdan, vayan a una monta?a o lejos de la ciudad y har¨¢n un memorable viaje a las estrellas".
Gioconda Belli (Managua, 1948). Es miembro de la Academia Nicarag¨¹ense de la Lengua. Es poeta y narradora, y fue activista del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional. Su novela m¨¢s reciente es Las fiebres de la memoria (Seix Barral).
?frica de ayer, ?frica de hoy
Viajar a ?frica era como desplazarse en el tiempo. Aferrarse a algunos de los ¨²ltimos restos de historia antigua que todav¨ªa existen en el mundo. All¨ª pod¨ªa ver con mis ojos los ¨²ltimos animales salvajes, a los que hemos masacrado y que est¨¢n desapareciendo. Quer¨ªa decir percibir el olor de un viento que no conoce asfalto ni gasolina. Quer¨ªa decir conocer a personas c¨¢ndidas y crueles que segu¨ªan viviendo de sus brazos y de su tierra.
Sabemos qu¨¦ han hecho los europeos en nombre de la civilizaci¨®n: saquearon las materias primas sin dar nada a cambio; se apropiaron de los brazos m¨¢s robustos, los hicieron esclavos y los exportaron a tierras lejanas; masacraron los animales salvajes. Todo en nombre de la civilizaci¨®n y de una nueva religi¨®n ?monote¨ªsta.
Para m¨ª, visitar ?frica, sobre todo en compa?¨ªa de personas tan queridas como Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini, era un modo de conocer y comprender la historia, las costumbres, los pensamientos de aquellos que a sus espaldas no tienen cuentos de vencedores, sino largas tragedias de servidumbre.
Hoy ?frica tiene otros enemigos que no vienen desde el exterior, sino desde el interior: extremistas religiosos intransigentes y violentos que, en nombre de un dios con rostro severo y vengativo, someten, humillan y asesinan a todo aquel que no piensa como ellos, y antes que a nadie a sus propios hermanos y compatriotas.
Recuerdo a mujeres robustas, grandes caminantes, libres aunque consideradas como burros de carga, que gestionaban y dirig¨ªan todos los peque?os mercados africanos. Volviendo ahora a los pa¨ªses del interior, me he encontrado con esos mercados en manos de extranjeros y mujeres cubiertas de negro de los pies a la cabeza, sin despegarse de las paredes. Este es el mal de ?frica en estos d¨ªas, atrapada como est¨¢ en una terrible guerra civil entre los que se toman en serio las palabras escritas en el siglo V y aquellos que quieren historizar, comprender, estudiar, emanciparse en nombre de nuevas libertades y nuevos conocimientos. Est¨¢ en juego el futuro de un continente colosal de donde todos venimos y del que somos hijos, pero cuya supervivencia est¨¢ hoy en riesgo a causa del hambre y del odio.
Dacia Maraini (Fiesole, Italia, 1936) es poeta, dramaturga, novelista, ensayista y guionista de cine. Su ¨²ltimo libro en Espa?a es Isolina. La mujer descuartizada y en septiembre publicar¨¢ Tr¨ªo. Dos amigas, un hombre y la peste de Mesina (Altamarea Ediciones).
Traducci¨®n de Giuseppe Grosso
Copacabana, sue?os e inspiraci¨®n
¡°Antes de que Copacabana tuviera el encanto y el fulgor de hoy yo viv¨ª all¨ª. Ten¨ªa unos cuatro o cinco a?os, entre las d¨¦cadas treinta y cuarenta, cuando mis padres se mudaron all¨¢. Era un inmenso arenal en forma de medialuna. Uno se pon¨ªa en una punta extrema de la playa para ver la otra punta y comprobar que se formaba una especie de collar de perlas. Mi padre, que era un gran nadador, me llevaba a la playa, donde yo buscaba bichitos que ven¨ªan del mar para hacer arroz. Era una aventura fant¨¢stica. A veces miraba y miraba el mar¡, como cre¨ªa que ah¨ª empezaba Europa le dec¨ªa a mi madre: ¡®?Vamos a Europa, vamos a Europa!¡¯. Ella contestaba: ¡®No ha llegado el momento de ir a Europa. Pero prometemos llevarte, hay que esperar¡¯. Yo insist¨ªa porque cre¨ªa que la frontera con Europa era ?Copacabana.
Entonces, no era el lugar deslumbrante y pecaminoso de hoy, pero ya ten¨ªa una belleza extraordinaria. En aquellos a?os comenzaban a vivir all¨ª peque?os funcionarios y a la vez millonarios. Empezaron a emerger edificios hasta convertirse en lo que es hoy. Luego nos fuimos. Mi abuelo gallego le dec¨ªa a mi padre: ¡®?Pero Daniel, por qu¨¦ no compraste terrenos all¨ª!¡¯. ?l le contestaba: ¡®Uno no puede adivinar el futuro¡¯. Pero con su belleza y atractivo, Copacabana inspir¨® muchas cosas m¨ªas, desarroll¨® mi imaginaci¨®n¡±.
N¨¦lida Pi?on (R¨ªo de Janeiro, Brasil, 1934) obtuvo el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras en 2005 y es miembro de la Academia Brasile?a de Letras. Su libro m¨¢s reciente es su mosaico autobiogr¨¢fico La ¨¦pica del coraz¨®n (Alfaguara). Es hija de padres y abuelos gallegos migrados a Brasil.
La inmensidad de un campo de ma¨ªz
¡°A los 10 a?os, en mitad de la II Guerra Mundial, sal¨ª de Par¨ªs con mi hermana y mis padres. Llegamos a Bilbao y embarcamos a M¨¦xico. All¨ª me di cuenta de que era un pa¨ªs tan grande que Francia a su lado era un pa?uelo. Ese nuevo pa¨ªs era el pa¨ªs de mi mam¨¢. Viv¨ªamos en Ciudad de M¨¦xico, una urbe chaparrita con muchas casas y edificios bajos de color sangre quemada porque las casas eran rojas y el sol les rebajaba el color. Lo primero que recuerdo es que desde la ciudad ¨ªbamos por una carretera. Mi mam¨¢ manejaba, aunque le dec¨ªan que no viajara sola con sus hijas. No hac¨ªa caso. Era muy atrevida; durante la guerra lo hizo con ambulancias en plena noche, incluso con los faros apagados para que no la vieran los alemanes.
Aquel d¨ªa ¨ªbamos por la carretera hacia Acapulco cuando no era famosa. Ahora es una ciudad horrible, por el turismo y la idiotez. En ese viaje vi un inmenso pa¨ªs, un inmenso campo de ma¨ªz, algo que jam¨¢s hab¨ªa visto porque, aunque en Francia hab¨ªa atravesado en bicicleta los campos de lavanda para ir a la escuela, era solo una colcha de cuadritos de colores de cultivos. Ese d¨ªa en la carretera que nos llevaba al mar tuve una sensaci¨®n que nunca antes hab¨ªa tenido: sent¨ª la inmensidad. Una carretera azul marino, sin un alma y alg¨²n perro flaco que no entend¨ªa c¨®mo hab¨ªa llegado ah¨ª. El olor del mar anticip¨® la llegada. Hab¨ªa un solo hotel, El Papagayo, que no comet¨ªa la groser¨ªa de estar en la arena de la playa, sino que hab¨ªa que atravesar la calle para ir al mar¡±.
Elena Poniatowska (Par¨ªs, 1932) recibi¨® el Premio Miguel de Cervantes en 2013. Es periodista y autora de obras como La noche de Tlatelolco y La piel del cielo. Su novela m¨¢s reciente es El amante polaco (Seix Barral). Es hija del pr¨ªncipe polaco Jean E. Poniatowski y la mexicana Mar¨ªa de los Dolores Amor Escand¨®n.
R¨ªos color turquesa en el desierto
"Cuando ten¨ªa alrededor de 12 o 13 a?os fui por primera vez a un lugar de cacer¨ªa cerca de Piedras Negras, en Coahuila, en la frontera con Estados Unidos. Primero viajamos en tren desde Ciudad de M¨¦xico hasta Santi; fueron 12 horas. Luego ocho horas m¨¢s en autob¨²s. Me pareci¨® lej¨ªsimos. Llegamos al rancho San Mart¨ªn de mi primo Pepe S¨¢nchez; se llama San Mart¨ªn porque ellos se apellidan S¨¢nchez Mart¨ªnez. Es un rancho de 5.000 hect¨¢reas del cual qued¨¦ prendado. Regresamos unas cuantas veces, hasta que en 1981 mi primo Pepe lo rent¨® a unos americanos y ya no pudimos volver all¨¢.
A?os despu¨¦s, mi amigo Sergio Avil¨¦s, originario del Estado de Coahuila, me invit¨® a una poblaci¨®n llamada Zaragoza y empezamos a cazar por la zona. Resulta que el lugar donde iba a cazar est¨¢ apenas a unos dos kil¨®metros del rancho donde iba a cazar en 1971. Ha sido una emoci¨®n regresar a esa misma zona donde iba todos los veranos. Hay unos r¨ªos espectaculares de color turquesa. Uno no se puede imaginar en mitad del desierto esos r¨ªos de colores. Los atardeceres son bestiales. Quiz¨¢s ah¨ª habita la mejor gente que he podido conocer en el mundo. Aqu¨ª y all¨¢ aparecen manchas de encinas y nogales. Es ah¨ª donde, quiz¨¢, tengo los mejores recuerdos que me han acompa?ado desde los 12 a?os hasta ahora con 62. Son 50 a?os de estar vinculado a esa tierra¡±.
Guillermo Arriaga (Ciudad de M¨¦xico, 1958) es escritor, adem¨¢s de productor, guionista y director de cine. Como guionista destacan Amores Perros, 21 gramos, Babel y Los tres entierros de Melquiades Estrada. Su libro m¨¢s reciente es Salvar el fuego (premio Alfaguara de novela en 2020).
Cuban¨ªa dos en uno
¡°No tengo experiencia de vacaciones porque soy, digamos, un viajero profesional, para no decir un extranjero profesional. Hay dos lugares que me evocan un estado de ¨¢nimo, ya que est¨¢n vinculados a buenos recuerdos: La Habana y Miami, el cubanismo. Crec¨ª en Nueva York en un mundo en el cual hab¨ªa muchos exiliados, primero del r¨¦gimen de Batista y luego de los hermanos Castro. De ni?o ten¨ªa una imagen m¨¢gica de Cuba. Diez a?os m¨¢s tarde tuve mi peque?a ¨¦poca radical izquierdista, ahora odio la pol¨ªtica. En los noventa me invitaron a visitar la isla. As¨ª la conoc¨ª desde el punto de vista de los exiliados que regresaron y personas que viv¨ªan en Miami.
La Habana es una ciudad extraordinaria no solo con grandes monumentos y lugares erigidos por los espa?oles, tambi¨¦n tiene casas modernistas de gran inter¨¦s arquitect¨®nico. Luego est¨¢ Miami con todos los cubanos que crearon un espacio especial. Dos lugares m¨¢gicos de la revoluci¨®n y del exilio que empezaron a fusionarse en mi imaginaci¨®n. Ahora no llego a pensar en La Habana sin pensar en el Miami cubano. Durante bastantes a?os no sab¨ªa cu¨¢l era cu¨¢l. Dos ciudades encarnaci¨®n del cubanismo con sus acentos y el poder de su seducci¨®n. El cubanismo como algo binario¡±.
David Rieff (Boston, Estados Unidos, 1952) es periodista, analista pol¨ªtico y cr¨ªtico cultural; ha cubierto grandes conflictos en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Su libro m¨¢s reciente es Contra la memoria (Debate). Es hijo de la escritora e intelectual Susan Sontag.
Noches de luz sin sombra en Reikiavik
"En un verano de mediados de los a?os noventa hice la ¨²nica cosa rara en mi vida: un viaje a Islandia. Cuando uno tiene un sue?o no siempre va a ser ir a Islandia. Se produjo por algo casual y fui con mi marido. Lo primero que recuerdo es el trayecto del aeropuerto a Reikiavik, bastante alejado, lo que permiti¨® que viera el campo. Una tierra llana poblada de yuyiyos, esas plantitas que nacen por todos lados, y vi tr¨¦boles por doquier, un campo muy verde. En invierno la nieve lo cubre todo, nutre la tierra, y lo que deja no est¨¢ mal.
En el trayecto hab¨ªa dos casas grandes donde paramos. Ten¨ªan una especie de jard¨ªn, plantaciones y animalitos. Yo muy curiosa me acerqu¨¦ a una casa con muchas gallinas; se ve que entreabr¨ª una puerta y todo el galliner¨ªo se escap¨®. Me tuve que dedicar a devolver las aves al corral; entonces, not¨¦ que eran muy obedientes, no s¨¦ si es una particularidad de las gallinas islandesas, pero atendieron volver al corral sin mucha alharaca. Ya sab¨ªa que Islandia era un pa¨ªs muy ?civilizado.
Las noches ten¨ªan un cielo muy estrellado, aunque menos que el de Montevideo. Lo que me sorprendi¨® fue la cordialidad y educaci¨®n de la gente. Me sorprendi¨® la naturaleza, el espacio. Y, claro, el sol de medianoche, su claridad. No es que se vea el sol relumbrando, es una claridad distinta porque la luz viene de un sol escondido, de un sol que recuerdo ver c¨®mo se sumerg¨ªa en el mar mientras su luz segu¨ªa. Es una luz sin sombras¡±.
Ida Vitale (Montevideo, 1923) gan¨® el Premio Miguel de Cervantes en 2018. Es poeta, narradora, traductora y ensayista. Toda su obra po¨¦tica est¨¢ en Poes¨ªa reunida (Tusquets). Entre 1973 y 1985 vivi¨® exiliada en M¨¦xico a causa de la dictadura de Uruguay. Residi¨® en Austin (Texas, EE UU) entre 1989 y 2016.
Londres, esa ventana al mundo
¡°El Gobierno brit¨¢nico pag¨® mi primera salida de Dubl¨ªn y visita a Londres. Un d¨ªa de febrero de 1974, cuando ten¨ªa 19 a?os, fui a la oficina de la universidad que asesora sobre tu futuro tras acabar los estudios. El hombre que atend¨ªa me dijo que, si quer¨ªa ser funcionario, hab¨ªa un sistema en el que pod¨ªas ir a Londres y ser funcionario brit¨¢nico. Y a?adi¨® que pod¨ªa conocer la ciudad y las oficinas y el sistema de gobierno, todo pagado por ellos. Yo era irland¨¦s y no quer¨ªa ser funcionario¡ Nunca hab¨ªa salido de mi pa¨ªs, ni a ?Irlanda del Norte.
Pocas semanas despu¨¦s viajaba en un barco desde Dubl¨ªn hasta Liverpool, luego en un tren en primera clase hasta Londres. Llegu¨¦ a un hotel de tres estrellas. Durante una semana fui cada d¨ªa a un departamento de la Administraci¨®n inglesa. A las tres de la tarde quedaba libre y nos daban dinero. Iba a museos y, especialmente, a las librer¨ªas, que eran maravillosas. Caminaba por las calles sin conocer a nadie, algo impensable en Dubl¨ªn. Conoc¨ªas los bares, la noche con su oferta divertida. Me impact¨® la ciudad. Irlanda era un pa¨ªs blanco, solo viv¨ªan irlandeses, pero Londres¡ Londres ten¨ªa restaurantes indios, paquistan¨ªes y de diferentes pa¨ªses. Yo ten¨ªa 19 a?os, era bastante inocente, y lo que me interesaba era comprar libros e ir a museos¡ No, m¨¢s que libros y museos, Londres era el ambiente en las calles. Todo el mundo estaba ah¨ª¡±.
Colm T¨®ib¨ªn (Enniscorthy, Irlanda, 1955) es escritor, ensayista, cr¨ªtico literario y ha sido profesor interino de universidades como las de Princeton, Stanford, Texas y Nueva York. Es autor de libros como The Master. Retrato del novelista adulto y Brooklyn. Su novela m¨¢s reciente es Nora Webster (Lumen).
En un pueblo de M¨¢laga
¡°Mi primer recuerdo de Espa?a es el de un agosto en la Gran V¨ªa de Madrid y los olores, el hecho de que todav¨ªa hubiera artesanos trabajando delante de sus tiendas. Madrid me alucin¨®. Fue el a?o 1969, m¨¢s cerca, a¨²n, de la Guerra Civil que de la democracia que iba a llegar. Viaj¨¦ en aquel verano despu¨¦s de estudiar en Oxford y en el comienzo de un m¨¢ster en la Universidad de Reading sobre la Guerra Civil espa?ola. La idea era veranear y aprender espa?ol con unos amigos y mi novia. Mis amigos ingleses me hab¨ªan prevenido contra la comida espa?ola y result¨® que ?me encantaba! Esas tortillas me gustaron desde el primer bocado. Aquel verano engord¨¦. Hubo cosas que me horrorizaron, como ver a mutilados de la Guerra Civil en las calles y ver se?ales de guerra.
Esa semana en Madrid hizo un calor espantoso, as¨ª es que tomamos un tren y nos fuimos a un pueblo de M¨¢laga. El viaje fue nocturno y muy lento. No fue hasta la ma?ana que descubrimos ese paisaje del sur que desde entonces me ha llamado siempre la atenci¨®n por sus contrastes: zonas secas pintadas por otras verdes, peque?os bosques o cultivos, como los olivares, que suben y bajan por las hondonadas, as¨ª como los pueblos de casas blancas que brillan bajo un cielo azul. Mientras mis amigos iban de copas y a la playa, yo me centraba en aprender espa?ol. Lo que m¨¢s recuerdo es la amabilidad y comprensi¨®n de la gente con alguien que balbuceaba palabras. Un d¨ªa, un vecino del pueblo me pregunt¨® qu¨¦ iba a hacer al d¨ªa siguiente. ¡®Ir a Granada¡¯, le contest¨¦. Me mir¨® sorprendido y dijo: ¡®Ah¨ª no hay nada, solo cosas viejas¡¯. Me hizo gracia¡±.
Paul Preston (Liverpool, Reino Unido, 1946). Es historiador y uno de los m¨¢ximos expertos en la historia de Espa?a del siglo XX. Su t¨ªtulo m¨¢s reciente es Un pueblo traicionado. Espa?a de 1874 a nuestros d¨ªas. Corrupci¨®n, incompetencia pol¨ªtica y divisi¨®n social (Debate).
Madrid-Praga, dos ciudades unidas por un poema
"El viaje que m¨¢s nos tienta siempre es el que nos lleva a un lugar desconocido. As¨ª fue mi primera visita a Praga para conocer al poeta Vladim¨ªr Holan. El pa¨ªs estaba bajo el dominio sovi¨¦tico, por lo que Holan, rebelde, estaba encerrado y no quer¨ªa ver a nadie. Yo llevaba seis a?os sin escribir poes¨ªa, pero tras leer Una Noche con Hamlet volv¨ª a ella con entusiasmo. Tanto que busqu¨¦ al traductor de Holan, Josef Forbelsky, y le mand¨¦ lo que hab¨ªa escrito, Amor. ?l se lo hizo llegar, y recib¨ª como respuesta un libro dedicado: 'A Clara Jan¨¦s, con amor'. Yo estaba en Barcelona y con ayuda de una amiga checa le escrib¨ª diciendo que me gustar¨ªa mucho conocerlo. Contest¨® que pod¨ªa ir a verlo cuando quisiera y a los dos d¨ªas tom¨¦ un avi¨®n. Era el 13 de junio de 1975. En aquellos a?os Praga era una ciudad misteriosa, oscura, y tambi¨¦n muy bonita con sus casas de jardines preciosos. No ten¨ªa el coloreado de Walt Disney de hoy. El d¨ªa que fui a ver a Holan llev¨¦ vino, rosas y poemas. ?l se escondi¨® detr¨¢s de las rosas, hizo caso al vino y solo al despedirse tom¨® en sus manos los poemas. Se puso a temblar y su rostro cambi¨® de color. Me cogi¨® las manos, las bes¨® y me pidi¨® que volviera. Estudi¨¦ checo para poder hablar con ¨¦l y a los dos a?os regres¨¦, y as¨ª cada a?o hasta que se muri¨®. Resulta que ¨¦l me hab¨ªa adivinado antes de conocerme. Su poema Una noche con Ofelia, escrito mucho antes de tener noticias m¨ªas, habla de una mujer de Barcelona que viajaba a su tierra para conocer a un poeta. La historia la relat¨¦ en La voz de Ofelia.
Aquel primer verano estuve pocos d¨ªas en Praga. Recuerdo el caf¨¦ Slavia, lugar de reuni¨®n de escritores e intelectuales, donde, precisamente, Holan tradujo a G¨®ngora. Me sorprendieron el cementerio jud¨ªo antiguo y las iglesias con sus ¨®rganos y su m¨²sica. Praga era una ciudad muy seductora¡±.
Clara Jan¨¦s (Barcelona, 1940) es poeta, traductora y miembro de la Real Academia Espa?ola. Su obra m¨¢s reciente es Kamasutra para dormir a un experto (Siruela). Es hija del editor Josep Jan¨¦s i Oliv¨¦.
Las respuestas del monte Athos
¡°En un viaje al Medievo en Athos fui en busca de m¨ª mismo. Es el viaje m¨¢s raro que he hecho, hasta ese monte situado en una pen¨ªnsula de Grecia en el Mediterr¨¢neo. Fue como estar en una ficci¨®n. Un lugar de fe pura para una persona con una relaci¨®n con la religi¨®n muy dif¨ªcil como yo, que he sido de todo en mi vida: un poco ateo, creyente, alguien que no sab¨ªa si creer. Un viaje para comprender cosas sobre m¨ª. Fueron cuatro d¨ªas, lo m¨¢ximo que autorizan en este sitio prohibido para mujeres y lleno de monasterios. No ten¨ªa un plano del lugar. Estaba solo con mi maleta peque?a. All¨ª, lo que haces es moverte de un monasterio a otro y pedir hospitalidad por la noche sin ninguna seguridad de que te dejen dormir o te den comida. Fue la primera vez que part¨ª sin seguridad de nada y solo con preguntas. Apenas habl¨¦ con algunos monjes que me recibieron en los monasterios. Cuatro d¨ªas de soledad muy intensa. Los monasterios son impresionantes, antiguos y maravillosos, situados en lugares muchas veces de dif¨ªcil acceso, sobre montes o sobre el mar, y cada uno es diferente del otro. Fue como viajar a la Edad Media. Era 2015 y yo ten¨ªa 33 a?os¡±.
Paolo Giordano (Tur¨ªn, Italia, 1982). Con su debut en la novela, La soledad de los n¨²meros primos, obtuvo en 2008 en Italia el Premio Strega y el Campiello a la mejor ¨®pera prima. Fue un ¨¦xito global. Su novela m¨¢s reciente es Conquistar el cielo (Salamandra).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.