El desaf¨ªo de los profesores

Las largas tiras de precinto rojiblanco se mecen agitadas por el viento a la entrada del edificio. Los buzones donde se han de depositar las matr¨ªculas para el a?o que viene se han colocado a modo de barricada de forma que nadie pueda rebasar este punto. Al otro lado comienzan los pasillos vac¨ªos, donde silba el aire y acaricia las escaleras, ronda las aulas, pasa entre sillas y mesas apiladas. Al final de la galer¨ªa a¨²n quedan colgadas las coloridas postales de la ¨²ltima exposici¨®n de los alumnos, titulada La mujer en la guerra. Son afiches de propaganda de la Primera Guerra Mundial, por donde iba el temario cuando se acercaba el 8 de marzo, D¨ªa de la Mujer y ¨²ltimo domingo antes de que todo volara por los aires. La iconograf¨ªa de alguna de las viejas l¨¢minas ha adquirido un inquietante tono actual. Una de ellas muestra a una enfermera enmarcada por una enorme cruz roja bajo la palabra ¡°HELP¡±.

Junto al mural se encuentra la sala de profesores y en su interior cuatro docentes charlan de forma animada. Se intuye en su energ¨ªa las ganas que tienen de que regrese la vida al instituto p¨²blico Cartima, uno de los m¨¢s j¨®venes y reputados de la provincia de M¨¢laga, en la localidad de C¨¢rtama. En marzo, cuando 8,2 millones de alumnos de ense?anzas no universitarias fueron enviados a casa de un d¨ªa para otro, aqu¨ª tardaron muy poco en reaccionar. ¡°Llev¨¢bamos seis a?os prepar¨¢ndonos para una pandemia y no lo sab¨ªamos¡±, asegura Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz, el director del centro y profesor de Tecnolog¨ªas de la Informaci¨®n y las Comunicaciones (TIC). El instituto fue inaugurado en 2014 y gracias al impulso de Ruiz y un equipo de apasionados de la docencia ha sido reconocido y premiado por su apuesta educativa sin libros de texto, basada en proyectos y ultratecnol¨®gica. Cada uno de los 350 alumnos cuenta con una tableta; a los pocos que no la tienen se la presta el centro; los maestros van a todas partes con ella y enseguida, para mostrar cualquier cosa, la desenfundan; los trabajos digitales y la comunicaci¨®n a distancia entre profesores y estudiantes ya eran de uso corriente antes del coronavirus: para la exposici¨®n de mujeres en guerra, por ejemplo, los chicos hab¨ªan elaborado una audiogu¨ªa que se activa con la lectura de c¨®digos QR.

En abril, cuando ya se hizo evidente que la vuelta a las aulas ser¨ªa inviable, el claustro se reuni¨® por videoconferencia y decidi¨® darle un revolc¨®n al temario. Acordaron que todas las asignaturas girar¨ªan en torno a la crisis sanitaria. De este modo, en Biolog¨ªa los alumnos estudiaron gen¨¦tica, pero centr¨¢ndose en el ARN y el ADN, en las mutaciones de los virus y la zoonosis; en TIC se les ped¨ªa que buscaran datos y estudios que habr¨ªan de explorar con distintas aplicaciones; muchos de estos informes estaban en ingl¨¦s, lo que los obligaba a esforzarse en esta lengua; en Historia viajaron al pasado a trav¨¦s de viejas pandemias, como la peste negra en el siglo XIV y la mal llamada gripe espa?ola a principios del XX. El resultado son trabajos profundos y maduros. Desde un ¨¢rbol filogen¨¦tico del coronavirus para tratar de explicar ¡°c¨®mo ataca, c¨®mo se propaga e incluso c¨®mo pararlo¡± a unos cuidados documentales hist¨®ricos con sobrecogedoras im¨¢genes de ¨¦poca, tan parecidas a las de hoy.

¡°Yo quer¨ªa que los alumnos reflexionaran sobre lo que est¨¢bamos viviendo¡±, dice Emilio Maldonado, el docente de Historia. ¡°Lo esencial de la educaci¨®n es formar a los ni?os para que el d¨ªa de ma?ana sean personas responsables y contribuyan a mejorar la sociedad. Y creo que tras estos meses van a ser m¨¢s conscientes¡±. En palabras de Patricia Carrasco, la profesora de Biolog¨ªa: ¡°Los estudiantes necesitaban hablar, expresarse, cuestionarse cosas. No ten¨ªa sentido que sigui¨¦ramos con contenidos desconectados de la realidad. Lo vivencial es lo que se te queda. Y ha sido extraordinaria su respuesta. Se han motivado con la situaci¨®n¡±.

Ahora queda el reto de septiembre. Por el patio del instituto se pasea esta ma?ana la presidenta del AMPA con un especialista en reformas, metro en mano. Valoran espacios al aire libre para el curso que viene. El centro pretende que la mitad de los alumnos pueda estar ¡°fuera¡± cada jornada; unos en aulas descubiertas, otros en excursiones que se har¨¢n a diario por la zona, lo cual parece casi un regreso a los principios de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que buscaba ¡°abrir¡± las paredes de las escuelas para que se produjera as¨ª ¡°no la mera instrucci¨®n y ense?anza, sino la plena educaci¨®n intelectual¡±, escribi¨® Manuel B. Coss¨ªo, uno de sus pensadores. Aurora Carretero, la jefa de estudios y profesora de Ingl¨¦s del Cartima, lo expresa en t¨¦rminos m¨¢s prosaicos: ¡°Tendremos que mirar el tiempo todos los d¨ªas¡±.

Este es quiz¨¢ el punto m¨¢s cr¨ªtico al que se enfrentan todos los centros de Espa?a: el regreso a clase. Seg¨²n los docentes de la ense?anza obligatoria entrevistados para este reportaje, una muestra diminuta de los cerca de 700.000 que hay en toda Espa?a, las instrucciones que han recibido de las consejer¨ªas de Educaci¨®n son confusas y poco concluyentes; los recursos para cumplirlas resultan escasos; reina el principio de incertidumbre y cada colegio e instituto parece enfrentarse al nuevo curso a su modo y como buenamente puede. La mayor¨ªa se muestra poco esperanzada. ¡°Va a haber contagios seguro¡±, dice el director del Cartima. ¡°Sinceramente pienso que vamos a estar una semana y nos van a volver a confinar¡±, a?ade el docente de Historia.

El estudio Panorama de la educaci¨®n en Espa?a tras la pandemia de covid-19, coordinado por el investigador Fernando Trujillo, de la Universidad de Granada, le pone cifras a las inquietudes de los profesores: el 69% est¨¢ preocupado por su formaci¨®n para este nuevo mundo; el 67%, por la falta de dispositivos entre alumnos; un 63%, por la falta de personal, y el 60%, por la ausencia de medidas de seguridad e higiene. ¡°El profesorado se ha sentido abandonado por la administraci¨®n educativa¡±, denuncia el informe. Y en ese desamparo, a?ade, influye la poca ¡°claridad¡± en las instrucciones. La volatilidad de este verano, con rebrotes y retroceso de fases, a?ade a¨²n m¨¢s confusi¨®n con vistas al regreso a las aulas.

Jorge Pozo Soriano, profesor de primaria de 34 a?os del colegio concertado Juan de Vald¨¦s, en Madrid, dice que ha desconectado de este punto casi por salud mental, para no ¡°agobiarse¡±, porque las autoridades afirman una cosa ¡°y a los dos d¨ªas lo cambian¡±. Cree que todo seguir¨¢ igual en septiembre. ¡°Yo estar¨¦ con mis 25 ni?os de cinco y seis a?os reci¨¦n llegados de infantil, sin haber pisado un colegio desde marzo. Yo solo. Con esos 25 ni?os, que te piden ir al ba?o, que alguno se hace pis o llora porque no est¨¢n sus padres¡±. En su opini¨®n: ¡°Acabar con el problema es algo tan sencillo y tan complicado como habilitar m¨¢s espacios y tener m¨¢s profesores. Pero al final parece que hay dinero para todo menos para educaci¨®n¡±. Sea con o sin mascarilla, y con mayor o menor distancia entre ni?os, este docente suspira: ¡°Solo s¨¦ que tengo un verano por delante en el que relajarme de todo el estr¨¦s que me ha supuesto este confinamiento¡±.

El 10 de marzo, ¨²ltimo d¨ªa de clase presencial, Jorge Pozo improvis¨® con sus peque?os una despedida: ¡°Les dije que si nos ve¨ªamos al d¨ªa siguiente, fenomenal. Pero que a lo mejor no volv¨ªamos al colegio y que tendr¨ªamos que esperar¡±. Casi 100 d¨ªas despu¨¦s, con el curso tocando a su fin, le envi¨® a cada uno de ellos un emotivo v¨ªdeo personalizado de despedida. Entre medias se ha inventado de todo para mantener el contacto y el inter¨¦s; tambi¨¦n ha vivido un frenes¨ª tecnol¨®gico en el que se pasaba el d¨ªa colgado del m¨®vil, la tableta y el port¨¢til. Ha aprovechado cada rinc¨®n de su casa para grabar clips caseros muy variados: trucos de magia, el reto de la harina, lectura de libros, papiroflexia¡­ Uno de ellos, en el que invita a los alumnos a hacer malabares con rollos de papel higi¨¦nico, resume a la perfecci¨®n la realidad rara, enclaustrada y a veces asfixiante que hemos vivido todos. ¡°Lo que me preocupaba del confinamiento era que la teor¨ªa se podr¨ªa dar de alguna forma, pero lo emocional les iba a faltar¡±, explica Pozo. ¡°Se trataba de decirles: ¡®Todo va a salir bien, estoy a vuestro lado y si necesit¨¢is algo lo pod¨¦is preguntar¡±. A menudo, a?ade, tambi¨¦n le ha tocado hacer de ¡°psic¨®logo¡± de los padres, igualmente angustiados y perdidos. ¡°Hemos dado por hecho que todo iba a ser muy sencillo, que los profes y las familias ten¨ªamos los recursos y las herramientas. Y no era as¨ª. Nos hemos adaptado como hemos podido, a base de mucho trabajo¡±. Cree que las autoridades educativas se equivocaron al tomar la decisi¨®n de evaluar y poner notas al ¨²ltimo tramo de un curso bajo el estado de alarma. ¡°Toda esta parte emocional se vino un poco abajo. Los profesores estuvimos mucho m¨¢s estresados, y tambi¨¦n las familias porque las oblig¨® a seguir plazos de entrega, a recuperar tareas, a mandarlas a tiempo, a estar pendientes de los ni?os porque, al menos los m¨ªos, son demasiado peque?os como para ser aut¨®nomos al 100%¡±.

Del futuro hay una parte que le aterra y tiene que ver con esas im¨¢genes ¡°como de quir¨®fano¡± que comenzaron a llegar de ni?os europeos que volv¨ªan a clase y jugaban en el recreo en cuadr¨ªculas separadas. ¡°Yo no entiendo la educaci¨®n a distancia, el hecho de que no puedas interactuar con un ni?o, abrazarlo si te lo pide, darle una mano si est¨¢ llorando en una excursi¨®n. Al colegio no van solo a estudiar contenidos. Van a aprender a vivir, a crecer y desarrollarse, a relacionarse unos con otros, a tener conflictos y a resolverlos. ?C¨®mo no se van a tocar los ni?os? ?C¨®mo no van a poder jugar en un patio juntos? Est¨¢n hablando de prohibir las pelotas y de que vamos a llevarlos al patio para que est¨¦n al aire libre un rato sin tocarse, pr¨¢cticamente sin hablar, sin mezclarse con grupos distintos al suyo. Se va a perder la esencia de la primaria por lo menos, que es justo eso: el contacto con otros y crecer juntos¡±.

Bel¨¦n Mu?oz, una maestra veterana de 59 a?os que hoy dirige el colegio p¨²blico P¨ªo XII de Madrid, se despert¨® hace poco con taquicardia por culpa de una pesadilla. Llegaba septiembre, arrancaba el nuevo curso y el primer d¨ªa de clase se le agolpaban 370 familias a la puerta de la escuela. En su angustiante sue?o no le hab¨ªa dado tiempo a avisar de los nuevos horarios de entrada ni del cambio en los accesos. ¡°?Dios m¨ªo!¡±, exclamaba superada. ¡°?Y est¨¢n todos aqu¨ª ya! ?Qu¨¦ hago? ?Llamo a la polic¨ªa? ?Los dejo entrar?¡±.

La pesadilla es comprensible. Mu?oz lleva semanas poniendo a punto el s¨®lido edificio de principios del franquismo ubicado en el barrio de Tetu¨¢n. Hay flechas con direcciones por el suelo; letreros que indican ¡°espere aqu¨ª su turno¡± y ¡°mantenga la distancia de seguridad¡±. En las aulas se han retirado pupitres para que no se superen los 20 alumnos y en algunas de ellas, sobre la mesa del profesor, se han colocado pantallas transparentes para proteger del contagio a los docentes considerados ¡°de riesgo¡±. Los armarios y estanter¨ªas, rebosantes de material compartido, han sido volteados y miran de cara a la pared, para que los ni?os no cojan ni manoseen nada. Para reducir el aforo de cada clase se han sacado de la manga un ¡°grupo mixto¡± cogiendo alumnos de cada una de las cuatro l¨ªneas. Estos ser¨¢n albergados en salas transformadas: ?El aula de m¨²sica? Reconvertida. ?La de compensatoria? Reconvertida. ?La biblioteca? Reconvertida.

Mu?oz pasea por el centro medio en penumbra, desborda vitalidad y va abriendo puertas y levantando persianas. El ventanal de una de las aulas vierte al patio, y all¨ª abajo se ve a una decena de cr¨ªos del campamento urbano. Solo uno lleva correctamente la mascarilla. La directora resopla. Dice que ya ha visto mascarillas ¡°neeeeegras¡± y sabe que cuando empiece el curso ser¨¢ complicado. ¡°Pero tampoco puedo hacer un recreo para cada curso¡±. Han sido semanas duras de reorganizaci¨®n. La directora muestra sus piernas con moratones y heridas que se ha hecho al acarrear muebles de un lado para otro, el colof¨®n de un a?o escolar extremo. ¡°Si cierro los ojos, este curso es¡­ covid. Lo que pas¨® antes del 10 de marzo est¨¢ borrado. ?Ha sido tan intenso!¡±.

El P¨ªo XII, explica Mu?oz, es un centro de ¡°dif¨ªcil desempe?o¡±, lo cual quiere decir que en ¨¦l se juntan familias de bajos recursos, muchos de ellos de minor¨ªas ¨¦tnicas y de origen extranjero. ¡°Se ha notado la brecha digital, la absoluta falta de recursos y el esfuerzo a?adido que han tenido que hacer muchos padres para ayudar a sus hijos cuando ni siquiera ellos llegaban a los conocimientos¡±, asevera. Los profesores trataron de hacer llegar las tareas por cualquier medio: del correo electr¨®nico a la entrega en mano de tareas que imprim¨ªan en casa, con su propia impresora, y previo aviso a la polic¨ªa para garantizar el salvoconducto durante el confinamiento. Mientras, al tel¨¦fono de Mu?oz llamaban las familias con razones acuciantes: ¡°Me contaban con bastante apuro que ten¨ªan necesidad de comida¡±. En este colegio, m¨¢s de 200 ni?os cuentan con beca de comedor, la cual constituye a veces la ¨²nica comida decente del d¨ªa. Consiguieron tarjetas de alimentos, donaciones de restaurantes. ¡°El colegio se convirti¨® en una atenci¨®n integral a las familias. Sin comer no se hacen los deberes, eso est¨¢ claro¡±.

Con vistas al curso que viene, Mu?oz est¨¢ apurando el presupuesto. Se ha dejado ¡°un dineral¡± en cubos de basura con pedal. Ha comprado 20 tabletas, quiz¨¢ logre alguna m¨¢s. Tambi¨¦n ha previsto ¡°muchas m¨¢s horas de inform¨¢tica en todos los cursos¡± y que se impartan algunas asignaturas de forma digital ¡°para que, si esto vuelve a ocurrir, los alumnos est¨¦n acostumbrados¡±. Reclama ¡°recursos tecnol¨®gicos urgentemente¡±, y tambi¨¦n humanos. Y concluye con una autocr¨ªtica sobre la brecha tecnol¨®gica entre docentes, que tambi¨¦n existe: ¡°Tendr¨ªamos que habernos tomado nuestra formaci¨®n m¨¢s en serio¡±.

El sistema educativo, igual que el resto de la sociedad, no estaba preparado para una crisis de esta envergadura. La situaci¨®n de alg¨²n modo ha hecho m¨¢s palpables las carencias. Seg¨²n Miriam Leir¨®s, una profesora gallega de 43 a?os de la escuela p¨²blica Antonio Palacios de O Porri?o (Pontevedra), el confinamiento destruy¨® ¡°la funci¨®n igualadora de la escuela¡±, que implica que dentro del aula todos tienen ¡°los mismos derechos y las mismas posibilidades¡±. De un d¨ªa para otro cada ni?o se qued¨® atrapado ¡°en su realidad, por cruel que fuese¡±. Lo ¨²nico que llegaba a todos era el Whats?App, afirma Leir¨®s, por lo que ella tuvo que saltarse los protocolos (que limitan el contacto al correo electr¨®nico y las plataformas docentes oficiales) para poder comunicarse con cada ni?o a trav¨¦s del m¨®vil. La pandemia tambi¨¦n evidenci¨® diferentes actitudes entre el profesorado. Unos cometieron, en su opini¨®n, ¡°casi una dejaci¨®n de funciones¡± limit¨¢ndose a mandar fichas o un libro en PDF, lo cual no aporta mucho cuando en estos tiempos cualquiera puede bajar contenidos de Internet. ¡°Y luego ha habido otra parte que ha hecho lo posible y lo imposible. Trabajando m¨¢s horas que nunca, sin mirar el reloj, y poniendo much¨ªsimos medios por su parte¡±.

Igual que ha sucedido con la mayor¨ªa de empleos que han teletrabajado durante la pandemia, los profesores hablan de jornadas que se fueron extendiendo hasta ocupar casi cada hueco del d¨ªa. Se borraron las fronteras entre el trabajo y el resto de la vida. Quienes ten¨ªan hijos a duras penas compaginaban ambas tareas. Muchos tuvieron que aprender tecnolog¨ªa a marchas forzadas. A subir un trabajo, a escanear documentos, a generar un archivo de Power Point, a enviar audios, editar v¨ªdeos, a corregir ex¨¢menes directamente en una pantalla (y sin boli rojo).

Leir¨®s trat¨® de ir m¨¢s all¨¢ del mero curr¨ªculo acad¨¦mico y, por ejemplo, encarg¨® a sus alumnos que construyeran una ¡°c¨¢psula del tiempo¡±, para la que les pidi¨® que reflexionaran y pusieran en palabras lo que estaban sintiendo. La tarea los oblig¨® a redactar correctamente, pero lo relevante era que nombraran sus emociones y pensaran sobre el mundo que los rodea, y se volver¨¢ especialmente instructiva cuando la abran el a?o que viene. ¡°Los profesores tenemos una funci¨®n social muy importante y sent¨ª la responsabilidad de cumplir con ella¡±, argumenta Leir¨®s. Le enfad¨® el debate sobre la reapertura de las aulas antes del final de curso porque parec¨ªa que lo ¨²nico que se valoraba era que los docentes atendieran a los hijos para que los padres pudieran regresar a sus trabajos. ¡°Me ofende a m¨ª y a gran parte de mi gremio¡±, protesta. ¡°No somos guardani?os¡±.

Estos d¨ªas, mientras la discusi¨®n p¨²blica gira en torno a cuestiones log¨ªsticas, como los grupos burbuja y el tama?o de las aulas, Leir¨®s ya trabaja en los contenidos del pr¨®ximo curso. ¡°Me parece absurdo volver en septiembre tras tantos meses confinados y empezar con el sujeto, verbo y predicado o el m¨ªnimo com¨²n m¨²ltiplo como si nada hubiera pasado¡±, cuenta. ¡°Creo que es fundamental explicar a los ni?os por qu¨¦ su vida se ha visto interrumpida. ?Qu¨¦ es una zoonosis? ?Por qu¨¦ un virus ha saltado a las personas? ?Por qu¨¦ ha habido esta p¨¦rdida de biodiversidad? Vamos a ir al meollo del asunto¡±. A Leir¨®s, coordinadora de la plataforma medioambiental Teachers for Future, le preocupa que no hayamos aprendido la lecci¨®n, que desaprovechemos la oportunidad y al final, en septiembre, ¡°sigamos haciendo lo mismo¡±.

Muchos piensan que no habr¨¢ ning¨²n cambio. ¡°Creo que la nueva normalidad va a ser igual, pero con gel hidroalcoh¨®lico y mascarillas¡±, dice por ejemplo el profesor Jes¨²s Manzano, de 41 a?os. Este docente imparte asignaturas de Econom¨ªa y Empresa en un instituto de Alba de Tormes, en Salamanca, de Macroeconom¨ªa en la Universidad de Salamanca y de Iniciativa Emprendedora en un ciclo de Electromec¨¢nica de Veh¨ªculos. De todos sus alumnos, cree que los de Formaci¨®n Profesional ¡°son los que m¨¢s han sufrido¡±. El aprendizaje en su caso no se puede concebir sin acudir a un taller o sin las pr¨¢cticas presenciales con las que se remata el curso. En palabras de Manzano: ¡°No lo arreglas con YouTube¡±. Sus clases universitarias, en cambio, han sido satisfactorias. Percibi¨® una motivaci¨®n por encima de lo normal. Sus lecciones online fueron m¨¢s seguidas que las presenciales, con cerca de 100 estudiantes al otro lado, y los j¨®venes devolvieron trabajos creativos y elaborados. Para uno de ellos, por ejemplo, les pidi¨® que imaginaran los escenarios macroecon¨®micos tras la pandemia, de la debacle a un gran pacto de reconstrucci¨®n, y le entregaron novelas, cortometrajes y una revista titulada The Young Economist.

Manzano define estos meses de profesor multitarea con una expresi¨®n: ¡°Imaginaci¨®n perpetua¡±. A?ade: ¡°Hemos dado todo lo que ten¨ªamos. Hemos tenido que inventar continuamente estrategias para que nos atendieran, para que pudieran hacer los ejercicios, trabajos de investigaci¨®n de todo tipo, para que hubiera diversidad, para que no se aburrieran, para que no fuera muy duro¡±. ?l ha intentado aplicar nuevas metodolog¨ªas educativas, ¡°como el design thinking¡±, que priman el autoaprendizaje y fomentan el trabajo en equipo a distancia. Con los alumnos de bachillerato era consciente de lo pesado que puede hac¨¦rsele a un adolescente enjaulado seguir clases magistrales de 60 minutos, una tras otra. Le preocupaba atender la diversidad, los distintos ritmos, no perder de vista eso que se nota enseguida de forma presencial, pero se diluye al otro lado de la pantalla. ¡°No est¨¢bamos preparados¡±, confiesa. ¡°Faltaba formaci¨®n para alumnos y profesores. Exist¨ªan las plataformas y todos manej¨¢bamos a nivel usuario b¨¢sico alguna de ellas. Pero no como para implementar una educaci¨®n 100% online¡±. A los estudiantes, dice, este mundo confinado les ha exigido ¡°autodisciplina, responsabilidad, autonom¨ªa, proactividad; un conjunto de cualidades que a su edad todav¨ªa es muy dif¨ªcil que hayan desarrollado. Ha sido una bofetada de realidad. Viv¨ªan en un mundo de color de rosa y se est¨¢n haciendo mayores a la fuerza¡±.

Sobre todo, aquellos que se enfrentaban a la prueba acad¨¦mica m¨¢s dura de su vida. Mientras camina por los sobrios pasillos y las aulas de hormig¨®n y madera del colegio Estudio, el m¨®vil de la profesora Blanca R¨ªos, de 49 a?os, echa humo con mensajes de los alumnos de segundo de bachillerato. Hoy es 16 de julio y en unas horas est¨¢ previsto que se hagan p¨²blicos los resultados de la EvAU. Los estudiantes, cuenta R¨ªos, han acabado exhaustos. ¡°Ha sido un curso muy largo en el que hemos tenido que adaptarnos a horarios, a fechas, a calendarios, a nuevos sistemas de ense?anza¡±. Son una generaci¨®n marcada a la que no se le olvidar¨¢ lo vivido f¨¢cilmente. ¡°Han sufrido mucho. A los de 15, 17 o 18 a?os les has quitado la parte buena del colegio, que es la social, la de estar entre ellos, la primavera o incluso el trato con el profesor y todo lo que esto tiene de bueno. Tambi¨¦n les has quitado el jugar al baloncesto o al f¨²tbol. Y les has dejado solo la acad¨¦mica, que es la m¨¢s dura. Y adem¨¢s con toda esa incertidumbre¡±.

En este centro madrile?o privado suman cerca de 2.000 alumnos y 140 docentes, adem¨¢s de la log¨ªstica de clases extraescolares, rutas y comedor. ¡°Hemos sufrido una revoluci¨®n¡±, seg¨²n R¨ªos. Ella echa la vista atr¨¢s y se ve a s¨ª misma en marzo, tras los primeros e inciertos compases del confinamiento, en una reuni¨®n de profesores en la biblioteca donde una compa?era le ense?aba a usar Google Classroom y a subir tareas. ¡°No ten¨ªamos absolutamente ni idea y al d¨ªa siguiente est¨¢bamos funcionando¡±. Rememora el ¡°tremendo pudor¡± que le generaba al principio grabarse en v¨ªdeo y el miedo a dar una clase online por si alguien la grababa, trastocaba el contenido y lo hac¨ªa viral. Se recuerda tambi¨¦n en casa, con sus cuatro hijos y su marido tambi¨¦n trabajando, buscando con el port¨¢til la esquina donde la conexi¨®n no se congelaba. Se le quiebra la voz al mencionar quiz¨¢ el momento m¨¢s tr¨¢gico, el fallecimiento de uno de los profesores del centro por culpa de la covid: ¡°Fue un hachazo para todos. Los chicos se dieron cuenta adem¨¢s de que era una persona joven y sana, de que esto nos afectaba mucho m¨¢s de cerca de lo que hab¨ªamos pensado¡±.

Meses despu¨¦s, con Espa?a en proceso de desescalada y antes del gran examen, el colegio ofreci¨® a los alumnos la posibilidad de asistir a clase de forma voluntaria para un curso de preparaci¨®n de la EvAU. Acudieron unos pocos, se sentaron todos muy espaciados en el aula y el centro aprovech¨® para ensayar lo que quiz¨¢ sea el futuro de la educaci¨®n. En la clase se coloc¨® una c¨¢mara que registraba los movimientos y la voz de la profesora; ella, a su vez, pod¨ªa ver las caritas de los alumnos a distancia a trav¨¦s de una pantalla de ordenador. De este modo, una parte segu¨ªa la explicaci¨®n de forma presencial y otra desde su casa, a trav¨¦s de Internet. Tuvieron que ir haciendo ajustes porque al principio no se o¨ªa bien y la tiza apenas se le¨ªa; y el curso de preparaci¨®n, en cualquier caso, termin¨® r¨¢pido, dejando por delante d¨ªas suficientes de aislamiento en casa: ning¨²n alumno quer¨ªa arriesgarse a sufrir una cuarentena justo antes de un examen tan importante. Pero dej¨® una muestra de lo que quiz¨¢ est¨¢ por venir. ¡°Lo tenemos que ir practicando¡±, dice R¨ªos. ¡°Puede ser una soluci¨®n con vistas a septiembre, si es que es lo que tenemos que hacer, porque tampoco tenemos claro cu¨¢l va a ser el futuro¡±.

A R¨ªos le preocupa en cualquier caso un mundo sin clases presenciales, una escuela sin ni?os. ¡°Se pierde much¨ªsimo. A pesar de tener los medios y de haber trabajado y de haberse examinado; a pesar de que algunos se han esforzado much¨ªsimo y se han centrado incluso m¨¢s, en general han aprendido menos. El colegio no son solo contenidos. Es much¨ªsimo m¨¢s. Es una instituci¨®n donde interact¨²an familias, alumnos, profesores. Es una vida, un mundo. Y la parte acad¨¦mica es un porcentaje menor¡±. Tras la entrevista con la maestra, de camino a la salida del edificio, pasamos entre pasillos y escaleras partidos por una l¨ªnea amarilla colocada para que los alumnos respeten un determinado sentido y no se apelotonen cuando regresen. Tambi¨¦n se ven fragmentos de esa vida que lat¨ªa en el colegio hasta marzo: decenas de cuadernos confeccionados a mano, carpetas con dibujos, bolsas de papel con trabajos en su interior que nadie ha venido a¨²n a recoger. Fuera, en el patio, corretea con algarab¨ªa un grupo de ni?os de un campamento. Son peque?os y tantos meses despu¨¦s su visi¨®n resulta extra?a; se desenvuelven con naturalidad e inocencia, saltan y se r¨ªen de forma despreocupada.