Un mal colectivo
Si ustedes han sufrido un ataque de p¨¢nico, de ansiedad o angustia, reconocer¨¢n ese malestar que se instala en el pecho y que a veces adopta la forma de una bola, la de un vac¨ªo en ocasiones, pero tambi¨¦n la de un incendio devastador. Quiz¨¢ hayan acudido a urgencias en la creencia de que se trataba de un infarto masivo y han salido de la cl¨ªnica con un Valium diluy¨¦ndose debajo de la lengua. La imagen de esta catedral g¨®tica, la de Nantes, ardiendo y echando humo justo a la altura de su coraz¨®n, evoca esos episodios de sufrimiento psicol¨®gico que utilizan al cuerpo de veh¨ªculo. Somatizar consiste precisamente en eso: en convertir un malestar moral en da?o org¨¢nico. Pienso con frecuencia que el cuerpo, como la palabra, apareci¨® para expresar lo que sin ¨¦l permanecer¨ªa en el territorio de lo inefable.
El incendio se produjo hace poco, el 18 de julio de este a?o, apenas unos meses despu¨¦s del desastre de Notre Dame, en Par¨ªs, otra de las piezas fundamentales del g¨®tico europeo cuya cadena da lugar a una especie de columna vertebral de nuestra cultura. En las casas de las personas deprimidas se encuentra uno las camas sin hacer, los cigarrillos sin apagar, y hasta los mecheros de la cocina de gas encendidos sin que calienten o cocinen nada. Cabr¨ªa preguntarse, pues, ret¨®ricamente, por supuesto, exageradamente, en fin, si estos desastres que le ocurren a la arquitectura europea fueran el resultado de la somatizaci¨®n de un mal colectivo, de un dolor que nos afecta a todos y que transferimos, sin ser conscientes de ello, al cuerpo de la historia. Algunos pensar¨¢n que mientras no arda el euro¡
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.