Mu?ecas rusas en las colas cubanas
En la isla, el negocio de las matrioskas es acaparar los puntos de venta estatales y abastecer el mercado negro. ¡°?Aunque solo veas a una, a la hora de comprar aparecer¨¢n quince!¡±.
Los cubanos adivinan los cambios geopol¨ªticos por las variaciones en la longitud, textura y sofisticaci¨®n de sus colas. Un aprendizaje que comenz¨® con la crisis de los misiles, se consolid¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y adquiri¨® nivel de experto con la llegada de Trump a la Casa Blanca. ¡°Primero se pone mala la cola y luego [el diario] Granma da la noticia¡±, resume v¨ªa telef¨®nica M. G¨®mez, profesora de Qu¨ªmica jubilada. Durante la pandemia de covid-19 las colas han vuelto a mutar. Ante la imposibilidad de avituallarse para un largo confinamiento, hacer colas es la principal ocupaci¨®n de los cubanos.
Aunque los habitantes de la isla tienen un s¨®lido know how en la materia, esta pandemia ha tra¨ªdo nuevos desaf¨ªos. En las colas han aparecido las matrioskas, unos personajes, casi siempre femeninos, que marcan el tempo de la cola, la revientan y traen de vuelta viejos s¨ªmbolos de la era sovi¨¦tica.
¡°Hoy he madrugado para comprar pollo y ayer invert¨ª toda la ma?ana en conseguir dos jabones de ba?o. Pollo no alcanc¨¦ porque las matrioskas ten¨ªan ocupada la cola¡±, cuenta la profesora. En la cultura rusa la matryoshka es la gran babushka (abuela), un s¨ªmbolo de fertilidad, la posibilidad infinita de reproducci¨®n de la especie. En Cuba es otra cosa. ¡°Aqu¨ª una matrioska es una colera [t¨¦rmino empleado incluso por la prensa oficial para definir a las profesionales de las colas]. Como las mu?ecas rusas, su caracter¨ªstica esencial es la multiplicaci¨®n. ?Aunque solo veas a una, a la hora de comprar aparecer¨¢n quince! ?Una mujer dentro de otra!¡±, explica v¨ªa e-mail Rosa Vald¨¦s.
Act¨²an de modo organizado. Se enteran primero que nadie de qu¨¦ mercanc¨ªa se pondr¨¢ a la venta. Se despliegan para cubrir todas las tiendas de una calle y tienen sistemas de aviso para moverse r¨¢pido y acaparar las colas. ¡°En un per¨ªmetro cercano pueden estar en cinco a la vez. Ayer pude verlas en acci¨®n y ten¨ªan un coche alquilado para llegar a tiempo a todas¡±, cuenta Vald¨¦s, que no pudo comprar papel higi¨¦nico porque la matrioska que ten¨ªa delante se multiplic¨® por ocho y arras¨® con todo. ¡°Luego ellas mismas pasaron por mi casa vendi¨¦ndolo a precio de oro¡±.
El negocio de las matrioskas es limpiar las tiendas del Estado y abastecer el mercado negro. Su control sobre el precario consumo de la ciudad es tan ubicuo que el diario oficial del Partido Comunista de Cuba, muy poco dado a bajar a la realidad, ha dedicado dos art¨ªcu?los en la misma semana a los ¡°coleros¡± e informa de que 1.285 han sido sancionados desde que empez¨® la pandemia. Pero hasta Granma reconoce que las multas son bajas y las matrioskas se las pueden permitir. Para esta semana anuncian un experimento piloto: las brigadas anticoleros.
A los cubanos las nuevas mu?ecas rusas les traen el recuerdo de las precursoras del mercado negro en la isla, aquellas sovi¨¦ticas que llegaron en los a?os setenta y ochenta acompa?ando a sus maridos, t¨¦cnicos e ingenieros que ven¨ªan a levantar el pa¨ªs. Ellas compraban en las llamadas tiendas de los rusos, unos comercios que estaban mejor abastecidos que las bodegas cubanas, donde mandaba la cartilla de racionamiento. Las camaradas sovi¨¦ticas compraban a mansalva latas de carne, leche condensada, caramelos ¡ªlo que fuera¡ª y se lo revend¨ªan a los cubanos. Pero entonces las colas estaban segregadas, los rusos por un lado, los locales por otro. En 2020 Cuba es una gran cola y las matrioskas son un h¨ªbrido de las peores estrategias de supervivencia de la Guerra Fr¨ªa.
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