?Podr¨ªan ser los incendiarios v¨ªdeos de Miguel Bos¨¦ una llamada de auxilio?
A sus 64 a?os, el cantante, que empieza a despertar rechazo incluso entre compa?eros de profesi¨®n, parece m¨¢s bien un artista jubilado que acaba de descubrir su tard¨ªa vocaci¨®n de l¨ªder mesi¨¢nico
El pasado 21 de agosto, Miguel Bos¨¦ public¨® en redes sociales un v¨ªdeo de apenas un par de minutos en el que argumentaba que las mascarillas no son una protecci¨®n eficaz contra el coronavirus y que la poblaci¨®n sana no deber¨ªa llevarlas. Por primera vez desde que Bos¨¦ se ha convertido, tal vez a su pesar, en uno de los portavoces m¨¢s visibles de las tesis negacionistas en Espa?a, Facebook e Instagram decidieron activar su protocolo de verificaci¨®n y alertar a sus usuarios de que la publicaci¨®n contiene ¡°informaci¨®n potencialmente falsa¡±.
El v¨ªdeo fue acogido, como de costumbre, con adhesiones muy significativas, pero una a¨²n mayor mezcla de indignaci¨®n, hostilidad, sorna y rechifla, rozando en ocasiones el escarnio p¨²blico. Ya pasaron los d¨ªas en que Bos¨¦ y su cruzada solitaria a favor del conocimiento ¡®alternativo¡¯ y contra el consenso cient¨ªfico suscitaban, sobre todo, una perplejidad compasiva. El cantante en excedencia empieza a despertar incluso rechazo entre compa?eros de profesi¨®n que, como publicaba El Pa¨ªs el 25 de agosto, tildan sus posturas de t¨®xicas y delirantes y aseguran haberle perdido el respeto. Luis Tosar lleg¨® a decir, sin citarla por su nombre, que ¡°no tenemos por qu¨¦ soportar que a una persona se le vaya la cabeza¡±.
Si en algo generan consenso sus controvertidos v¨ªdeos en redes es en que Bos¨¦ tiene mal aspecto. Delgado y demacrado, con la mirada perdida y la voz cada vez m¨¢s d¨¦bil, el cantante da una impresi¨®n de salud precaria, mermada tal vez por las duras circunstancias que le ha tocado padecer en los ¨²ltimos tiempos
Basta con asomarse al Twitter de Bos¨¦ para comprobar hasta qu¨¦ punto el cantante se ha metido en un agujero profundo y no parece muy dispuesto a dejar de cavar. En uno de sus ¨²ltimos tuits, recuperaba una noticia de 2009 sobre el papel jugado por los lobbys farmac¨¦uticos durante la alarma sanitaria por la gripe A. La acompa?aba del siguiente comentario: ¡°?Qu¨¦ os recuerda esto? A m¨ª, a los tiempos en los que se pod¨ªa contar la verdad sin padecer represalias¡±. En otras actualizaciones, ofrece su firme apoyo a iniciativas como la concentraci¨®n sin mascarillas convocada en Madrid el 16 de agosto (a la que finalmente no acudi¨®, por razones que no ha aclarado) o inserta un mensaje de la activista antivacunas argentina Chinda Brandolino e insta sus seguidores a ¡°escuchar y aprender¡±.
En su defensa de una ¡°verdad¡± supuestamente perseguida y silenciada, Bos¨¦ se nutre del apoyo de un grupo muy activo de entusiastas, algunos de ellos negacionistas de una cierta notoriedad. Esa guardia pretoriana que ha congregado a su alrededor en las redes le protege del rechazo cada vez m¨¢s mayoritario y agresivo que generan muchos de sus comentarios. Bos¨¦ no interact¨²a con sus detractores. Deja que sean sus seguidores quienes lo hagan por ¨¦l. Su actual estrategia de comunicaci¨®n recuerda a la de un visionario o un profeta. Difunde ¡®su¡¯ verdad desde lo alto de una monta?a.
El suyo no parece el perfil de Twitter de un artista. Ya no hay en ¨¦l la menor referencia a su carrera cinematogr¨¢fica, abandonada en 1998, ni musical, en barbecho desde que particip¨® en el Festival de la Canci¨®n de Vi?a del Mar en febrero de 2018 y obtuvo un par de premios gaviota otorgados por el p¨²blico. Tampoco se le conocen proyectos televisivos desde que form¨® parte, en 2019, del jurado del programa de telerrealidad mexicano Peque?os gigantes. O al menos no los divulga en sus redes.
A sus 64 a?os, Bos¨¦ parece m¨¢s bien un artista jubilado que acaba de descubrir su tard¨ªa vocaci¨®n de l¨ªder mesi¨¢nico. Se est¨¢ asociando, adem¨¢s, con una causa controvertida, de dif¨ªcil defensa y muy alejada de las inquietudes pol¨ªticas progresistas que se le atribu¨ªan al artista en el pasado. Y lo est¨¢ haciendo en un momento personal que se intuye devastador para ¨¦l.
Si en algo generan consenso sus controvertidos v¨ªdeos en redes es en que Bos¨¦ tiene mal aspecto. Delgado y demacrado, con la mirada perdida y la voz cada vez m¨¢s d¨¦bil, el cantante da una impresi¨®n de salud precaria, mermada tal vez por las duras circunstancias que le ha tocado padecer en los ¨²ltimos tiempos. Su madre, Luc¨ªa Bos¨¦, falleci¨® el pasado 23 de marzo, v¨ªctima de la covid-19. En paralelo, sigue litigando con el que fue su pareja, el escultor valenciano Nacho Palau, por la custodia de los cuatro hijos que tuvieron en com¨²n (por gestaci¨®n subrogada), dos de ellos hijos biol¨®gicos de Bos¨¦ y los otros dos de Palau. En enero de 2017 hab¨ªa fallecido tambi¨¦n su sobrina Bimba, a la que describi¨® poco despu¨¦s de su fallecimiento como ¡°mi c¨®mplice, mi compa?era¡±.
Para Enrique Echeburua, catedr¨¢tico en Psicolog¨ªa de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, ¡°hablar de lo que le ocurre a Bos¨¦ ser¨ªa aventurado, porque no podemos conocer con total precisi¨®n sus circunstancias concretas y c¨®mo las vive¡±. Sin embargo, es importante alertar sobre lo injustos y desproporcionados que son ¡°los acosos y linchamientos digitales¡±
Bos¨¦ empez¨® a ser activo en Facebook en 2008 y a continuaci¨®n se asom¨® tambi¨¦n a Twitter e Instagram. Al principio, el grueso de sus actualizaciones ten¨ªa que ver con su carrera. A partir de 2017 empez¨® a ser muy?perceptible su preocupaci¨®n por la situaci¨®n pol¨ªtica en Venezuela. Convertido en firme detractor del gobierno de Maduro, Bos¨¦ tropez¨® por vez primera con el rechazo frontal de los que no compart¨ªan sus puntos de vista. Aquellas trifulcas pol¨ªticas fueron el primer gran charco digital que pis¨® un artista que hasta esa fecha ten¨ªa una imagen p¨²blica m¨¢s bien impoluta y apenas generaba rechazo.
Al pronunciarse de manera contundente contra el populismo latinoamericano, Bos¨¦ hab¨ªa abierto la veda. Pronto descubri¨® que las redes no son un entorno en que los famosos puedan opinar con impunidad y mantenerse a salvo. Emergi¨® contra ¨¦l un resentimiento larvado. Empezaron a someterse a escrutinio su estilo de vida, sus preferencias sexuales, su decisi¨®n de ser padre haciendo uso de lo que por entonces se llamaba a¨²n ¡°un vientre de alquiler¡±.
La experiencia de generar rechazo en las redes hace que algunos famosos se vuelvan m¨¢s cautos. Basta con analizar los casos de Emma Watson, Selena Gomez, Taylor Swift o Demi Lovato. Diane Herbst, experta en salud y redes del New York Times, dec¨ªa en un art¨ªculo reciente que ¡°muchos famosos tienden a blanquear su imagen y reforzar sus corazas cuando perciben que est¨¢n empezando a generar controversia y suscitar rechazo¡±. Fue lo que hizo Gomez durante los primeros meses del confinamiento, cuando habl¨® abiertamente en las redes del trastorno bipolar que padece. Pidi¨® comprensi¨®n, apoyo y empat¨ªa y los obtuvo incluso de los que hab¨ªan participado en el pasado en linchamientos digitales contra ella.
Bos¨¦ no reaccion¨® igual contra el rechazo. Opt¨® por enrocarse en posturas controvertidas. No lim¨® aristas. Sigui¨® polemizando, con libertad y con virulencia. Busc¨® dividir el mundo en partidarios y rivales. Luego vino el confinamiento, que trajo nuevas desgracias personales, inactividad forzosa y nuevo combustible para su tendencia natural a creer en conspiraciones. Si Tosar est¨¢ en lo cierto y lo que le ocurre a Bos¨¦ es que se le ha ido la cabeza (una interpretaci¨®n que tal vez resulte demasiado simple para ser acertada), la insistencia en demonizarlo, arrinconarlo o ridiculizarlo no va a ayudarle. Lo que necesitar¨ªa en ese caso, m¨¢s que un linchamiento digital, es algo de comprensi¨®n. O un abrazo.
David Bowie escribi¨® Quicksand, una de sus mejores canciones, en uno de sus peores momentos personales. Por entonces, en 1971, Bowie empezaba a consumir drogas, no era capaz de procesar con naturalidad su incipiente fama y se estaba refugiando en intereses intelectuales muy dudosos, como los misticismos orientales tomados al pie de la letra, sin verdadero conocimiento del tema ni distancia esc¨¦ptica, o la esoteria nazi. En la canci¨®n, Bowie repasaba todo ese ¨¢mbito de nuevas inquietudes delirantes, citaba en febril desorden a Aleister Crowley, Goebbels o el libro de los muertos tibetanos, y acababa resumiendo la situaci¨®n con una frase de una elocuencia reveladora: ¡°Me estoy hundiendo en las arenas movedizas de mi pensamiento¡±. M¨¢s claro, agua: ?Es que no lo veis? Necesito ayuda. La canci¨®n era una llamada de auxilio. ?Podr¨ªan los tuits de Bos¨¦ ser algo parecido?
Bos¨¦ se ha enrocado en posturas controvertidas y ha seguido polemizando con virulencia. El confinamiento y la inactividad forzosa se convirtieron en nuevo combustible para su tendencia natural a creer en conspiraciones
Para Enrique Echeburua, catedr¨¢tico en Psicolog¨ªa de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, ¡°hablar de lo que le ocurre a Bos¨¦ ser¨ªa aventurado, porque no podemos conocer con total precisi¨®n sus circunstancias concretas y c¨®mo las vive¡±. Sin embargo, es importante alertar sobre lo injustos y desproporcionados que son ¡°los acosos y linchamientos digitales, delitos de odio que ya empiezan a estar tipificados en el c¨®digo penal, pero de l¨ªmites difusos y que resultan muy dif¨ªciles de detectar en la pr¨¢ctica¡±.
Para Echeburua, ¡°que una persona exprese en las redes opiniones poco fundamentadas, controvertidas o directamente absurdas no es motivo para que se le someta a un hostigamiento sistem¨¢tico que, por supuesto, puede tener efectos terribles para su estabilidad mental o su autoestima¡±. Rosa Portero, psic¨®loga sanitaria en Center Psicolog¨ªa Cl¨ªnica, precisa que ¡°la resistencia de una persona a una situaci¨®n de acoso depende de muchos factores, como su capacidad de relativizaci¨®n, su grado de vulnerabilidad o el apoyo activo que pueda recibir de su entorno¡±.
Sin embargo, resulta evidente que ¡°convertirse en diana involuntaria de acosadores y haters puede ser una dura prueba para la salud mental y el equilibrio emocional de cualquiera¡±. Puede generar ¡°inseguridad, frustraci¨®n, angustia, problemas de autoestima e incluso pensamientos autodestructivos¡±. Portero considera que es imprescindible hacer una pedagog¨ªa activa que lleve a un uso ¡°m¨¢s saludable¡± de las redes: ¡°Para empezar, debemos asegurarnos de que todo el mundo asuma que al otro lado de la pantalla hay una persona que siente, sufre y padece, independientemente de su edad, su ideolog¨ªa, su aspecto f¨ªsico o si es o no famosa¡±.
Para Echeburua, ¡°los comportamientos t¨®xicos en redes no son exclusivos de personas con rasgos psicop¨¢ticos¡±. La mezcla de ¡°supuesta impunidad, relativo anonimato y repercusi¨®n inusual de nuestras interacciones¡± puede hacer que todos, en alg¨²n momento, podamos comportarnos ¡°con una crueldad, ensa?amiento y falta de empat¨ªa que muy dif¨ªcilmente mostrar¨ªamos en nuestro comportamiento cotidiano en el mundo ¡®real¡¯. As¨ª que lo primero que deber¨ªamos entender es que las redes son un ¨¢mbito de interacci¨®n local en que tambi¨¦n rigen las normas del respeto, la consideraci¨®n y la cortes¨ªa¡±.
Seg¨²n dice Echeburua, ¡°resulta desafortunado que los comentarios e interacciones negativos tengan, por lo general, m¨¢s repercusi¨®n viral, porque eso incita a muchas personas a dejarse arrastrar por esa negatividad¡±. En ello influye tambi¨¦n ¡°el gregarismo y la necesidad de reconocimiento social, ese fen¨®meno tan negativo que llamamos efecto reba?o¡±. A Portero le consta que las ¡°llamadas de socorro¡± son frecuentes en las redes sociales, y que muchas veces pueden ser ¡°equ¨ªvocas¡± y generar a¨²n m¨¢s rechazo en lugar de compasi¨®n o empat¨ªa. ¡°Pero la clave es que la persona que padece sufrimiento ps¨ªquico sepa identificar el problema y pida ayuda de una manera clara. A partir de ah¨ª, entra la psicolog¨ªa, que dispone de medios para que ese sufrimiento deje de interferir en su vida cotidiana¡±.
Echeburua insiste, sobre todo, ¡°en que no hay que demonizar las redes, que son un instrumento de comunicaci¨®n e interacci¨®n formidable, como se ha demostrado durante el confinamiento¡±. Habr¨ªa, eso s¨ª, que esforzarse en ense?ar a manejarlas bien, ¡°de la misma manera que, m¨¢s que prohibir a un adolescente subirse a una moto, le ense?amos a manejarla¡±.
Esa pedagog¨ªa deber¨ªa funcionar a muchos niveles. Tal vez ser¨ªa ¨²til ense?ar a los famosos que buscar la confrontaci¨®n sistem¨¢tica en las redes sociales no es una pr¨¢ctica del todo saludable. Pero tambi¨¦n habr¨ªa que decir a los ciudadanos an¨®nimos que interact¨²an con ellos que una crucifixi¨®n p¨²blica, una catarata de bromas crueles, insultos y descalificaciones tampoco conduce a nada sensato ni positivo. Las redes nos ponen en contacto diario con actitudes y puntos de vista que nos generan rechazo. El reto colectivo tal vez sea acostumbrarnos por fin a procesarlos con naturalidad, sin aspavientos. Aunque sean propaganda negacionista y vengan de Miguel Bos¨¦.
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