Qui¨¦n acusa
En este pa¨ªs acusa alegremente todo dios, cuando ser¨ªan pocos los ¨¢ngeles facultados para se?alar con el dedo y levantar la voz
Como soy muy veterano, me ha dado tiempo a comprobar algo frecuente: quienes m¨¢s ponen el grito en el cielo, quienes acusan y denuncian con mayores estr¨¦pito y vehemencia, quienes m¨¢s se indignan p¨²blicamente ante las corrupciones, los latrocinios y las injusticias, suelen ser quienes menos autoridad moral tienen para hacerlo. A veces ¡ªa¨²n es m¨¢s¡ª son los m¨¢s corruptos, ladrones e injustos de todos. En estos ¨²ltimos casos les conviene mostrar su furia contra otros para as¨ª procurarse coartada y desviar la atenci¨®n de s¨ª mismos. El truco es viej¨ªsimo y simple, pero contin¨²a funcionando. El mensaje que lanzan es este: ¡°?C¨®mo voy a ser yo corrupto o ladr¨®n si me encolerizo ¡ªya lo ven¡ª con los que lo son opareceque lo son?¡± Huelga decir que estos vociferantes nunca aguardan a que algo est¨¦ probado, ni conocen la presunci¨®n de inocencia. No es raro que anden a la caza de chivos expiatorios para no convertirse ellos en tales. En Espa?a esto ha sucedido siempre: al t¨¦rmino de la Guerra Civil, no pocos de los entusiastas de Franco hab¨ªan sido republicanos activos (no muy significados, eso s¨ª) hasta tres d¨ªas antes de la derrota de su causa. A partir de ese momento se emplearon en perseguir con sa?a a los que eran como ellos y no se hab¨ªan cambiado de bando de la noche a la ma?ana.
Hoy suceden aqu¨ª muchos hechos condenables, pero no cualquiera est¨¢ en condiciones de denunciarlos. Este verano ha habido un gran despliegue (este diario, sin ir m¨¢s lejos, ha dedicado varias p¨¢ginas y un editorial al asunto) sobre los escraches o acosos sufridos por los miembros del Gobierno Iglesias y Montero y su familia. Al parecer hay un grupo de cenutrios empe?ado en hacerles la vida incomod¨ªsima, y su actuaci¨®n es a¨²n m¨¢s miserable si se considera que dichos ministros viven con tres hijos peque?os. Nadie deber¨ªa ser hostigado de esa manera, nadie. Pero esos ministros son los menos indicados para proclamarse m¨¢rtires de tan abominables concentraciones. Se puede decir que Iglesias fue uno de los inventores de los acosos personales en nuestro pa¨ªs. Ya en 2008, no siendo un mero estudiante, sino profesor de la Complutense, alent¨® a que a Rosa D¨ªez se le impidiera hablar en esa Universidad, y particip¨® en las hostilidades. Su partido no fue ajeno a los escraches que padecieron Cristina Cifuentes, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa y Bego?a Villac¨ªs entre otros pol¨ªticos ¡°fachas¡± para ¨¦l. En Youtube est¨¢n las im¨¢genes del tercero: a Villac¨ªs, muy embarazada, la persigue y la insulta de cerca (no con la separaci¨®n de un muro, metros de terreno y centinelas de la Guardia Civil) una turba de energ¨²menos (y energ¨²menas). La escena da algo de miedo. Para Iglesias, Montero, Echenique o Errej¨®n, sin embargo, aquellos acorralamientos fueron buena cosa: ¡°jarabe democr¨¢tico¡±, ¡°libertad de expresi¨®n¡±, dignos de aplauso. Ahora, lo que el Vicepresidente y la Ministra sufren es intolerable,es distinto,es ¡°por motivos ideol¨®gicos¡± ¡ª?no lo eran en los mencionados casos?¡ª, un ¡°calvario¡± seg¨²n expresi¨®n de periodistas de EL PA?S. Todo el mundo, creo yo, habr¨ªa dado la raz¨®n a Montero e Iglesias si hubieran declarado algo como esto: ¡°En su d¨ªa nos equivocamos. A nadie debe perseguirlo una muchedumbre agresiva por la calle ni en su casa, ni a nosotros ni a los que en su momento lo fueron por Podemos o por la PAH¡±. Pero no ha sido as¨ª. Insisten en la bondad de aquellos escraches y en la maldad del ¡°acoso¡± a ellos.
El Rey Juan Carlos est¨¢ siendo un buen chivo expiatorio. Sin duda las informaciones relativas a sus finanzas pintan feas y muy mal. No ser¨¦ yo, sin embargo, quien eche le?a a ese fuego, s¨®lo sea porque recuerdo la esperanza que supuso ¡ªesperanza cumplida¡ª para este ingrato y desdichado pa¨ªs. Por eso me extra?a que otros columnistas mayores que yo se ceben con su figura al primer indicio. Uno de ellos avent¨® alegremente lo dicho por la choni centroeuropea que le ha buscado la ruina: a saber, que el Rey em¨¦rito ten¨ªa una m¨¢quina de contar billetes, algo inveros¨ªmil salvo para el T¨ªo Gilito de Disney, y que la ten¨ªa en la piscina, seg¨²n el autor para ver brincar el dinero tomando el sol. Ese columnista es un buen escritor que ha ganado varios premios (con m¨¦rito, seguro) del mismo grupo editorial, de mucho dinero algunos, y con fama de estar pactados, por no decir ama?ados. A ¨¦l le parecer¨¢ seguramente una nader¨ªa y se sentir¨¢ con todo el derecho del mundo a criticar las corrupciones ajenas. Esos premios los han ganado grandes autores que los merec¨ªan y excelentes amigos m¨ªos, y nunca se me ocurrir¨ªa reproch¨¢rselo, cada cual tiene sus necesidades y se tratar¨ªa de algo menor. Pero no creo que ning¨²n ganador de esos premios est¨¦ muy autorizado a denunciar pr¨¢cticas dudosas. Si la fama de esos galardones es cierta (y quiz¨¢ por algo renunci¨® a ser jurado en su d¨ªa el admirable Juan Mars¨¦, que tambi¨¦n gan¨®), esos autores se habr¨ªan prestado ¡ªsabi¨¦ndolo o intuy¨¦ndolo¡ª a una peque?a estafa a los centenares de originales que aspiraron a ellos con ingenuidad, creyendo que ten¨ªan oportunidad de alzarse con el triunfo. No s¨¦. En este pa¨ªs acusa alegremente todo dios, cuando ser¨ªan pocos los ¨¢ngeles facultados para se?alar con el dedo y levantar la voz.
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