La aberrante confusi¨®n entre logro y privilegio
El que consigue algo en la vida, o el que triunfa en su profesi¨®n, casi nunca es un privilegiado, aunque por supuesto haya excepciones
Si algo est¨¢ proliferando en nuestro tiempo es el oportunismo m¨¢s despreciable. Entre quienes escriben ¡ªescribimos¡ª en prensa, cada vez son menos los que se resisten a las corrientes de moda, lo cual equivale a decir al griter¨ªo, an¨®nimo con enorme frecuencia, de las redes sociales. Personas a las que se paga por pensar por s¨ª mismas ¡ªse supone¡ª renuncian a toda velocidad a ello para arrojarse a cada nueva marea. Al fin y al cabo es m¨¢s c¨®modo que a uno le den todo masticado: se sube a la rueda que trae aplausos f¨¢ciles y no importa si dentro de un mes se trata de la rueda contraria: se sube igualmente, aprovechando que nadie ejercita la memoria ni va a afearle o reprocharle nada. Por poner un solo ejemplo: cuando ha tocado leer las memorias de Woody Allen, he visto c¨®mo lo defend¨ªan quienes lo hab¨ªan condenado no hace mucho. Puede que un d¨ªa reivindiquen a Pl¨¢cido Domingo los mismos que lo han hundido.
Algunos de esos opinadores confunden conceptos deliberadamente, para arropar sus posturas de cada momento. Con motivo del sensato y moderado manifiesto de 153 intelectuales publicado en la revista Harper¡¯s en defensa de la libertad de ideas (la mayor¨ªa gente ¡°de izquierda¡±, desde el antisistema Chomsky hasta Anne Applebaum, Atwood, Rushdie, Martin Amis), los oportunistas han sopesado qu¨¦ les rentaba m¨¢s, si estar a favor o en contra. Como lo segundo es m¨¢s populista y demag¨®gico, no pocos lo eligieron, basando su cr¨ªtica en algo falaz y rastrero: por muy progresistas y liberales que sean esos firmantes (por feministas que haya y alg¨²n negro), se trata de un grupo de ¡°privilegiados¡± que se rebela contra el pueblo y defiende sus ¡°privilegios¡± y su ¡°gran prestigio y poder social¡±. Y encima muchos son ¡°hombres blancos¡±. Hemos llegado a un extremo en el que todo logro se considera un privilegio, lo cual es una aberraci¨®n y una injusticia. Si un individuo es famoso, o rico, o ha tenido ¨¦xito en lo suyo, autom¨¢ticamente se le cuelga la etiqueta de ¡°privilegiado¡±, con la terrible connotaci¨®n negativa que ha adquirido la palabra. No es as¨ª, consulten el DLE de vez en cuando.
El que consigue algo en la vida, o el que triunfa en su profesi¨®n, casi nunca es un privilegiado, aunque por supuesto haya excepciones. ?Lo son Joaqu¨ªn Sabina o Ana Bel¨¦n o Almod¨®var, los novelistas Landero, Cercas o Mu?oz Molina o tantos otros consagrados? En absoluto. El primero y el sexto son de la misma poblaci¨®n jiennense, la segunda ¡ªsi estoy en lo cierto¡ª es hija de una portera madrile?a, el tercero es de un pueblo manchego, el cuarto y el quinto de modestos lugares extreme?os. Ninguno, que sepamos, lo tuvo f¨¢cil ni disfrut¨® de ventajas por origen ni cuna. Landero ha relatado estupendamente en un libro¡ªEl balc¨®n en invierno si mal no recuerdo¡ª su etapa de ¡°chico de ultramarinos¡±. Si ahora tienen una ¡°posici¨®n de privilegio¡±, seg¨²n la frase hecha, es porque se la ganaron, a veces con no escaso sacrificio. ?Soy yo mismo un ¡°privilegiado¡±? Seg¨²n se mire. Me cay¨® la suerte de unos padres que le¨ªan y no me faltaron libros, a diferencia de lo que les ocurri¨® a tantos. Pero mi padre era un represaliado del franquismo, al que se prohibi¨® ense?ar en Espa?a, as¨ª como publicar en prensa hasta mediados de los a?os 50, y hubo de firmar colaboraciones con nombres que no eran el suyo, lo he contado ya. Emilio Lled¨®, que conoci¨® a mis padres siendo joven, me dice c¨®mo hab¨ªa d¨ªas y d¨ªas en que su fortuna ascend¨ªa a 2,50 pesetas. Tiraban como pod¨ªan, con mucho trabajo.
Ignoro el origen de los 153 firmantes de Harper¡¯s, pero me da lo mismo. Si son quienes son hoy, no es por su cuna, sino porque han hecho cosas, han aprovechado sus vidas y la gente ¡ªel pueblo¡ª decidi¨® hacerles caso. Le¨ª en este diario un art¨ªculo que los censuraba con sibilinas palabras, y les aplicaba la condici¨®n de ¡°privilegiados¡±¡ unas cinco veces. Curioso que su autor fuera un buen novelista relativamente joven, blanco, que ya ha ganado varios premios y ha gozado de becas. Pero hay que suponer que ¨¦l se exclu¨ªa de la denominaci¨®n infamante. Si no, no se habr¨ªa permitido semejante denuncia insistente. La alternativa es peor: su escrito ser¨ªa una muestra m¨¢s de oportunismo, hay que ponerse del lado de los que carecen de ¡°prestigio intelectual¡±. No est¨¢ de m¨¢s preguntarse ¡ªes idiota, pero esta ¨¦poca lo es con creces¡ª por qu¨¦ se posee o no ese prestigio concreto. Estamos ante un absurdo equiparable al siguiente: es como si, mediada la Liga de f¨²tbol, se juzgara que quienes la encabezan son unos ¡°privilegiados¡± por ello, y quienes van ¨²ltimos unas ¡°v¨ªctimas¡±, y se olvidara que se han disputado partidos y que cuentan. Los presupuestos de los clubs son incomparables, cierto, pero se acepta y no se los separa por eso. El privilegio ser¨ªa que, antes de la primera jornada, hubiera equipos con puntos regalados y acumulados, lo cual jam¨¢s se ha dado en ning¨²n sitio. Se est¨¢ alcanzando la abominaci¨®n conceptual de pensar que lo que cada cual ha hecho con su vida es indiferente, y que si alguien ha tenido talento, m¨¦rito, tes¨®n, suerte o incluso astucia, eso lo convierte de inmediato en un repugnante privilegiado elitista. A ver qu¨¦ les parece a Sabina, Ana Bel¨¦n y compa?¨ªa.
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