El bolo alimenticio
Usted y yo podr¨ªamos ser cualquiera de los transe¨²ntes que recorren sus calles o suben y bajan por sus escaleras. Resulta hermoso y limpio, pero a la vez algo siniestro
Esta fotograf¨ªa, debido a su delicadeza crom¨¢tica, parece una acuarela. Todo resulta un poco tenue, sutil, sin asperezas, como si se le hubiera pasado una bayeta h¨²meda para rebajar la intensidad de los colores. Dir¨ªamos, de hecho, que predomina el dibujo sobre el color. Observen lo bien marcados que est¨¢n los pasamanos de las escaleras el¨¦ctricas o las nervaduras del techo, as¨ª como las puertas por las que se accede a los distintos establecimientos. Pura geometr¨ªa, tambi¨¦n visible en los carteles rectangulares o cuadrados. Se trata de la estaci¨®n de Saint-Lazare, en Par¨ªs, pero podr¨ªa ser un centro comercial de Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad del mundo. Todos se parecen, todos est¨¢n cortados por el mismo patr¨®n. Usted y yo podr¨ªamos ser cualquiera de los transe¨²ntes que recorren sus calles o suben y bajan por sus escaleras. Resulta hermoso y limpio, pero a la vez algo siniestro.
?Por qu¨¦?
Quiz¨¢ porque ese predominio del dibujo sobre la pintura evoca tambi¨¦n la vi?eta de un c¨®mic en el que quedar¨ªamos reducidos a personajes de una de esas arquitecturas de Escher, el artista neerland¨¦s famoso por la autor¨ªa de geometr¨ªas absurdas que representan sin embargo a la perfecci¨®n los espacios urbanos por los que deambulamos sin ir a ninguna parte, sin saber si ascendemos o descendemos, si cambiamos de acera o de postura, si consumimos o somos consumidos. Este conjunto de escaleras, pasillos, suelos, techos, dispuestos en apariencia por un temperamento obsesivo del orden, son en realidad un caos intestinal en el que el cuerpo humano act¨²a de bolo alimenticio.
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