La m¨¢s cruel de las contradicciones
La cultura afront¨® una nueva paradoja: el hundimiento econ¨®mico de sus trabajadores debido a la cancelaci¨®n de eventos al tiempo que se disparaba el consumo de sus productos
La cultura ven¨ªa, al fin, de la fiesta. El a?o 2019 fue el del portazo a la crisis (la econ¨®mica aquella que parec¨ªa el fin del mundo conocido). Los cines se llenaron como nunca hab¨ªa ocurrido en la ¨²ltima d¨¦cada. Hasta 704.300 personas pagaban sus facturas en Espa?a gracias a su trabajo en la m¨²sica, el arte, la literatura, el teatro, las series o las pel¨ªculas. Como tantas otras cosas, todo eso se acab¨® en marzo de 2020. Fin de fiesta.
La vida se encerr¨® en un sal¨®n o en una cocina. Todo el mundo a la vez necesit¨® ayudas: los fabricantes de coches, los hoteles, las tiendas de ropa, los bares¡ Puede que el consumo de destilados en ese sal¨®n o en esa cocina se disparase durante el confinamiento masivo, pero lo que es seguro es que la gente no compr¨® coches para ir del dormitorio al ba?o ni reserv¨® habitaciones para un viaje incierto. S¨ª consumi¨® a lo bestia pel¨ªculas, series, m¨²sica, libros y hasta museos online para calmar la ansiedad que produc¨ªan las cifras de muertos. Enclaustrados, cambiaron las prioridades: m¨¢s papel higi¨¦nico y menos vuelos low cost; m¨¢s reposter¨ªa y menos precocinados. M¨¢s p¨ªldoras para el desasosiego: La casa de papel, Anatom¨ªa de Grey, Tyler Rake, Contagio o El hoyo, por citar algunas de las series y pel¨ªculas m¨¢s vistas en el gran par¨®n.
La cultura afront¨® una nueva paradoja: el hundimiento econ¨®mico de sus trabajadores debido a la cancelaci¨®n de eventos al tiempo que se disparaba el consumo de sus productos. La industria del autom¨®vil ped¨ªa ayudas, pero es verdad que nadie compraba coches, mientras que la industria de la cultura ped¨ªa ayudas cuando los ciudadanos inger¨ªan compulsivamente sus creaciones. Internet se inund¨® de festivales solidarios: la marea de la magnanimidad salpic¨® tanto al artista artesano como a los dioses de la cuenta infinita como los Stones, Lady Gaga o Bruce Springsteen. Hab¨ªa que dar esperanza, entretenimiento, explicaciones o lo que sea que pueda dar la cultura y se hizo gratis. Quienes hicieron caja fueron los contenedores de los contenidos (plataformas, redes, buscadores¡) porque hoy en d¨ªa cuesta menos pagar al distribuidor que al creador.
¡°Somos un pa¨ªs que siempre ha tratado mal a la cultura, parece que est¨¢ feo disfrutar de lo que haces¡±, reflexionaba Alejandro Pelayo, pianista de Marlango, poco antes de un concierto de aforo min¨²sculo. La m¨²sica en directo es hoy un esqueleto de lo que fue: tal es la agon¨ªa que han logrado agruparse y movilizarse mediante una plataforma llamada Alerta Roja. La actividad teatral sobrevive gracias al sost¨¦n p¨²blico y hace malabares entre el deseo de trabajo y la necesidad de protegerse en el escenario. Las gentes del cine (?cu¨¢ntas de las 3.593 pantallas que hab¨ªa seguir¨¢n en pie en 2021?) se entregan del todo a Netflix y compa?¨ªa, capaces de poner el dinero que haga falta para seguir construyendo un cat¨¢logo donde el nombre de la plataforma es ya tan relevante como el del creador del producto. Las ayudas p¨²blicas son limitadas y no siempre bien concebidas para un sector con rarezas laborales como la intermitencia.
La segunda ola pand¨¦mica tal vez noquee lo poco que dej¨® en pie tras la primera. Queremos todo lo bueno que la cultura nos da, pero a¨²n nos cuesta pagar por ello (y no digamos lo que puede molestar que se les subvencione como si el plan Renove tuviese m¨¢s bula ¨¦tica que las ayudas al circo). El a?o 2020 ha desnudado esa contradicci¨®n de forma descarnada. Y si el virus no es culpa de nadie, la cultura es una responsabilidad de todos.
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