La cara oculta de ¡®El infinito en un junco¡¯
?150.000 ejemplares vendidos? ?En 26 ediciones? ?Traducido a 30 lenguas? ?Un ensayo sobre el mundo cl¨¢sico y la invenci¨®n de los libros? ?De 400 p¨¢ginas? ?En serio? Son preguntas que se hicieron todos: los cr¨ªticos, los periodistas y hasta los editores de uno de los grandes fen¨®menos recientes en la mesa de novedades de las librer¨ªas espa?olas. Hasta su autora, incr¨¦dula, se las hizo. Esta es la historia de un libro improbable¡ y rodeado de tantas zonas de sombra como de luz.
La parte luminosa de esta historia habla de una escritora que ya casi se hab¨ªa resignado a dejar de serlo. Las circunstancias de la vida no lo permit¨ªan, dig¨¢moslo as¨ª. Pero insisti¨®, terca como una supernova dom¨¦stica encerrada en su estudio, y alumbr¨® un libro. El ep¨ªlogo de la historia luminosa fue que ese libro se convirti¨® en un fen¨®meno editorial. La parte oscura de esta historia habla de un ni?o distinto. Un ni?o con problemas. Problemas duros. Ese ni?o era la ¡°circunstancia de la vida¡± que imped¨ªa a su madre cumplir su sue?o. Las 24 horas del d¨ªa ten¨ªan que ir dedicados a aquel peque?o Barbarroja de andar por casa que primero quer¨ªa arrancarse la sonda nasog¨¢strica y luego quer¨ªa arrancarle a ella los post-it de colorines con los que estructuraba su relato. El ep¨ªlogo de la historia oscura es luminoso: Pedro, seis a?os para siete, la sonrisa invasora, el habla de cuento con un deje interrogante en los finales, la mirada como queriendo decirte ¡°t¨² y yo nos entendemos¡±, es desarmante. Al final, Pedro y sus peces y sus gatos dibujados permitieron que mam¨¢ acabara el libro. No: naci¨® por su culpa. La mam¨¢ escritora que no pod¨ªa serlo porque las circunstancias de la vida, etc¨¦tera, etc¨¦tera, lo complet¨® en los ratos libres que le dejaban las noches de hospital, los d¨ªas de hospital. No solo fue un libro de ¨¦xito y felicidad, fue un libro de liberaci¨®n y exorcismo. Se titul¨® El infinito en un junco.
Un ensayo de 400 p¨¢ginas sobre la invenci¨®n de los libros en el mundo antiguo no parec¨ªa de entrada el material m¨¢s id¨®neo para provocar 26 ediciones, 150.000 ejemplares vendidos desde septiembre de 2019, un intensivo boca a boca que permanece a velocidad de crucero y traducciones a 30 idiomas ¡ªel euskera y el taiwan¨¦s son las m¨¢s recientes¡ª. De hecho, su autora, que antes hab¨ªa publicado novelas como La luz sepultada y El silbido del arquero y relatos infantiles, cre¨ªa que ser¨ªa su obra menos comercial. El 4 de noviembre gan¨® el Premio Nacional de Ensayo. Al reconocimiento popular se le sumaba el oficial. Dio un poco la sensaci¨®n de que al jurado no le quedaba m¨¢s remedio que premiar a Irene Vallejo (Zaragoza, 1979).
El libro, cuya primera versi¨®n fue escrita a mano, se gest¨® bajo dos intemperies. Una consist¨ªa en que Irene Vallejo no ten¨ªa editorial mientras avanzaba en ¨¦l. Sus amigos de la editorial aragonesa Contrase?a, Alfonso Cast¨¢n y Francisco Mu?iz, que le hab¨ªan publicado sus t¨ªtulos anteriores, le dijeron en confianza que ese ensayo no era para ellos. Pero le pusieron en contacto con Siruela, que acab¨® editando El infinito¡ As¨ª habla hoy Ofelia Grande, la editora de Siruela: ¡°Un libro como El infinito en un junco es el sue?o de cualquier editor y tambi¨¦n una confirmaci¨®n fehaciente de que la vida editorial no deja de sorprendernos. Los motivos son muchos y van m¨¢s all¨¢ de los 150.000 ejemplares vendidos. Quiz¨¢ la causa del ¨¦xito la encontremos en el propio texto, un equilibro perfecto entre erudici¨®n y divulgaci¨®n, y en la pasi¨®n con que la autora lo defiende. Hacer que un ensayo sobre la historia de los libros est¨¦ llegando a un abanico tan amplio de lectores parec¨ªa a priori una tarea imposible. Sin embargo, la respuesta ha sido un¨¢nime¡±. Una similar aproximaci¨®n hace el escritor y editor argentino Alberto Manguel, autor de una entusiasta cr¨ªtica al libro de Vallejo en el suplemento Babelia de EL PA?S en diciembre del a?o pasado. Por correo electr¨®nico comenta el autor de Una historia de la lectura: ¡°No es casual que en estos tiempos de reclusi¨®n y clausura volvamos al placer de la lectura. Con erudici¨®n y perspicacia, Irene Vallejo nos recuerda la casi olvidada historia de este peque?o entra?able y esencial objeto que nos consuela y ayuda a sobrevivir: el libro¡±.
La segunda intemperie consisti¨® en aquella vida hospitalaria que para Irene Vallejo era la segunda consecutiva tras la enfermedad y fallecimiento de su padre, al que cuid¨®. La vida de la escritora transcurri¨® durante muchos meses entre an¨¢lisis, agujas, sesiones de quimioterapia, pr¨®tesis infernales y ese inconfundible olor a hospital que dejas de percibir cuando ya llevas tiempo ah¨ª, demasiado tiempo ah¨ª. Y solo cuando Kike Mora, su pareja, le daba relevo, se iba a su casa y cambiaba las agujas por los cuadernos de notas y las pr¨®tesis faciales por el teclado. Y el dolor del alma por la plenitud que le regalaba el sentarse a escribir. ¡°La inmensa mayor¨ªa de mis lectores no sospechan en qu¨¦ condiciones tan duras escrib¨ª El infinito en un junco¡±, confiesa Irene Vallejo en su piso del popular barrio de San Jos¨¦ de Zaragoza. ¡°Ya estaba a punto de tirar la toalla. Mi pareja y yo nos dec¨ªamos: ¡®Qu¨¦ mala suerte hemos tenido¡¯. No sab¨ªamos lo cerca que las cosas estaban de cambiar. Si no hubiera tenido aquellos tiempos para escribir cuando dejaba el hospital y me iba a casa, no s¨¦ qu¨¦ me habr¨ªa pasado¡±.
Recorrimos con Irene Vallejo, un d¨ªa de sol helador, su Zaragoza, los lugares que forjaron su vida de escritora, d¨®nde y c¨®mo transcurrieron sus d¨ªas, los amargos y los dulces. La acompa?aba en todo momento Kike, que comparti¨® con ella el contratiempo de tener que abandonar un ilusionante momento profesional a cambio de cuidar a Barbarroja. Ella, sus proyectos de investigaci¨®n (es doctora en Filolog¨ªa Cl¨¢sica). ?l, sus producciones de cine (es profesor en la Universidad de Zaragoza).
En el palacio de la Aljafer¨ªa fue de verdad donde empezaron las correr¨ªas de Ptolomeo y Alejandro Magno, de Cleopatra y Marco Antonio, de Aquiles y Ulises, de Hes¨ªodo y Plat¨®n, y de otros tantos h¨¦roes y antih¨¦roes antiguos que pueblan estas p¨¢ginas. All¨ª, en 2015, durante una cena en la que Vallejo le hab¨ªa detallado el material que guardaba fruto de investigaciones universitarias, el escritor Rafael Argullol la emplaz¨® a que convirtiera aquello en un libro. Y fue un libro. Al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar.
En las mesas de m¨¢rmol y bajo las vidrieras del precioso Caf¨¦ de Levante, fundado en 1895, se sentaba a pasar tardes enteras la Irene Vallejo lectora. El lugar encierra adem¨¢s un ingrediente sentimental. All¨ª transcurri¨® hace ahora 10 a?os la primera cita de Irene y Kike. Lo confiesan delante de James Rajotte, autor de las fotos de esta historia. Inmortalizado queda, pues, el regreso a la mesa del ventanal. ¡°Han sido a?os muy duros para los dos; la precariedad, no saber de d¨®nde te van a venir los ingresos, sostener una vocaci¨®n esas condiciones¡¡±.
¡ªY frente a todo aquello, ?tiene ahora la sensaci¨®n de ¡°ahora, por fin, he llegado¡±?
¡ªS¨ª. Por lo menos, tengo la validaci¨®n de mi entorno, que dice: ¡°Vale, ahora ya s¨ª, ahora has demostrado que tienes una profesi¨®n que puede ser la tarea de tu vida¡±. As¨ª que ese tipo de ansiedad ha desaparecido.
Tras pasar por la espectacular biblioteca del Paraninfo ¡ªen el edificio donde estudi¨® Ram¨®n y Cajal y donde Irene Vallejo se conmueve mientras acaricia con guantes varios incunables y una edici¨®n asombrosa de la Divina Comedia gracias a la hospitalidad del bibliotecario Ram¨®n Abad¡ª, la siguiente etapa es la librer¨ªa Ant¨ªgona. La pasi¨®n de Vallejo por los libros empez¨® a forjarse en otra,? P¨®rtico, donde su padre la llevaba de peque?a. Pero Ant¨ªgona es su casa, una de esas ¡°farmacias de libros¡± de las que habla la escritora. All¨ª, entre pilas interminables de papel, la librera Julia Mill¨¢n ofrece su interpretaci¨®n del ¨¦xito de El infinito¡: ¡°Irene demostr¨® hace tiempo c¨®mo viv¨ªa el pensamiento cl¨¢sico y c¨®mo lo aggiornaba. Y est¨¢ bien que se produzca un fen¨®meno editorial con un libro as¨ª, porque mucha gente parece que le tiene miedo al ensayo y cre¨ªa que este era un libro pesado. Pero Irene sabe convertir lo personal en universal y al rev¨¦s, por eso ha roto tantos esquemas, incluso entre cierta gente del mundo acad¨¦mico que suele mirar estas cosas por encima del hombro¡±.
Si algo ha dejado sentado un ¨¦xito editorial as¨ª es la absoluta vigencia de los cl¨¢sicos, y su utilidad aunque muchos piensen que son in¨²tiles (mentes reacias: ver el extraordinario ensayo de Nuccio Ordine La utilidad de lo in¨²til). Lo confirma la autora: ¡°En una sociedad tan competitiva como la nuestra, rendida al concepto del ¨¦xito, no nos queda m¨¢s remedio que ver los cl¨¢sicos como los libros que m¨¢s ¨¦xito han tenido generaci¨®n tras generaci¨®n. Han sido capaces de seguir triunfando a pesar de los cambios hist¨®ricos, de imperios hundidos, de que cambiaran las lenguas, de que la civilizaci¨®n sea radicalmente distinta. La Eneida, la Il¨ªada, la Odisea¡ son supervivientes del ¨¦xito¡±.
Ah¨ª pudieron radicar las razones por las que alguien como Mario Vargas Llosa se rindi¨® ante este libro, cuya raz¨®n de ser descifra as¨ª: ¡°Me impresion¨® mucho El infinito en un junco, que le¨ª de corrido. Mi impresi¨®n fue tan entusiasta que hice algo que no suelo hacer: escribirle a la autora una cartita muy cari?osa felicit¨¢ndola por la belleza de un libro maravillosamente escrito, en el que toda la sabidur¨ªa est¨¢ disuelta en una cr¨®nica simp¨¢tica, agradable, nada pretenciosa, explicando la maravilla que es la lectura y los inmensos beneficios que ella nos depara. Por ejemplo, leer un libro tan valioso como El infinito en un junco, donde se describe la aparici¨®n del libro en la Grecia cl¨¢sica, lo que signific¨® la Biblioteca de Alejandr¨ªa y el enriquecimiento personal que para Irene Vallejo y todos los lectores del mundo significa aprender a leer. No me extra?a que ese libro haya tenido tanto ¨¦xito en Espa?a y ojal¨¢ lo tuviera tambi¨¦n en los pa¨ªses latinoamericanos y en el resto del mundo, porque en sus p¨¢ginas uno descubre las infinitas ventajas que trae al ser humano la lectura¡±
Paseando por el parque Grande de Zaragoza, bajo las ventanas demasiado bien conocidas del hospital Miguel Servet, Irene Vallejo llega al tu¨¦tano de lo que para ella es la esencia del hecho literario: ¡°Yo creo que cuando un libro tiene ¨¦xito editorial es porque est¨¢ dando algunas respuestas a preguntas que la gente ten¨ªa en su cabeza sin ser consciente de ello¡±.
Como ella misma explic¨® en un reciente encuentro con lectores en la biblioteca p¨²blica Baltasar Graci¨¢n de Calatayud, donde los asistentes la escuchaban como a un or¨¢culo, El infinito en un junco era, en origen, un libro m¨¢s extenso, con un apartado m¨¢s que llegaba hasta la invenci¨®n de la imprenta. ¡°Pero mis editores de Siruela me propusieron que me centrara m¨¢s en la antig¨¹edad y dejara fuera esa parte, tambi¨¦n por evitar ahuyentar a los lectores con un libro de 600 p¨¢ginas. As¨ª que ah¨ª ha quedado ese texto, que no se lleg¨® a publicar y que podr¨ªa ser el germen de otro libro, aunque a m¨ª no me gustar¨ªa escribir una continuaci¨®n¡±. No fue el ¨²nico cambio que le pidi¨® Siruela. El t¨ªtulo original, Una misteriosa lealtad, todo un homenaje a Borges (¡°Nos acercamos a los libros con un previo fervor y una misteriosa lealtad¡±), acab¨® siendo modificado por consejo de su editora. Y se convirti¨® en una alusi¨®n a Pascal, que defini¨® al ser humano como ¡°juncos pensantes¡±.
Ahora, en medio del ¨¦xito, Irene Vallejo tiene enfrente un enemigo temible. Se llama la prisa. En una de sus columnas recientes en El Pa¨ªs Semanal escrib¨ªa: ¡°Presos de la prisa, corremos sin aliento para llegar puntuales a la siguiente meta¡±. Y se llama tambi¨¦n algo as¨ª como la tentaci¨®n del momento. ¡°El mercado editorial es muy voraz¡±, explica, ¡°y enseguida te est¨¢n pidiendo que saques otro libro para aprovechar el ¨¦xito que est¨¢s viviendo, pero yo no quiero apresurarme. Ahora lo importante para m¨ª es defender mi libertad creativa. A mi agente ya le he dicho que no quiero trabajar con contrato ni con anticipos. No creo que el p¨²blico necesite un libro m¨ªo cada a?o. Ser¨ªa contraproducente¡±.
Todo parece, ahora, claro. Quedan lejos los d¨ªas en que aquella ni?a fiaba sus noches a lo irracional y lo fant¨¢stico y lo ingenuo, que es lo deseable y lo que toca de ni?os, hasta que la realidad empieza a ejercer de apisonadora. Lejos ya las noches en las que cre¨ªa que hab¨ªan sido sus pap¨¢s, funcionarios y lectores ¨¢vidos los dos con la casa plagada de vol¨²menes, los que durante el d¨ªa hab¨ªan pensado y escrito los libros que luego ella ten¨ªa en las manos. ¡°O ni eso. A veces me contaban ellos directamente las historias. Cuando mi padre me cont¨® la Odisea, yo estaba convencida de que esa odisea era solo para m¨ª¡±. Y seguramente es eso. Que solo era para ella.
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