Un temperamento obsesivo
Si pensamos que cuando No¨¦ meti¨® en el arca una representaci¨®n de la biomasa existente, la ¨²nica masa artificial era el arca, se lleva uno las manos a la cabeza
Esta foto sirvi¨® en su d¨ªa para ilustrar una noticia del peri¨®dico seg¨²n la cual la masa de todo lo artificial ocupaba ya m¨¢s espacio que la de los seres vivos. En otras palabras, que si cog¨ªamos todas las ratas del universo y todos los pollos y todas las moscas y todas las vacas, as¨ª como todos los avestruces y todos los gatos y todos los canguros, y por supuesto, todos los hombres y mujeres del planeta¡ Si junt¨¢ramos toda esa carne y todos esos huesos y todos los miles de millones de h¨ªgados y ojos resultantes de esa recolecci¨®n, la monta?a de biomasa ser¨ªa inferior a la suma de todos los rascacielos y todos los chal¨¦s adosados y todos los vagones de tren y todos los autom¨®viles y todas las botellas de pl¨¢stico o cristal diseminados por la corteza terrestre (a?ada usted, lector, lo que falta en esta lista: los zapatos, las aceras, los marcapasos, las esculturillas de los Oscar, las estatuas p¨²blicas, etc¨¦tera).
Si pensamos que cuando No¨¦ meti¨® en el arca una representaci¨®n de la biomasa existente, la ¨²nica masa artificial era el arca, se lleva uno las manos a la cabeza. F¨ªjense en la cantidad de cosas artificiales que hemos acumulado desde entonces. Lo que se ve en la foto es un conjunto de rascacielos de Nueva York. Como aparecen ordenados (o quiz¨¢ en un bello desorden, no lo s¨¦), da la impresi¨®n de que ocupan poco espacio. Pero imag¨ªnense todo ese ladrillo y todo ese hormig¨®n y todo ese cristal y todo ese acero y todo ese pl¨¢stico amontonado en plan chatarra en un desguace. Eso es quiz¨¢ el mundo, nuestro mundo, un desguace ordenado por un temperamento obsesivo.
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