Prostituci¨®n masculina: ¡°Que yo me dedique a esto est¨¢ hasta bien visto¡±
C¨®mo ellos no tienen que cargar con el mismo estigma cuando cobran por sexo
La percepci¨®n que tenemos de la sexualidad, dependiendo de si somos hombres o mujeres, hace que el estigma que sufren las prostitutas no se produzca cuando son ellos los que cobran por sexo.
Es educado, guapo, tiene una voz exquisita y se comporta elegantemente. Queda bien colgado de cualquier brazo, tanto es as¨ª, que se cuelga de todos los que pagan su tarifa por sacarlo a pasear. Se prostituye. Y es un hombre. En su caso, acostumbra a acompa?ar a se?oras solventes de empresas potentes que viajan mucho. Y que viajan a Madrid, le mandan un WhatsApp y son recogidas por ¨¦l en el mismo aeropuerto. Esta era, al menos su vida, antes de que estallara la hecatombe sanitaria. Amador, llam¨¦mosle as¨ª, sacaba el dinero suficiente como para vivir en un ¨¢tico en Malasa?a con vistas a la plaza del Dos de Mayo. Ahora, con la pandemia, todo se ha ido al garete. Sus clientas teletrabajan desde sus casas, no viajan a Madrid y ha dejado el ¨¢tico para compartir piso en Aluche. "No estoy mal. En Madrid, todav¨ªa puedo encontrar alguna clienta. Ya no puedo hacer despliegue de medios, pero hay muchas mujeres solas a las que su marido no hace mucho caso porque el negocio le va fatal por la pandemia". Cuando le pregunto si se refiere a la hosteler¨ªa suelta una carcajada. "Si te doy ese dato, alguno sabr¨¢ que me estoy tirando a su esposa. Para salvar mi culo dir¨¦ que tampoco lo est¨¢n pasando bien los que vend¨ªan zapatos".
En su piso, los otros dos hombres que viven con ¨¦l saben que se gana as¨ª la vida; no as¨ª la mujer. "Lo mismo cree que voy a subir a alguna clientela. No lo har¨¦ nunca. Mi cuarto es sagrado. Ah¨ª solo entran las que me gustan a m¨ª". Sus dos compa?eros de piso lo envidian: "Hay uno que insiste en que le ense?e el negocio. Pero yo no me atrevo a recomendarlo a mis clientas. No lo conozco tanto". Sus compa?eros ven la prostituci¨®n casi como una buena fortuna.
Algo parecido le pasa a Erick, aunque ¨¦l se presenta como masajista er¨®tico. Su servicio es de los m¨¢s completos: "Nos desnudamos. Empezamos de pie. Ella de espaldas a m¨ª, cierra los ojos y respira profundamente. Es fundamental dedicar unos minutos a ambientarse, a desconectar del mundo exterior y sobre todo de los nervios que se sienten la primera vez. Descubrir sus zonas er¨®genas es mi trabajo.? No aprieto ni trato contracturas; no soy fisioterapeuta. Mediante mis manos, en realidad, la yema de mis dedos, acaricio todo el cuerpo buscando la reacci¨®n de la piel, las zonas que se erizan al ser acariciadas o la respiraci¨®n acelerada y sus suspiros. Cuando noto que su cuerpo ya est¨¢ receptivo, acaricio su sexo para buscar el orgasmo. A veces se suceden consecutivamente; otras veces cuesta m¨¢s. Cada mujer es un mundo y cada una tiene sus tiempos. Despu¨¦s descansamos, re¨ªmos y charlamos".
En su caso, tambi¨¦n tira de clientela fija. Admite que lo suyo puede considerarse prostituci¨®n, y ¨¦l mismo destaca que, en su caso, no est¨¢ tan mal considerado como cuando se trata de una mujer. "Yo no recibo el mismo rechazo que recibe una mujer. Lo saben mi familia y mis amigos. Soy un hombre. A m¨ª no me juzgan. A ellas s¨ª". Erik tiene, tambi¨¦n, clientela fija. Otros servicios se practican cuando la mujer lo pide expresamente. La penetraci¨®n casi nunca aparece; seg¨²n Erik, "despu¨¦s de los orgasmos no sienten la necesidad. Tampoco creo que busquen ese tipo de contacto conmigo. Solo en contadas ocasiones, cuando hay confianza y pactado con antelaci¨®n".? Sus encuentros se han visto afectados por la pandemia, pero reconoce que puede mantenerse porque tiene quien no le falla. "A veces, me necesitan con urgencia", pero se acab¨® el contacto. Y todos los servicios, por supuesto, con mascarilla.
Los datos sobre prostituci¨®n masculina no son f¨¢ciles de encontrar. Mientras que r¨¢pidamente sabes que en Espa?a hay unas 100.000 mujeres que se prostituyen, no se sabe exactamente cu¨¢ntos hombres lo hacen. En el ¨²ltimo control elaborado al respecto por el Ayuntamiento de Madrid, en 2013, se tuvo constancia de que unos 1.500 hombres se prostitu¨ªan. Pero ni en el informe que se elabor¨®, aparecen datos espec¨ªficos sobre ellos. En muchos casos, est¨¢n totalmente silenciados. Pero existir, existen. Y, parece, que la cosa ha cambiado, m¨¢s con la pandemia. Si bien la figura de chapero estaba m¨¢s o menos extendida, sobre todo cuando nos referimos a prostituci¨®n callejera y econ¨®mica, el escort, as¨ª se hacen llamar ellos mismos, es el que ha permanecido despu¨¦s de la hecatombe. La prostituci¨®n callejera masculina casi ha desaparecido. Amador sostiene que ¨¦l se beneficia m¨¢s del boca a boca que de los anuncios que pueda pagar. "Las chicas, cuando os cont¨¢is que uno funciona supone m¨¢s empuje que un anuncio. Intento que todas se vayan satisfechas". Aunque ambos, tanto Amador como Erick, se anuncian en Twitter libremente. Ninguno oculta lo que hace. "Que yo me prostituya", como dice Erick, "est¨¢ hasta bien visto".
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