La ciudad de los que ya no est¨¢n
El confinamiento vac¨ªa las ciudades y, como por arte de magia, recupera la presencia de quienes ya no est¨¢n. Las placas que identifican a los inquilinos c¨¦lebres son m¨¢s visibles en las calles vac¨ªas. El silencio y la vida interrumpida de una planta que ya nadie riega tambi¨¦n hablan de nosotros, de cuando ya no estemos
El 27 de febrero el escaparate de la galer¨ªa Hegoa, en el 16 de la rue de Beaune de Par¨ªs amaneci¨® con la intimidad de uno de los ilustres vecinos del barrio expuesta en el escaparte. Serge Gainsbourg, pitillo en boca, seca a su hija Kate con una enorme toalla blanca. Est¨¢n sentados en el borde de una ba?era antigua. Al lado, Jane Birkin abraza a su hija Charlotte desnuda que se apoya, amorosa, en el cuerpo de su madre, como si ella misma fuera una toalla. Hay m¨¢s instant¨¢neas en blanco y negro. Todas fueron tomadas por Andrew Birkin, el hermano de Jane. Cuestan 4.000 euros. Valen una vida. La de una familia que dur¨® feliz algo m¨¢s de dos d¨¦cadas, las retratadas en la exposici¨®n Gainsbourg Toujours 30 ans. El cantante sigue teniendo 30 a?os.
Por eso su casa, en el n¨²mero cinco de la calle Verneuil, es la ¨²nica mancha de caos en el vecindario pac¨ªfico y art¨ªstico donde se agrupan las galer¨ªas y los anticuarios del S¨¦ptimo arrondissement. No hay d¨ªa que alguien no se haga una foto frente a la puerta que separa el frondoso jard¨ªn de la familia de la tranquilidad de la calle. Frente a los cientos de retratos y mensajes que los seguidores dejan para el fumador, y bebedor, m¨¢s escandaloso de la canci¨®n francesa. El feo m¨¢s sexi del mundo hace 30 a?os que ya no est¨¢. Se dir¨ªa, sin embargo, que nunca se ha marchado.
¡°Existir es desmoronarse. Me rasco y pierdo un pu?ado de c¨¦lulas, tomo un poco de alcohol y me desprendo de alg¨²n porcentaje de h¨ªgado. Perderse a uno mismo es algo para lo que estamos de alguna u otra manera preparados, pero que no nos abandonen; que las personas que consideramos nuestras no desaparezcan, porque entonces el proceso de putrefacci¨®n se vuelve intolerable¡±. Guadalupe Nettel describe as¨ª la p¨¦rdida en su primera novela, El hu¨¦sped. Nettel vivi¨® en Par¨ªs. Lleg¨® porque se sent¨ªa atrapada por una tesis y saltar sin apenas dinero a unas calles que no se cansaba de recorrer resultaba un esfuerzo liberador. Luego public¨® esa primera novela dura, cr¨ªptica y dolorosa. Y m¨¢s tarde sit¨²o a la protagonista de otro libro, con el que gan¨® el Premio Herralde, caminando por esas calles, subiendo las escaleras hasta las buhardillas, escuchando tras las paredes de papel. Paseando por Montparnase. Buscando ?qu¨¦? Entre las tumbas del Pierre Lachaise. A veces pienso que se equivoc¨® de sitio.
Lo pienso siempre que paso ante el n¨²mero 5bis de la calle Verneuil. All¨ª fue donde Gainsbourg sec¨® a sus hijas sin quitarse el cigarrillo de la boca. All¨ª abraz¨® a su perra Nina, tan diva o m¨¢s que ¨¦l, y all¨ª se qued¨® abandonado, cuando la hermos¨ªsima Jane Birkin parti¨® desesperada. Ya no est¨¢n, pero la casa los despide, o los recuerda a diario.
Gainsbourg y Birkin viv¨ªan frente a una finca mucho m¨¢s sencilla cuya puerta hab¨ªa abierto, durante a?os, otro m¨²sico imprescindible: Robert Shumann. No lejos, en el mismo barrio de la Rive Gauche, y una calle m¨¢s arriba, en la Rue de Lille, fueron Lacan y Max Ernst los que se instalaron cerca del Sena. En el 7emme, solo Sergei Gainsbourg y Delacroix ten¨ªan jard¨ªn. El del autor de La Libertad guiando al pueblo es uno de los grandes secretos de Par¨ªs, un refugio amable a la sombra de un gran abeto, que el pintor miraba desde su estudio en el 6 de la Rue de Furstemberg.
Tambi¨¦n vivi¨® en el s¨¦ptimo Garc¨ªa M¨¢rquez en el n¨²mero 9 de la Rue Montalembert ¨Cque tambi¨¦n fue escritor-. Junto al edificio que habit¨® el colombiano, le dedicaron una plaza que es poco m¨¢s que una bifurcaci¨®n. Esa plaza est¨¢ al lado de la calle sin salida dedicada a Gaston Gallimard. Y, claro, tampoco es una calle, es un trozo de la propia Rue de Beaune donde ¨Cya lo hemos contado- manda Gainsbourg, aunque ya no est¨¦. Aunque la exposici¨®n estuviera programada hasta el 15 de mayo, all¨ª sigue, exhibiendo su amor y su intimidad. Muy cerca de su casa. ?l es el ¨²nico con flores, firmas y mensajes.
Ni Matisse, frente al Sena mirando N?tre Dame. Ni Stendhal, cuya casa en la Rue Danielle Casanova no lejos del Louvre est¨¢ ocupada ahora por un hotel que lleva su nombre. Ni siquiera Marguerite Duras, que viv¨® durante 52 a?os en el 5 de Saint-Beno?t, tienen flores, mensajes o graffiti junto a su placa de m¨¢rmol. A Gainsbourg no le hace falta placa. Pero la de Edith Wharton hay que buscarla dos calles m¨¢s abajo. Cruzando el Boulevard de Saint Germain y acerc¨¢ndose a los Inv¨¢lidos y al Museo donde antes de ser su mausoleo, vivi¨® Rodin. Hay m¨¢s ausencias presentes: Louise Bourgeos en el 174 de Saint Germain. Sonia Rykiel ¨Cque tambi¨¦n tiene mini plaza- en el 60 de Saints-P¨¦res, donde ten¨ªa su taller. Sainte Beuve vivi¨®, y muri¨®, en el 11 de la Rue de Montparnasse, ya en el barrio siguiente. All¨ª, es donde naci¨® Sarah Bernhardt, Gloire de Notre Theatre, en el cinco de la Rue de l¡¯Ecole de M¨¦decine que hoy ocupa la Sorbonne Nouvelle.
No est¨¢n y parece que han vuelto. Nunca la ausencia estuvo m¨¢s presente que en el ¨²ltimo a?o.
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