El coraz¨®n de Tenochtitlan
Una visita en M¨¦xico DF al Templo Mayor, fabuloso recinto que rescata la memoria de los aztecas
En uno de los pocos tiempos muertos de los que dispongo, decido acercarme a ver de nuevo el Templo Mayor. Hace m¨¢s de treinta a?os, debido a un hallazgo casual, se rescat¨® a la diosa Coyolxauhqui y las ofrendas que la rodeaban. Fue un 21 de febrero del a?o 1978 cuando los trabajadores de la Compa?¨ªa de la Luz se toparon con un cuerpo extra?o en la calle de Guatemala. Calle que hoy no existe y sobre la cual fue surgiendo el basamento del templo que ahora admiro en toda su extensi¨®n y plenitud. Las calles Guatemala, Seminario y Argentina se fueron metamorfoseando. De esta ¨²ltima se demolieron edificios de los a?os treinta y cuarenta del pasado siglo. Debajo de la librer¨ªa Robredo, por ejemplo, en la esquina de las calles Guatemala y Argentina, se encontraba el lado del Templo Mayor correspondiente a Huitzilopochtli.
Contemplo las fotos de aquel antes y despu¨¦s de las excavaciones y pienso en lo dif¨ªcil que es conservar la memoria de los hombres. Junto a los primeros restos sacados a la luz se construy¨® un peque?o y circunstancial Museo Etnogr¨¢fico que luego dar¨ªa lugar al actual. En el interior del mismo, como a¨²n hoy podemos ver, est¨¢ la maqueta del monumental recinto sagrado de M¨¦xico-Tenochtitlan. ?Qu¨¦ impresi¨®n les debi¨® producir a los descubridores europeos? Por las cr¨®nicas, hasta entonces un lugar tan fant¨¢stico solo se lo hab¨ªan imaginado en las lecturas de los libros de caballer¨ªas como el Amad¨ªs de Gaula. ?Por qu¨¦ no lo conservaron? Las mentes de aquellos hombres eran totalmente diferentes a las nuestras y, adem¨¢s, una civilizaci¨®n siempre se ha levantado sobre las otras. Que nos lo digan si no a los europeos, a los espa?oles. Estratos y m¨¢s estratos diversos y diferentes han configurado nuestra identidad. ?A cu¨¢l realmente de todos pertenecemos?
Las excavaciones del Templo Mayor de M¨¦xico-Tenochtitlan fueron fundamentales para el desarrollo de la investigaci¨®n sobre la cultura azteca. La cabeza de serpiente que remata la alfarda norte del templo de Huitzilopochtli se asom¨® de nuevo, y las pinturas de estuco volvieron a brillar, y las vigas de madera que soportaban los dinteles de las techumbres fueron liberadas, y las escalinatas volvieron a ascenderse, y las ollas policromadas de nuevo fueron tocadas por manos femeninas.
Durante la conquista, muchas esculturas rituales fueron destruidas y reutilizadas para cimentar los edificios coloniales; por ejemplo, unos pies garras de una diosa con el relieve de Tlaltecuhtli en la base se localiz¨® entre los escombros, y tantas y tantas otras piedras de canter¨ªa. Uno de los descubrimientos m¨¢s impresionantes debi¨® de ser el altar de Tzompantli, decorado con cr¨¢neos, en el patio norte del Templo Mayor. La representaci¨®n de la muerte, perfectamente dise?ada, como una instalaci¨®n contempor¨¢nea.
Arcas con ofrendas
Me llevan de aqu¨ª para all¨¢ mostr¨¢ndome lo que ya conoc¨ªa, pero tambi¨¦n los resultados m¨¢s recientes de las ¨²ltimas incursiones. Lo que m¨¢s me deslumbra es cuando, recorriendo un intrincado camino de puentes hechos con tablones y escaleras improvisadas, descendemos por debajo del nivel de la plaza del Z¨®calo y de los basamentos de edificios m¨¢s cercanamente demolidos, como, por ejemplo, el palacio de uno de los conquistadores. Entonces, all¨ª abajo, surgiendo de las entra?as de la tierra, veo varias arcas con ofrendas. Permanecen dispuestas tal cual las dejaron hace siglos. Conchas, caracoles, corales, restos de cocodrilos, peces sierra, caparazones de tortugas, restos de anfibios y varias serpientes, dientes de felinos, garras de pumas, cuernos, peque?as estatuillas, cuchillos de sacrificios e infinidad de otros utensilios. Tambi¨¦n me informan de que incluso a¨²n m¨¢s abajo podr¨ªan aparecer las tumbas de algunos monarcas aztecas. Me gustar¨ªa tocar con mis manos esas ofrendas, recorrer los filos de obsidiana con las yemas de mis dedos, comprobar si hay veneno en las mand¨ªbulas de v¨ªboras de cascabel y ponerme los pectorales de turquesa y los collares de cuentas de piedra verde. A los prisioneros se les colocaba en lo alto de la pir¨¢mide-templo y se les rajaba el pecho con un cuchillo de s¨ªlex o de obsidiana y se les arrancaba el coraz¨®n para ofrec¨¦rselo al dios sol mientras a¨²n lat¨ªa. El cronista Sahag¨²n, que fue contempor¨¢neo de Montaigne, escribi¨® que el sol y el coraz¨®n eran elementos simb¨®licos homog¨¦neos. Los sacrificios le otorgaban al sol la fuerza necesaria para mantenerse en el cielo. "El coraz¨®n lo rige todo", constat¨® nuestro compatriota. Arrancar el coraz¨®n, para los aztecas, era inmortalizar al donante.
Paseando por entre estos derrelictos del mundo solo se me ocurren pensamientos in¨²tiles. Paul Val¨¦ry dec¨ªa que la superioridad del hombre se deb¨ªa precisamente a ellos. S¨¦neca le escribe a Lucilio (libros XI-XVIII, ep¨ªstola 88) que es preferible conocer cosas in¨²tiles a nada. ?Yo no lo s¨¦! Caminando por entre estos despojos me entra una gran ansiedad por el destino del mundo y el m¨ªo propio. Y, como siempre, recurro a mi mejor interlocutor, Montaigne: "no te preocupes del mundo. T¨² no lo puedes mejorar ni cambiar. Oc¨²pate de ti mismo, salva en ti lo que haya que salvar. Mientras los otros destruyen, t¨² construyes".
? C¨¦sar Antonio Molina, exministro de Cultura, es director de la Casa del Lector.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de M¨¦xico DF (www.mexicocity.gob.mx). Tel¨¦fono local gratuito de informaci¨®n tur¨ªstica: 01 80 00 08 90 90.
? Museo del Templo Mayor (www.templomayor.inah.gob.mx; 00 55 40 40 56 00).
? Museo Nacional de Antropolog¨ªa (www.mna.inah.gob.mx).
? Turismo de M¨¦xico (www.visitmexico.com).
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