El Montevideo de Benedetti
Un paseo por la ciudad del escritor y poeta uruguayo, utilizando una gu¨ªa tur¨ªstica editada por la fundaci¨®n del autor
"Al sur, al sur, est¨¢ quieta/ esperando /Montevideo¡". Dejo escrito?Mario Benedetti. Montevideo tranquila, calma, paciente.
Hay ciudades que viven en nosotros antes de que las conozcamos, porque las recorrimos antes de verlas. Hay ciudades que destilan literatura y que nos atrapan en sus calles como lo hicieron antes las p¨¢ginas de las novelas que protagonizaron.
Montevideo y Benedetti, Benedetti y Montevideo, una ecuaci¨®n matem¨¢tica donde no funciona la l¨®gica pura, donde todo se mezcla y al lector/turista/espectador le cuesta entender donde se encuentran los l¨ªmites. Imposible, despu¨¦s de leer su obra, pensar en la ciudad y en el escritor como entidades individuales.
Montevideo como escenario no solo de una novela, sino de una obra entera, en verso, en cuentos, en prosa. Montevideo como retrato costumbrista de una idiosincrasia, de un tipo de personajes especiales, los propios montevideanos. Montevideo no solo como escenario pasivo, sino tambi¨¦n como el lugar de creaci¨®n desde el que se gestan las obras. Montevideo presente, Montevideo desde el exilio. Montevideo fuera y dentro de la producci¨®n literaria de Benedetti.
Proponemos aqu¨ª un recorrido por el Montevideo del escritor y poeta uruguayo, utilizando la gu¨ªa Benedetti, coordinada por la fundaci¨®n del autor en la ciudad:
Ciudad Vieja
¡°Pero est¨¢ la otra ciudad (¡) la de los viejos que toman el ¨®mnibus hasta la Aduana y regresan luego sin bajarse, reduciendo su m¨®dica farra a la sola mirada reconfortante con que recorren la Ciudad Vieja de sus nostalgias¡± (La tregua).
Un lugar para la nostalgia, la Ciudad Vieja: edificios emblem¨¢ticos, antiguamente poderosos; institucionales, a ratos se?oriales; bastiones financieros; palacios art¨ªsticos; puertos industriales; casas modestas que retienen en su digna decrepitud la belleza diferente, patios de toda la vida.... La Ciudad Vieja montevideana recoge algunos de los puntos con m¨¢s encanto de la ciudad, y es, sin duda, uno de los centros tur¨ªsticos m¨¢s vibrantes durante el d¨ªa.
El recorrido pasa de manera obligatoria por el mercado del Puerto, y puntos clave de la capital uruguaya, esa capital ¨²nica con sabor a provincia: la Plaza Matriz, donde se concentran restaurantes y puestos ambulantes. "Estuve un buen rato contemplando el alma agresivamente s¨®lida del Cabildo, el rostro hip¨®critamente lavado de la Catedral, el desalentado cabeceo de los ¨¢rboles. Creo que en ese momento se me afirm¨® definitivamente una convicci¨®n: soy de este sitio, de esta ciudad". (La tregua).
Tambi¨¦n est¨¢ aqu¨ª la calle Sarand¨ª, la peatonal por la que todo pasa ["Me sent¨ª como desnudo, con esa desesperada desnudez de los sue?os, cuando uno se pasea en calzoncillos por Sarand¨ª y la gente lo festeja de vereda a vereda". (La tregua)]. O los caf¨¦s preservados en el tiempo donde se reun¨ªa la intelectualidad uruguaya del momento, como el caf¨¦ Brasileiro ¨Cportada de uno de sus libros¨C, el caf¨¦ Las Misiones ¨Ccitado en La tregua¨C o el antiguo caf¨¦ Sorocabana, hoy reconvertido bajo el nombre Big Mamma, donde el escritor pas¨® tantas horas de su vida, escribiendo precisamente esa novela central de su obra, discutiendo de pol¨ªtica y charlando con amigos.
Centro
De ah¨ª ¨Capenas unas cuadras, como se mide la distancia aqu¨ª¨C nos dirigiremos al m¨ªtico Teatro Sol¨ªs, a la derecha del recorrido para, despu¨¦s de admirar su belleza, llegar a la plaza Independencia donde ¡°A una muchacha el viento le levant¨® la pollera (falda). A un cura le levant¨® la sotana. Jes¨²s, qu¨¦ panoramas tan distintos¡± (La tregua).
Sople el viento o no, haya o no ese d¨ªa panoramas destacables, desde la Plaza Independencia, donde vigila desafiante la estatua ecuestre del h¨¦roe patrio, el general Jos¨¦ Gervasio Artigas, resulta imposible no ver en una de las esquinas el que fue en una vez el edificio m¨¢s grande de Latinoam¨¦rica, de estilo art d¨¦co ecl¨¦ctico, el Palacio Salvo: "monstruo folkl¨®rico (¡) Es casi una representaci¨®n del car¨¢cter nacional: guarango, soso, recargado, simp¨¢tico"? (La tregua).
A partir de ah¨ª comienza la avenida 18 de Julio, homenaje a la primera constituci¨®n (1830) poco despu¨¦s de la independencia del pa¨ªs, ¡°Dieciocho¡±, la gran arteria de la ciudad. ¡°Uno tiene la impresi¨®n de que aqu¨ª todos nos conocemos. Caminar por 18 de Julio es como moverse por el patio de la casa familiar" (Andamios). Dir¨ªa Benedetti. Y tantos a?os despu¨¦s, sigue teniendo vigencia.
Aunque Dieciocho fue, literalmente, el patio de su casa. En el n¨²mero 878 de la avenida, casi en su inicio, en un edificio que de otra manera pasar¨ªa totalmente desapercibido, se encuentra el piso donde Benedetti vivi¨® durante mucho tiempo, y, casi m¨¢s importante, donde escondi¨® al l¨ªder tupamaro Raul S¨¦ndic, del que acabo haci¨¦ndose muy amigo y al que le dedicar¨ªa en 1971 El cumplea?os de Juan ?ngel.
Un poco m¨¢s adelante, todav¨ªa sin alejarnos de la eterna Dieciocho, en la esquina en que cruza con Constituyente, encontraremos tambi¨¦n la Iglesia Metodista Central, un edificio significativo porque fue donde Mario contrajo matrimonio con Liropeya Luz L¨®pez Alegre. La elecci¨®n de este lugar se debi¨®, al parecer, m¨¢s que a caprichos o excentricidades varias, a que era el ¨²nico que no le solicitaba certificado de bautismo. ¡°Ibamos a casarnos por la iglesia (¡) pero el cura adem¨¢s de cat¨®lico apost¨®lico era tambi¨¦n romano y algo tronco, de ah¨ª que exigiera no s¨¦ qu¨¦ boleta de bautismo o tal vez de nacimiento. Si de algo estoy seguro es que he nacido, por lo tanto, nos mudamos a otra iglesia¡± (Poema Bodas de Perla).
Cord¨®n y parque Rod¨®
Y siguiendo en el recorrido otro favorito del escritor y de sus personajes de novela,?la feria dominical de Trist¨¢n Narvaja que debe su nombre a la calle en la que se ubica ["y por favor no olvides que te espero/con este coraz¨®n reci¨¦n comprado/ en la feria mejor de los domingos" (Poema Irse)], una especie de Rastro de Madrid pero a lo bestia, donde uno puede encontrar cualquier tipo de objeto, especialmente antiguo, irreverente o no, que se pueda cruzar por nuestra mente.
¡°Ahora por fin/est¨¢n aqu¨ª a mi alcance/parque rambla idioma firmamento/recodos calle feria esquinas/ ya no preciso referencias" (Poema Referencias).
Ya que estamos de domingo, por supuesto, no podemos dejar de pasear por el parque m¨¢s popular de la ciudad, el parque Rod¨®: ¡°Los domingos (¡) iban al parqu¨¦ Rod¨®, a caminar por el borde del lago, a soportar sin comentarios, el esc¨¢ndalo de los chicos en la calesita" (Del cuento No ha claudicado).
Y de all¨ª nos encontramos a tiro de piedra de uno de los barrios montevideanos m¨¢s exclusivos, otro de esos que, al parecer, tambi¨¦n tuvo or¨ªgenes humildes¡ ¡°Nos mudamos a Punta Carretas, calle Ariosto, al costado de la c¨¢rcel. Precisamente esa vecindad poco esplendorosa abarataba el alquiler" (La borra del caf¨¦).
Esa vecindad poco esplendorosa vende ahora a muchos d¨®lares su metro cuadrado. Y aunque la mole rectangular que le sirve de faro en el horizonte sigue siendo de gusto dudoso, ahora ya no es un penal ["el doctor Borja no regres¨®, y varios meses despu¨¦s los vecinos de Rosales empezaron a enviarle cigarrillos al penal de Punta Carretas" (Del cuento Los astros y vos)], una c¨¢rcel de la que huir, si no que fue reconstruido en un lugar m¨¢s acorde con los tiempos: un centro comercial.
En este barrio tranquilo, selecto, lleno de las mejores boutiques, con vistas al r¨ªo-mar, uno puede pasearse tambi¨¦n por el Museo Juan Zorilla de San Mart¨ªn, para conocer, a trav¨¦s de la casona de estilo espa?ol donde habit¨®, la vida del poeta de la patria uruguaya, admirado por Benedetti ["y bien atr¨¢s un viejo bajito y honorable/ siempre de traje oscuro y con barba canosa/que le¨ªa su diario y jam¨¢s me miraba (¡) mi padre me dijo que ese es el poeta nacional" (Poema Tranv¨ªa de 1929)].
Para acabar el recorrido mirando a la rambla ¨Ccomo no¨C, tomamos el paseo mar¨ªtimo que circunvala la ciudad y congrega a los uruguayos, donde socializan compartiendo el omnipresente mate, a orillas del Rio de la Plata, y nos encaminamos a la playa de Pocitos, desde cuyas arenas blancas podemos observar el paso de la vida (uruguaya).
¡°nacen junto a la rambla/(¡) y en la rambla se mueren/y van al para¨ªso/y claro/el para¨ªso/ es tambi¨¦n una rambla¡± (Poema Los pitucos).
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