Ruman¨ªa, m¨¢s all¨¢ de Dr¨¢cula
Targoviste, Sibiu y Brasov en una refrescante ruta por el interior rumano
Para conocer bien un pa¨ªs, no hay que contentarse con las zonas estrictamente tur¨ªsticas. En realidad, hay que buscar los itinerarios donde la vida y la cultura tradicional a¨²n florecen. Del contraste emerge el conocimiento. A eso me dediqu¨¦ en la segunda quincena de julio por el interior de Ruman¨ªa, mientras este pa¨ªs de 22 millones de habitantes y 238.000 quil¨®metros cuadrados acog¨ªa con desgana la convocatoria de un refer¨¦ndum para dirimir la continuidad de su presidente, Traian B?sescu.
La ruta comienza en Targoviste, la antigua capital del pa¨ªs, a una hora de Bucarest. Se trata de una discreta capital de provincia, cuya particularidad, a ojos espa?oles, radica en constituir el centro neur¨¢lgico de la emigraci¨®n rumana hacia nuestros lares. Muchos de los inmigrantes procedentes de Ruman¨ªa que han llegado a Espa?a en los ¨²ltimos a?os ¨Cy que se concentran singularmente en Madrid y Castell¨®n- son de T?rgovi?te. Pese a contar con algunas muestras de esplendor hist¨®rico, como la Torre Chindia (ligada al omnipresente Vlad Tepes) o la Iglesia Metropolitana, las calles de la ciudad y sus conexiones regionales delatan el deterioro de los asuntos p¨²blicos que devino con el colapso del comunismo. En los ¨²ltimos a?os ha emergido una nueva clase media-alta, de alto poder adquisitivo, ligada habitualmente a profesiones liberales. Nicoleta, por ejemplo, es ingeniera t¨¦cnica y, como su amiga G¨¡bita ¨Cinspectora m¨¦dica-, vive en una urbanizaci¨®n de las afueras con lujos visibles en el interior, pero con las calles de tierra mal compactada. A pesar de que s¨®lo el 35% de los viales rumanos est¨¢n asfaltados, Nicoleta conduce un Audi quattro y G¨¡bi?a, un BMW.
El monasterio de Dealu
En las afueras de Targoviste, sobre una colina con vistas privilegiadas, se encuentra el monasterio de Dealu, donde est¨¢ enterrada la cabeza del pr¨ªncipe Mihai Viteazul (Miguel el Valiente), considerado un icono del nacionalismo rumano. En este lugar, pre?ado de referentes hist¨®ricos y espirituales, jur¨® lealtad al emperador h¨²ngaro Rodolfo II en el a?o 1598.
El periplo por las carreteras de Valaquia est¨¢ salpicado por las estampas pintorescas, bien conocidas, de peque?os agricultores conduciendo carros con viejas ruedas de cami¨®n tirados por caballos cansados. Los antiguos campos que Ceau?escu obligaba a cultivar con ma¨ªz o girasoles ahora est¨¢n abandonados y los sistemas de riego fueron robados y vendidos como chatarra. Si se alberga alg¨²n tipo de nostalgia del comunismo entre la gente sencilla esta consiste en esa imagen del pleno empleo y los girasoles movi¨¦ndose al un¨ªsono al ritmo de la majestad ¨²nica del sol.
La vida en el campo valaco es la imagen exacta de la Ruman¨ªa de siempre, religiosa y conservadora. No hay nada comparable a buscar un alojamiento en alg¨²n peque?o pueblo, preferentemente en casas particulares, y disfrutar de un tipo de existencia ancestral y evocadora. Los rumanos son, en este sentido, hospitalarios y sociables. No es extra?o encontrar, en los cruces de camino, aparatosos crucifijos, o peque?as capillas a la entrada de los pueblos, emanaci¨®n de un sentido de la trascendencia t¨ªpicamente eslavo. En los cementerios de las aldeas, como Gheboieni, hay dos espacios diferenciados para rezar a los muertos (morti) y a los vivos (vii). Esta distinci¨®n parece tan l¨®gica y razonable como la que separa por g¨¦neros los aseos en los establecimientos p¨²blicos, hombres por un lado (barbati) y mujeres por otro (femei). Por todo el pa¨ªs se recuerda adem¨¢s en los camposantos a las v¨ªctimas de la revoluci¨®n de 1989 (que acab¨® con el r¨¦gimen comunista), cuyos monolitos y cruces han venido a unirse a los t¨²mulos tradicionales por los ca¨ªdos en la I Guerra Mundial.
Son muy ricas las sopas (ciorb?), tanto de carne como de verduras, y la gran variedad de quesos tradicionales
La estancia en el campo es una buena ocasi¨®n para probar la cocina rumana. Son muy ricas las sopas (ciorb?) tanto de carne como de verduras, y la gran variedad de quesos tradicionales. No puede faltar en una mesa campesina el sarmale (hojas de col rellenas de carne sazonada de cerdo y ternera con arroz) y la m?m?lig? (masa de harina de ma¨ªz que se sirve con todo). A pesar de la presencia de grandes r¨ªos, para encontrar una cocina de pescado rica y variada hay que acercarse hasta la costa del Mar Negro.
En ruta hacia el norte, no hay que olvidarse de visitar los bell¨ªsimos monasterios que nos van saliendo al paso. En Curtea de Arge?, lugar de paso hacia las monta?as Fagaras, est¨¢ uno de los m¨¢s importantes. Alberga tumbas reales y la iglesia colindante es el monumento m¨¢s antiguo de Valaquia.
Pronto llegaremos, sin embargo, a Calimanesti, una estaci¨®n balnearia con manantiales de agua caliente. En C?ciulata encontramos el hotel Casa Romeasca. Por un m¨®dico precio se puede gozar de los beneficios termales y disfrutar de una naturaleza generosa y bella. En los alrededores se encuentra el monasterio de Cozia, de finales del siglo XIV, donde se sit¨²a la tumba de su constructor, el pr¨ªncipe Mircea cel Batran. Pasear por sus alrededores y asistir a los oficios religiosos vespertinos supone encontrar un nuevo remanso para el esp¨ªritu mucho m¨¢s agradecido que la propia piscina de aguas termales, con demasiada densidad de visitantes por metro cuadrado (aunque, como no cierra de noche, puede constituir una experiencia relajante a altas horas de la madrugada).
Pasos en Transilvania
En ruta siempre hacia el norte, buscando Sibiu, penetramos ya en Transilvania. La diferencia entre las tierras transilvanas y las de Valaquia es f¨¢cilmente apreciable: es obvio que nos encontramos con un pa¨ªs mucho m¨¢s rico, donde la ra¨ªz sajona y los oropeles del mito de Dr¨¢cula ¨Cque proporciona ping¨¹es beneficios con el turismo- suponen un grado. Antes de llegar a Sibiu no hay que olvidar detenerse en la peque?a aldea de Rasinari. Con poco m¨¢s de cinco mil habitantes, tiene el encanto de la Ruman¨ªa rural, pero sobre todo es la cuna del gran escritor Emil Cioran (1911-1995). No esperemos, sin embargo, encontrar nada m¨¢s que un busto delante de su casa natal y una placa en la fachada. La casa es hoy de propiedad particular y ni siquiera ha sido adquirida por el ayuntamiento, como suele hacerse en estos casos, para convertirla en museo. El viejo aforista escribi¨® sus primeros libros en rumano, pero pronto se pas¨® al franc¨¦s, la lengua de su patria de acogida. Parece como si sus conciudadanos no acabaran de enorgullecerse de ¨¦l, y tiene un sentido: al fin y al cabo, el pesimismo existencial de Cioran ¨Cdel Cioran que escribi¨® ¡°No vale la pena molestarse en matarse porque uno siempre se mata demasiado tarde¡±- casa malamente con el car¨¢cter alegre y extrovertido del pueblo rumano, cuya m¨²sica tradicional ¨Cmezcla de aires balc¨¢nicos, otomanos y gitanos- tiene un s¨ªncope marchoso muy celebrado los s¨¢bados por la noche en las verbenas populares que triunfan a lo largo del verano.
El centro peatonal de Sibiu cuenta con bell¨ªsimos templos, museos y lo que queda de las espectaculares murallas y bastiones del siglo XVI
El Sibiu de ahora mismo, por otro lado, tiene poco que ver con el de hace unos a?os. Su belleza arquitect¨®nica ha sido remozada y realzada a partir del 2007, cuando la ciudad fue proclamada capital europea de la cultura. El patr¨®n germ¨¢nico es aqu¨ª m¨¢s evidente (la alcald¨ªa est¨¢ en manos del Foro Democr¨¢tico Alem¨¢n, puesto que las minor¨ªas teutona y h¨²ngara son muy importantes). Su centro hist¨®rico, convertido en una extensa ¨¢rea peatonal, cuanta con bell¨ªsimos templos cat¨®licos, ortodoxos y luteranos y es notable su repertorio de museos y lo que queda de las espectaculares murallas y bastiones del siglo XVI.
El viaje contin¨²a, y ahora nos acercamos a Blaj, una ciudad muy cuidada, acorde con los est¨¢ndares occidentales. En una aldea de sus inmediaciones, Lupu, la escuela est¨¢ a punto de cerrar, puesto que las parejas j¨®venes est¨¢n en Espa?a y no hay ni?os suficientes para mantenerla abierta. En Sona, a veinte minutos de Blaj, Ion nos cuenta su historia: pasa el oto?o y el invierno en Castell¨®n, trabajando en la recolecci¨®n de la naranja, y el resto del a?o vuelve a su granja primorosamente cuidada.
El siguiente jal¨®n en la ruta es Siguisoara. Empieza la leyenda de Dr¨¢cula. Aqu¨ª naci¨® precisamente Vlad Tepes, en 1431, as¨ª que habr¨¢ que acoger con paciencia las m¨²ltiples referencias que lo convierten en un abusivo icono tur¨ªstico. En realidad, habr¨¢ que decir que el bueno de Tepes, conocido como el Empalador, no tiene demasiada relaci¨®n con el mito literario creado por Bram Stoker. Parece ser que, siendo ni?o, Vlad Tepes fue hecho prisionero por los turcos, que lo violaron repetidamente. De aquella experiencia surgi¨® su odio sanguinario hacia los otomanos, y su costumbre de castigar a los prisioneros de esta nacionalidad introduci¨¦ndoles una estaca de madera por el ano que sal¨ªa por debajo del hombro, sin afectar ning¨²n ¨®rgano vital, lo cual les proporcionaba una muerte lenta y dolorosa. Dr?culea significa ¡°hijo de Dracul¡±, y es un t¨ªtulo que Vlad obtuvo de su padre. La febril imaginaci¨®n irlandesa de Stoker hizo el resto.
Siguisoara es interesante por su ciudadela medieval, hoy en d¨ªa patrimonio mundial, y de nuevo hay que preferir sus museos y sus iglesias a todos los falsos reclamos draculescos. El edificio m¨¢s alto del lugar es la Iglesia de la Colina, un templo g¨®tico luterano del siglo XIV que supera los 400 metros de altura. Para llegar hasta su puerta se pueden subir los 172 escalones de la escalera cubierta (scara acoperit?), reverstida de madera. Como premio por el esfuerzo, un cementerio alem¨¢n frente a la iglesia nos permitir¨¢ una pausa deliciosamente reposada.
Brasov, la meca tur¨ªstica
Ahora nos dirigiremos al sur. El objetivo es Brasov, considerada la meca tur¨ªstica de Ruman¨ªa. La visita es ineludible, y no hay que dejar de admirar la Piata Sfatului y las fachadas barrocas del centro. Mucho m¨¢s interesante, quiz¨¢, es inspeccionar atentamente sus alrededores. Un par de fortalezas impresionantes merecen m¨¢s que un vistazo: Rasnov, en lo alto de una colina (con un r¨®tulo hollywoodiense) y Bran, que es el centro de un peque?o emporio tur¨ªstico a cuenta del reclamo de ser ¡°el castillo de Dr¨¢cula¡±. La atribuci¨®n es estrictamente falsa ¨Cla fortaleza es muy posterior a Vlad Tepes-, pero su cuidada reconstrucci¨®n hace que la visita merezca la pena.
En las cercan¨ªas de R??nov se encuentra el complejo de Poiana Brasov, un conjunto de hoteles, con varios telef¨¦ricos, muy concurridos en invierno. En verano se respira una calma perfecta, con pocos visitantes, y se puede comer un plato de carne de oso en el c¨¦lebre restaurante Sura Dacilor (decorado con pieles de lobos, tejones y zorros) o contemplar los cisnes (?aunque son de pl¨¢stico!), con su estampa de postal perfecta, en el lago donde se alza el Hotel Aurelius.
A pocos quil¨®metros de aqu¨ª, en Sinaia, no hay que saltarse la visita al palacio Peles, residencia del rey Carol I. Fue el primer castillo de su clase con luz el¨¦ctrica, calefacci¨®n central y ascensor (se termin¨® de construir en 1914) y hoy es propiedad de la familia real rumana. Su riqu¨ªsima decoraci¨®n fue tambi¨¦n el orgullo del r¨¦gimen comunista, que lo remodel¨® y utiliz¨® para agasajar a los invitados extranjeros (Nixon, Gaddafi y Yasser Arafat se contaron entre sus hu¨¦spedes).
Al fin, Bucarest
Nuestro periplo, en todo caso, terminar¨¢ en Bucarest. Curiosamente, la capital es probablemente la plaza menos interesante de toda Ruman¨ªa. A pesar de la presencia de algunas notables iglesias y museos (como el Museo Nacional de Arte o el Museo del Campesino Rumano), lo que predomina es el car¨¢cter gris y deslavazado de la arquitectura comunista. Su mayor emblema arquitect¨®nico, el Palacio del Parlamento, es en realidad el resultado de arrasar un barrio entero (7.000 vecinos tuvieron que ser ¡°reubicados¡± en otras zonas de la ciudad), producto de la imaginaci¨®n megal¨®mana de Ceausescu. La visita, sin embargo, es ineludible puesto que, aunque s¨®lo est¨¢ abierto al p¨²blico el 4% del colosal recinto, recorrer aquellas enormes salas vac¨ªas, sin apenas mobiliario, adornadas con cortinajes con incrustaciones de metales preciosos y costosas l¨¢mparas in¨²tiles da una idea cabal de hasta d¨®nde puede llegar la locura de un gobernante totalitario.
El edificio se termin¨® en 1994, un lustro despu¨¦s de la muerte de Ceausescu. Esto significa, pues, que las nuevas autoridades democr¨¢ticas tuvieron que asumir su legado. Ahora alberga el Congreso y el Senado nacionales y su perfil tecnocr¨¢tico, un poco l¨²gubre, se?orea desde una colina los sue?os prohibidos de una ciudad que espera otro momento para convertirse de nuevo en ¡°la peque?a Par¨ªs¡±, tal como fue conocida a principios del siglo XX.
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