El mejor helado de pistacho de Beirut
Abierta desde 1949, la helader¨ªa de Hanna Mitr ha vivido unas cuantas guerras
Hablando de helados, como de f¨²tbol, pol¨ªtica o religi¨®n, nunca se sabe a qui¨¦n se puede ofender. Cada rinc¨®n de cada pa¨ªs que disfruta de un largo verano afirma poseer un local custodio de una arcana receta artesanal que lo convierte en un establecimiento fetiche. Ese lugar en Beirut se llama Hanna Mitr. El nombre, como muchas otras cosas en esta ciudad donde cada esquina esconde una historia, es un decir. Hanna es en realidad un repostero que, cumplidos los 84 a?os, ha dejado el negocio en manos de su hijo Dimitri.
"El verdadero nombre es Helader¨ªa Al Salam (paz, en ¨¢rabe), pero todo el mundo lo conoce como Hanna", explica el heredero. El t¨ªtulo real no hace referencia a ninguna guerra, aunque bien podr¨ªa. Desde que comenz¨® a funcionar en 1949, ha sobrevivido a unas cuantas, testigo de la presencia de francotiradores apostados en los tejados vecinos, el paso de tanquetas de las milicias armadas y el estallido que acab¨® con el edificio contiguo. Al Salam hace honor al equipo de f¨²tbol del barrio que jugaba justo enfrente del local, a las faldas de Ashrafieh, en la calle Mar Mitr (San Dimitri). A los vecinos aficionados que entonces abarrotaban sus puertas es a quienes debe su fama.
Todo empez¨® como un juego de ni?os curiosos que se empe?aron en ver qu¨¦ hac¨ªa su jefe tras una cortina. As¨ª aprendieron Hanna y un amigo a fabricar helados. Tras 53 a?os de constante reelaboraci¨®n, el viejo a¨²n conserva una mirada traviesa que deja entrever un car¨¢cter ¡°duro¡±. Cada d¨ªa prueba la mezcla que prepara su hijo por las ma?anas para asegurarse de que es justo el sabor que busca. ¡°Si no le gusta, no lo vende¡±, explica Dimitri. El helado debe hacerse siempre con los mismos pistachos, sin colorantes, ni conservantes ni ning¨²n otro tipo de aditivo, m¨¢s que la goma que utilizan para dar textura. El resultado es tan blanco que hace dudar. ¡°Somos los ¨²nicos que preparan el helado en caliente¡±, apunta mientras mezcla az¨²car, leche en polvo y agua. Ese calor se deja notar, en la sala y en el paladar.
El local no es f¨¢cil de encontrar. Es parte de su encanto. Pero basta con recorrer la calle y preguntar a los transe¨²ntes, porque posiblemente sea uno de los puntos m¨¢s conocidos en la zona. "?Es el mejor!", apostilla cada paisano. As¨ª es como se sabe que se ha tomado el camino correcto.
Dentro solo esperan Dimitri, su madre, y un par de congeladores con la tapa transparente para poder seleccionar la especialidad a probar, en vaso (de pl¨¢stico desechable) o en galleta. Desde lo alto observan varias estampas religiosas. Cada ma?ana, Dimitri bendice el local seg¨²n la tradici¨®n greco ortodoxa y el olor a incienso se mezcla con el caf¨¦ reci¨¦n hecho y la leche caliente. La devoci¨®n, afirma el heladero, mantuvo el local intacto durante los 15 a?os de guerra civil que asolaron el pa¨ªs. La l¨ªnea que marcaba la frontera entre la Beirut cristiana y la Beirut musulmana est¨¢ a solo unas calles.
Ahora Dimitri est¨¢ pensando en mudarse. El edificio donde se venden sus helados va a ser demolido para construir uno nuevo. El skyline de Beirut cambia, mientras la ciudad hace honor a su apodo de ave F¨¦nix. La helader¨ªa, sin embargo, se quedar¨¢ en el barrio. Dimitri no piensa ofender a nadie. Tampoco a su equipo de f¨²tbol.
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