Al encuentro del m¨ªtico Fuji

Cuando uno viaja a una metr¨®polis tan concurrida como Tokio, salir del bullicio por un par de d¨ªas es m¨¢s que recomendable. Hakone, a una hora y media al sur de la capital de Jap¨®n, es el lugar perfecto para hacerlo, y m¨¢s en oto?o. Para los japoneses, el oto?o es, junto con la primavera, una de las estaciones m¨¢s especiales del a?o. El kojo o momiji (hojas de oto?o) es a esta estaci¨®n lo que el sakura (florecimiento de los cerezos) a la primavera nipona. Hakone es un punto destacado por dos razones: conforma uno de los mejores escenarios para admirar el kojo y, sobre todo, est¨¢ entre los tres mejores emplazamientos para contemplar el imponente monte Fuji, con sus m¨¢s de 3.700 metros de altura.

Hay que salir bien temprano desde Shinjuku, la estaci¨®n de tren m¨¢s grande de Tokio con casi 56 salidas; atravesar, en plena hora punta, las largas filas de japoneses que se dirigen al trabajo tiene un punto de superh¨¦roe. Despu¨¦s de haber cruzado esta autopista humana, la mejor opci¨®n para ir es el 'Hakone Free Pass'. Por unos 50 euros tienes derecho al trayecto en tren desde Tokio?(ida y vuelta) y acceso a cualquier medio de transporte en la regi¨®n de Hakone (autob¨²s, barco y funicular)?durante dos o tres d¨ªas, con la excepci¨®n de la l¨ªnea de autobuses Seibu. Y esta opci¨®n tiene un aliciente: el Romance Car. Tan sugerente como su propio nombre indica, la verdadera raz¨®n por la que este tren se llama as¨ª es deliciosamente pr¨¢ctica. Romance seat es una expresi¨®n para asiento del amor, refiri¨¦ndose a un asiento para dos personas sin reposabrazos en el medio.

Tras una hora de viaje llegas a Hakone Yumoto, punto de partida para el tren cremallera que sube, en zigzag y en mitad del bosque, hasta el pueblecito de Gora. Ya que tienes que parar aqu¨ª para coger el funicular que sube hasta lo alto de la monta?a, resulta interesante probar el plato t¨ªpico de la zona, el soba, deliciosos fideos servidos seg¨²n diversas formas. Despu¨¦s, el funicular, de madera y con aire de los a?os 50, sube hasta la cima del monte Sounsan (1.153 m), donde enlaza con el telef¨¦rico que sube hasta Owakudani. Es durante este ¨²ltimo trayecto, a bordo de una cajita junto a un par de japoneses, cuando, sin previo aviso, uno se encuentra por primera vez frente al majestuoso, imponente y sereno monte Fuji, una aparici¨®n absolutamente inolvidable e indescriptible. Si hay suerte y el d¨ªa est¨¦ despejado, su nevado perfil te acompa?ar¨¢ todo el camino desde aqu¨ª.

En medio de la emoci¨®n, y si las tropecientas fotos que querr¨¢s sacar te permiten apreciarlo, comienza a oler a azufre dentro de la cabina del cable. Bajo tus pies est¨¢n las fumarolas de Owakudani, una zona volc¨¢nica, perteneciente al parque nacional de Fuji-Hakone-Izu, famosa por sus aguas termales y g¨¦iseres activos, por ser uno de los mejores puntos para divisar el monte Fuji y tambi¨¦n, c¨®mo no, por los huevos negros. S¨ª, son negros porque los hierven en las aguas sulfurosas. Se rumorea que si te comes uno vivir¨¢s seis a?os m¨¢s.Tal vez merezca la pena, pero el olor que desprenden es tan desagradable que la profec¨ªa suele quedar relegada a un segundo plano.

Desde aqu¨ª hay que coger de nuevo el telef¨¦rico para terminar el recorrido, pues aguarda el fin de fiesta m¨¢s imponente, llegar al lago Ashi, a los pies del Fuji, rodeado de monta?as y maravilloso. Este lugar parece un fiordo, silencioso y tranquilo, pero esta paz se altera cada media hora: aqu¨ª se coge el barco pirata que atraviesa el lago hasta el pueblo de Moto-Hakone. No me he equivocado: un colorido barco pirata al estilo Disney y con un ciervo en el mascar¨®n de proa. Raro s¨ª, pero japon¨¦s tambi¨¦n, y mucho. El trayecto, de una media hora, discurre con calma permitiendo que divises el paisaje en todo su esplendor. Un consejo, cuando llegues al embarcadero de Moto-Hakone date la vuelta y mira hacia el lago de nuevo; contemplar¨¢s,?probablemente, la estampa m¨¢s famosa de Jap¨®n: el Fuji al fondo con sus nieves perpetuas, el lago Ashi, los montes de color rojo a los dos lados y, a la derecha, el gran torii (puerta sagrada) rojo en mitad del agua que da la bienvenida a una coqueta bah¨ªa repleta de barquitos de pescadores.

Si queda tiempo, uno puede vivir todav¨ªa la experiencia de dormir en un ryokan (hotel tradicional japon¨¦s), con su onsen (ba?o termal), su cena japonesa y su atardecer contemplando c¨®mo el Fuji se va escondiendo para dejar paso a un mar de estrellas y un silencio que es casi m¨²sica.

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