Una rosaleda centenaria en Montevideo
El paseo Juana de Ibarbourou fue creado hace 100 a?os con 12.000 rosales importados de Francia
Los rosales ya llevaban sobre la tierra millones de a?os cuando llegamos nosotros. Babilonios, sirios, egipcios, romanos y griegos adoptaron a la rosa como sin¨®nimo de belleza e intentaron dominar al arbusto, pero las ramas se escabulleron por caminos espinosos y retorcidos. En la Edad Media las paredes de los monasterios las encerraron, pero treparon y llegaron a ornamentar palacios, jardines, p¨¦rgolas, balcones y poemas.
En Montevideo se puede visitar el Rosedal Juana de Ibarbourou, un paseo p¨²blico que da cuenta de esta peripecia. Lleva el nombre de una destacada poeta uruguaya y -justifica de paso- alg¨²n que otro pinchazo rom¨¢ntico. El pr¨®ximo 17 de diciembre el jard¨ªn cumplir¨¢ un siglo perfumando al barrio; pocos a?os para la historia de la rosa, pero aproximadamente la mitad de la edad del Uruguay independiente.
Situado en el mismo lugar donde se asentaron las primeras familias que poblaron la capital uruguaya, inmigrantes canarios que llegaron al borde del Arroyo Miguelete en 1726, el Rosarium -as¨ª se lo llam¨® por entonces- es obra del talentoso paisajista franc¨¦s Charles Racine (Dieppe 1859-Montevideo 1935) y los 12.000 rosales plantados en su momento fueron importados de Francia en 1910.
Ahora mismo, la mayor¨ªa de las 300 variedades de rosas que all¨ª conviven est¨¢n esplendorosas. El sol de estos d¨ªas rebota con alegr¨ªa sobre el bronce de la fuente central y se reparte entre las 20 columnas que centralizan el despliegue uniforme de colores y aromas. Se puede andar entre los canteros, descubrir caminos cortos para llegar lejos, hasta las Banksias de la China, o senderos cercanos para olfatear a las llamativas Louis Philippe que -a pesar de florecer todo el a?o- hoy tampoco dejan de mostrarse rojas y vibrantes, al borde del entusiasmo.
Es reconfortante caminar bajo cada una de las cuatro p¨¦rgolas que ofrecen sombra, descanso y una vista infinita en apenas 60 metros. Y es recomendable fijarse con paciencia en cualquiera de las ocho c¨²pulas con aires art nouveau que nos recuerdan con elegancia qu¨¦ es la primavera.
El Rosedal se encuentra rodeado por un parque tambi¨¦n generoso en especies arb¨®reas: ejemplares a?ejos entre los que destacan un eucalipto blanco que ostenta grado de monumento vegetal, o varias araucarias australianas, con¨ªferas siempre verdes que despliegan su mayor porte.
El poeta y jardinero de rosales Antonio Porchia -cuya madre se llamaba Rosa- lo dijo as¨ª:
"El rosal: lo has visto con infinidad de rosas, lo has visto con una sola rosa, lo has visto sin ninguna rosa. Y no lo has visto nunca con una rosa de m¨¢s ni con una rosa de menos.
Es que has visto el rosal".
Curiosa la rosa; a pesar de ser ef¨ªmera, permanece lozana a trav¨¦s de los siglos y su perfume huele fresco, inagotable.
El Rosedal Juana de Ibarbourou est¨¢ ubicado en el barrio Prado y est¨¢ rodeado por las avenidas Agraciada, Lucas Obes, Joaqu¨ªn Su¨¢rez, Luis Alberto de Herrera y las calles Castro y Jos¨¦ Mar¨ªa Reyes.
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