Las casas de colores de Las Palmas
Paseo por las empinadas calles del risco de San Juan, uno de los lugares m¨¢s fotografiados de la ciudad canaria
Las casas de colores del risco de San Juan, uno de las cinco lomas que desde el siglo XVII fueron habitadas alrededor de Las Palmas de Gran Canaria, son una de las fotograf¨ªas m¨¢s habituales de la ciudad. Este es un recorrido para visitarlas desde dentro, paseando por sus calles. Cogemos la guagua 54 a las 9.30 de la ma?ana desde el teatro P¨¦rez Gald¨®s. Identificarla es f¨¢cil. Su reducido tama?o se explicar¨¢ despu¨¦s, cuando el ch¨®fer sortee algunos tramos con las paredes de las viviendas a escasos cent¨ªmetros. Tras callejear unos minutos por el barrio de Vegueta al son de No soy un Superman, de David Bustamante, nuestra aventura se inicia con una inesperada curva 90 grados en el paseo de San Jos¨¦ a la altura del centro cultural San Mart¨ªn.
Precisamente fue en este lugar, un antiguo hospital, donde en 1934 el pintor Jorge Oramas retrat¨® las casas de los riscos circundantes enfatizando sus tonalidades. Los vecinos las coloreaban usando lo que hab¨ªa sobrado de pintar los barcos del puerto de la Luz. Normalmente con colores primarios. Amarillos, rojos, azules. De ah¨ª su fuerza, que contrasta con la humildad de las viviendas. Su desorden, aparentemente intencionado, es parte tambi¨¦n de su irresistible encanto.
Tras un cerrad¨ªsimo giro, la guagua entra por la calle Real de San Juan, una acusada pendiente de un solo carril que nos lleva tras otra curva, esta de casi 360 grados, a la punta de la loma por la calle Camino al Polvor¨ªn. Por dentro, el risco son casas hombro con hombro. Debemos llevar provisiones. El Autoservicio Reyes, al final de Camino al Polvor¨ªn, nos podr¨¢ salvar de un apuro. En su parada nos bajamos. Antes de iniciar el descenso a pie, aprovechamos para echar un vistazo. Estamos en lo m¨¢s alto. Caminamos por la calle T¨¢rtago buscando rendijas que se abran a la ciudad baja. Llegamos a una atalaya tras esquivar a cuatro chiquillos que tiran penaltis a una porter¨ªa inventada con dos conos de tr¨¢fico. Vemos casi el mismo paisaje que los primeros moradores de la zona. En primer t¨¦rmino cientos de azoteas autoconstruidas. Detr¨¢s el barrio de Vegueta, con la catedral de Santa Ana del tama?o de una u?a, inconfundible por su piedra negra, extra¨ªda del propio cerro de San Juan en los siglos XVI y XVII. Y al fondo el mar a?il. Donde hoy navegan mastod¨®nticos buques mercantes entonces se tem¨ªa el avistamiento de corsarios.
Iniciamos el descenso por la v¨ªa principal. Nace de la curva que une las calles Camino al Polvor¨ªn y T¨¢rtago. Si llegamos temprano veremos desperezarse el risco. Oiremos tras las paredes a madres despertando ni?os. Veremos puertas que se abren y de las cuales salen hombres muy delgados, con arrugas en el rostro que parecen cicatrices. Nos miran con extra?eza y desconfianza, como si transit¨¢ramos por una propiedad privada. Miraremos por el hueco de los pocos solares que han quedado sin construir. Leeremos sus pintadas. ¡°Nunca. No te olvido¡±, ¡°Alejandro y Melin¡±. Veremos mujeres sentadas en r¨²sticos banco de piedra. Preguntamos por la mejor vista. ¡°Para eso tienen que dejarles entrar en una casa y subir a la azotea.¡±
La ruta solo puede hacerse libremente. Pateando cada callejuela. Cantabria, G¨¦minis, Sagitario, Piscis, Cruces de San Juan, San Felipe, Pegaso. Subiendo y bajando empinadas escaleras, las m¨¢s logradas provistas de modest¨ªsimos barandales verdes. Desde un altillo de la calle Cantabria la panor¨¢mica de la ciudad es especial. En primer t¨¦rmino, el risco de San Nicol¨¢s. Al fondo, las monta?as de La Isleta sobre el puerto de La Luz.?
Finalizamos el descenso en la ermita de San Juan Bautista. Data del siglo XVII. Es arquitectura de tradici¨®n mud¨¦jar. Su interior puede visitarse solo los s¨¢bados, de 18.45 a 20.15 horas, coincidiendo con la misa. Hay hambre. Dejando atr¨¢s el risco, muy cerca, en el n¨²mero 23 de la calle Pedro D¨ªaz de Vegueta, est¨¢ el pintoresco bar del Sporting Club. Picoteamos a muy buen precio excelentes alb¨®ndigas caseras, papas arrugadas y la cl¨¢sica pata asada. El postre nos lo reservamos en otro lugar. Ser¨¢ un placer, pero solo para los ojos. Llegamos a la plaza de Santa Ana, coraz¨®n hist¨®rico de la ciudad, y por 1,50 euros terminaremos la ruta subiendo en ascensor a lo alto de las torres de la Catedral. El horario de apertura es de 10.00 a 16.30 de lunes a viernes y los s¨¢bados de 10.00 a 13.30. La vista que se tiene desde all¨ª de esta ciudad abigarrada de casas desde los riscos hasta el mar es espectacular.
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