Marea baja en Omaha
Tranquilos paseos por las playas cargadas de historia del desembarco de Normand¨ªa
En las playas de Normand¨ªa, la humanidad disput¨® su batalla contra el mal. El 6 de junio de 1944 empez¨® la Operaci¨®n Neptuno, la mayor invasi¨®n por mar de la historia. Cuando despuntaban las primeras luces del D¨ªa D, el general Eisenhower dio la orden de ataque a los 156.000 soldados estadounidenses, brit¨¢nicos y canadienses que, apoyados por miles de aviones y barcos de transporte y de combate, ten¨ªan como objetivo ocupar los 80 kil¨®metros de la costa normanda. Desde aquel d¨ªa, los nombres de Sword, Juno, Gold y sobre todo Utah y Omaha identifican los escenarios donde se desarroll¨® un cap¨ªtulo clave de la II Guerra Mundial.
Casi siete d¨¦cadas despu¨¦s, las costas de Normand¨ªa mantienen intactas las caracter¨ªsticas por las que el alto mando aliado las eligi¨® como cabeza de puente para liberar Europa de los nazis. Formada en un 95% por playas, la marea baja deja al descubierto hasta 500 metros de arena, un espacio ideal para una operaci¨®n anfibia y para un paseo relajado al atardecer.
La ruta clave para visitar los escenarios del desembarco de Normand¨ªa es la carretera D-514, la Corniche, que desde Cabourg hasta Carentan perfila el litoral donde se desarrollaron las principales batallas. Pueblos como Saint-Laurent-sur-Mer vivieron en primera l¨ªnea los sangrientos enfrentamientos. Hoy sigue siendo una villa de algunos centenares de habitantes, pero donde los recuerdos del D¨ªa D perviven en algunos artefactos recuperados del desembarco y convertidos en atractivo tur¨ªstico. Ubicado a la orilla de la playa de Omaha, en sus arenas desembarcaron los soldados de la 1? y de la 29? Divisi¨®n de Estados Unidos. Un peque?o museo local y un monumento a los soldados norteamericanos lo recuerdan. Pero para imbuirse en la historia solo es preciso pisar la arena, corretear entre las peque?as lagunas que forma la marea baja, observar las colinas por donde treparon los soldados aliados bajo el fuego alem¨¢n e imaginar el infierno que se dibuj¨® en aquellas playas, hoy un remanso de paz y tranquilidad.
Inevitablemente se aparecen los fotogramas iniciales de la pel¨ªcula Salvar al soldado Ryan, de Spielberg, que, aunque no se rodaron en Normand¨ªa, son un reflejo de la crueldad extrema de las primeras horas del desembarco.
Tierra de cementerios
Muy cerca, en Colleville-sur-Mer y sobre una de las colinas que rodean Omaha, se extiende el cementerio militar donde descansan 9.387 soldados norteamericanos de los 20.000 que murieron en Normand¨ªa. Sobrecoge el alma deambular entre las cruces y estrellas de David que recuerdan la juventud de los muertos, entre ellos dos hijos del presidente Roosevelt, si bien el mayor cay¨® en la I Guerra Mundial. Un lago ribeteado con el monumento de bronce titulado El esp¨ªritu de los j¨®venes precede al jard¨ªn semicircular donde est¨¢n inscritos los nombres de los 1.557 soldados desaparecidos en el combate. Inaugurado el 8 de junio de 1944, el camposanto ocupa 70 hect¨¢reas y se completa con un magn¨ªfico museo repleto de recuerdos, gr¨¢ficos e im¨¢genes del desembarco. Un t¨²nel donde resuenan los nombres de los soldados fallecidos en combate y una c¨¢psula del tiempo que se abrir¨¢ el 6 de junio de 2044 completan una experiencia imborrable. Tanta como acercarse a Le Cambe, donde reposan 21.000 combatientes alemanes bajo un mar de cruces negras, o el brit¨¢nico, con 5.000 soldados de la Commonwealth, al lado de Bayeux.
Cuando los primeros soldados aliados pisaron las playas normandas, la invasi¨®n ya hab¨ªa comenzado. Las divisiones aerotransportadas se hab¨ªan colocado detr¨¢s de la primera l¨ªnea defensiva alemana, para impedir la llegada de refuerzos. Un punto clave de las comunicaciones era Sainte-M¨¨re-Eglise, que fue tomado por los paracaidistas de la 82? Divisi¨®n norteamericana. Uno de sus componentes, John Steele, qued¨® colgado de la torre de la iglesia en medio de un intenso fuego cruzado. Steele tuvo la sangre fr¨ªa de permanecer inm¨®vil durante m¨¢s de dos horas, hasta que llegaron las tropas aliadas y lo liberaron. Poco o nada ha cambiado en Sainte-M¨¨re-Eglise, donde un mu?eco con paraca¨ªdas sigue colgando del campanario mientras las tiendas y restaurantes del pueblo han convertido la aventura de Steele en el principal reclamo tur¨ªstico.
El alto mando alem¨¢n ubic¨® en Longues-sur-Mer una de sus bater¨ªas de costa m¨¢s potentes. Cuatro ca?ones de 150 mil¨ªmetros sobre un acantilado de 66 metros de altura que ten¨ªan un alcance de 22.000 metros y vomitaban seis disparos por minuto. A pesar de que los bombarderos aliados hab¨ªan machacado la posici¨®n en d¨ªas anteriores, la bater¨ªa desempe?¨® un papel clave en los primeros momentos del desembarco. Hoy los b¨²nkeres derruidos y los ca?ones herrumbrosos son un atractivo tur¨ªstico.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Normand¨ªa (www.normandie-tourisme.fr).
- Asociaci¨®n Normandie Memoire (www.normandiememoire.com), con informaci¨®n de las localizaciones, los museos y los puntos de inter¨¦s relacionados con la II Guerra Mundial.
- Turismo de Francia (http://es.franceguide.com).
- Museo Conmemorativo de la Playa de Omaha (www.musee-memorial-omaha.com).
- Museo Airborne (www.airborne-museum.org), en Sainte-M¨¨re-Eglise.
La Punta de Hoc, un saliente entre las playas de Utah y Omaha infestado de ametralladoras y piezas de artiller¨ªa que amenazaban el desembarco, era otro objetivo estrat¨¦gico aliado. El D¨ªa D, los componentes de un batall¨®n de Rangers escalaron los 25 metros de acantilado, pero las piezas hab¨ªan sido retiradas tierra adentro. A¨²n hoy son visibles en las rocas los efectos de los combates que culminaron con la rendici¨®n alemana. Un monolito recuerda a los 35 comandos norteamericanos que murieron en la operaci¨®n.
Mucho m¨¢s visibles son los restos del puerto artificial de Arromanches, un reto de ingenier¨ªa que se construy¨® pieza a pieza en 17 d¨ªas. Un a?o antes del desembarco se empezaron a fabricar en la costa brit¨¢nica los elementos que, remolcados a trav¨¦s del canal de la Mancha, constituir¨ªan el muelle artificial donde atracaron los barcos con suministros para los combatientes. Del Mulberry B, como se denomin¨® el puerto de Arromanches, quedan hoy algunas piezas de hormig¨®n y hierro varadas en la arena y un pont¨®n restaurado. Un museo explica con detalle el inmenso servicio que hasta mediados de octubre prest¨® a la victoria final de la libertad.
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