La fiesta de los cirios de Sal¨¦
En la ciudad marroqu¨ª se elaboran unos bellos estandartes de cera que recuerdan a las colmenas
En buena parte del mundo isl¨¢mico se acaba de celebrar el Mawlid, o nacimiento del profeta Muhammad (Mahoma), un ejemplo de ecuanimidad social y de espiritualidad para los musulmanes. Sin embargo, los musulmanes no lo reconocen solamente a ¨¦l como profeta, sino a todos los anteriores, propios de las religiones monote¨ªstas: Ad¨¢n, Abrah¨¢n, Lot, Mois¨¦s, Jes¨²s, y hasta 21 m¨¢s, mencionados en el Cor¨¢n.
La ciudad morisca de Sal¨¦, frente a Rabat, la capital de Marruecos, ha vivido estos d¨ªas su particular romer¨ªa, con una tradici¨®n de origen otomano, por mucho que los turcos nunca pusieron los pies en el m¨¢s occidental de los pa¨ªses magreb¨ªes. Una fiesta de sabor local, participativa, ¨ªntima y rebosante de color, que llena las calles y, sobre todo el mausoleo del denominado Santo Sidi Abdallah Benhasun y la mezquita mayor, ambos en plena medina.
Se trata de la llamada Fiesta de los Cirios, una procesi¨®n de estandartes recubiertos de teselas de cera de color, abanderada por la cofrad¨ªa Hasun¨ª, en medio de una alharaca de chirim¨ªas y atabales, que concluye en la mezquita y el mausoleo de Sidi Abdallah. Despu¨¦s, durante dos o tres d¨ªas, la poblaci¨®n entera, hombres y mujeres, ancianos y ni?os, j¨®venes modernos y j¨®venes tradicionales, se congregan en este hermoso espacio para festejar con c¨¢nticos, rezos, danzas y fotos -muchas fotos y v¨ªdeos desde el m¨®vil y el iPad-, el nacimiento del profeta del Islam.
Se dice que el sult¨¢n Saad¨ª del siglo XVI, Ahmed Al-Mansur Edahbi (en ¨¢rabe, el victorioso y el dorado) viaj¨® a Turqu¨ªa all¨¢ por el siglo XVI, quedando prendado de las procesiones con cirios que los turcos realizaban por estas fechas. Solo que, en palabras del decano de los chorfa de Sal¨¦, Abdelmajid Hasuni, ¡°aqu¨ª el ritual se marroquiniz¨®, como se puede apreciar en la forma arquitect¨®nica de los cirios¡±. En efecto, los estandartes de madera, recubiertos cada a?o con miles de piezas de cera, abundan en arcos lobulados, estrellas marroqu¨ªes y esa ense?a cl¨¢sica de ¡°Allah, el Watan y el Malik¡± (calco del espa?ol ¡°por Dios, por la Patria y el Rey¡±), aunque tambi¨¦n recuerdan a la arquitectura otomana de grandes c¨²pulas. Pero mientras que en Turqu¨ªa se trataba de antorchas encendidas, aqu¨ª no hay ni rastro de fuego, porque los cirios permanecen apagados (vamos, que no tienen mecha).
Una ¨²nica familia slawi, la de los hermanos Ahmed y Abdelkader Belakbir, ha perpetuado esta tradici¨®n, encarg¨¢ndose de la preparaci¨®n de estas fabulosas piezas durante m¨¢s de un mes. Junto con sus esposas e hijos (los que se prestan), recubren cada a?o de peque?as celdas de cera que recuerdan a las colmenas, estas grandes estructuras de madera, cuyo peso cargan luego sobre la cintura los esforzados cofrades durante la procesi¨®n. Despu¨¦s, tras el tradicional pase¨ªllo ante las autoridades, los hasun¨ªes, junto con los j¨®venes estudiantes cor¨¢nicos y otras hermandades, acaban colgando los cirios en medio de una densa muchedumbre, el santuario y la mezquita, cuya refinada ornamentaci¨®n, en el m¨¢s cl¨¢sico estilo magreb¨ª, data del siglo XIX.
A la salida del templo y ya fuera del bullicio, frente al Atl¨¢ntico lleno de vida y furor, se alza el cementerio de Sal¨¦, humilde, sereno y ba?ado en la m¨¢gica luz de atardecer, para recordarnos que la vida es tan ef¨ªmera y fr¨¢gil como una vela.
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