Un paseo parisino por Praga
El puente de ?ech y la avenida de Par¨ªs muestran el lado m¨¢s glamouroso de esta ciudad
Hace no mucho, Lonely Planet se?al¨® el Puente Carlos de Praga como uno de los 10 lugares del mundo que, a pesar de ser objeto de turismo masivo, merecen ser visitados incluso por viajeros que aborrecen las multitudes. Pero un puente solamente sabe a poco. Y en Praga hay otros muchos que cruzar y muy bonitos. Incluso puentes que nos permiten entender c¨®mo naci¨® este pa¨ªs. As¨ª es ?ech?v most (el puente de ?ech): un puente que deb¨ªa ser parisino y checo al mismo tiempo, igual que la avenida Pa?¨ª?sk¨¢ (de Par¨ªs) representa la pirueta de un Par¨ªs sin Francia trasplantada a centroeuropa. Este puente y la avenida a la que sigue comunican la plaza de la ciudad vieja con el r¨ªo Moldava, justo a la altura de la magn¨ªfica Facultad de Derecho de la Universidad Carolina.
Las obras se ejecutaron a principios del siglo XX, dentro de un plan lleno de buenos prop¨®sitos. Para empezar, era una manera de renovarse, quitarse el tufo barroco, nada menos que levantando una nueva ciudad, construida a la ¨²ltima, que mostrara al mundo qu¨¦ era eso de ser checos y qu¨¦ pinta tendr¨ªa el pa¨ªs de los checos (si es que los imperios del mundo dejaban de invadirles y pod¨ªan fundarlo). Pero, adem¨¢s, la tarea estaba tambi¨¦n impulsada por la especulaci¨®n con los terrenos cercanos al Moldava, que ocupaba el entonces paup¨¦rrimo barrio jud¨ªo: calles sin alcantarillado, disparatados niveles de ocupaci¨®n de casas que, adem¨¢s, eran de madera, y enfermedades infecciosas que ya estaban bajo control en el resto de la ciudad y aqu¨ª campaban a sus anchas. As¨ª que, en parte en honor al Estado por nacer, en parte por algunas fortunas checas amasadas con el imperio austroh¨²ngaro, acab¨® por decidirse que hab¨ªa que derribar esa parte de Josefov y reemplazarla por el glamour de los caf¨¦s y el modernismo en las nuevas fachadas de Pa?¨ª?sk¨¢, con construcciones de materiales m¨¢s resistentes, en un barrio m¨¢s limpio y ordenado.
El puente de ?ech -dedicado a un poeta del XIX nacido en Bohemia Central- es parte del mismo proyecto (conocido en checo como asanace) y, para muchos, su puente favorito en la ciudad. Se levanta sobre tres arcos de acero que apuntan hacia la colina de Letn¨¢ y est¨¢ decorado con relieves y esculturas igualmente met¨¢licas, sin alejarse del Art Noveau que identifica esta parte del distrito viejo. Aunque finalmente los checos tuvieron su oportunidad de fundar un estado tras la I Guerra Mundial, necesitar¨ªan hacerse de nuevo fuertes como este puente para digerir, tras apenas dos d¨¦cadas, el abandono de las potencias occidentales en M¨²nich y la declaraci¨®n del protectorado nazi que acab¨® con la rep¨²blica de Masaryk en 1938.
No hay forma mejor de terminar este paseo parisino por Praga que reponiendo fuerzas en Bistro Bohemia (B¨ªlkova 6, parada Pr¨¢vnick¨¢ fakulta, tram. 17). En una de las calles aleda?as a Pa?¨ª?sk¨¢, en la parte m¨¢s cercana a ?ech?v most, este peque?o local nos ofrece cocina t¨ªpicamente checa y bien preparada, interpretada de una manera ligera, presentada siempre con verduras frescas a la vista y sin las pretensiones de autenticidad que, tantas veces, convierten la gastronom¨ªa checa en una aventura a la que le sobran a partes iguales exotismo y colesterol.
En Bistro Bohemia, en cambio, se declaran heterodoxos para todo: se puede o¨ªr m¨²sica francesa de los 50 y decora las paredes con las estrellas de cine de la primera Checoslovaquia. Ofrecen sopa de ternera o gulash y en el mismo men¨² una crema de espinacas o ensalada c¨¦sar (que hace m¨¦ritos para convertirse en plato nacional, a fuerza de colarse en todo tipo de restaurantes). Que nadie se vaya sin reservarse un rato para tomar en silencio un t¨¦ con lim¨®n y jengibre mientras observa los enormes ventanales del local. Cuando llevan el tarro de miel entero a la mesa, es ya dif¨ªcil salir de all¨ª.
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