El reino del 'caimansito'
De Corcovado a Puerto Lim¨®n, recorrido por cinco parques naturales de Costa Rica
Que Costa Rica est¨¦ considerada como la Suiza de Centroam¨¦rica es tan irrebatible como las ampollas que esta definici¨®n levanta en los pa¨ªses vecinos. Con una extensi¨®n menor que Nicaragua y algo m¨¢s compacta que Panam¨¢ -sus fronteras naturales-, esta peque?a naci¨®n de unos cuatro millones y medio de habitantes goza de atraer a un turismo mayoritario y, a la vez, ¡°amigo de lo ecol¨®gico¡±. Amparado por la ausencia de ej¨¦rcito desde 1949 y la seguridad del territorio en contraste con la historia reciente del resto de esta franja continental, Costa Rica se ha erigido sin duda como uno de los destinos preferidos tanto para reci¨¦n casados como para viajeros independientes. Aqu¨ª va un peque?o recorrido por cinco de sus parques naturales, asequibles para todos los p¨²blicos.
La joya de la corona
El parque natural Corcovado es la joya de la corona. Situado en el suroeste del pa¨ªs, en la conocida pen¨ªnsula de Osa, su nivel de conservaci¨®n y su dif¨ªcil acceso hacen que se mantenga pr¨¢cticamente virgen desde su fundaci¨®n, en 1975. Teniendo en cuenta estas coordenadas, las posibilidades que ofrece se dividen entre una aventura m¨¢s extrema y una visita m¨¢s somera no exenta de atractivos. Como saludo asegurado est¨¢ la bienvenida que proporciona el vuelo de parejas de guacamayos que se trasladan de una palmera a otra en busca de su alimento preferido, el almendro tropical.
Para alcanzar esta imagen id¨ªlica hay que soportar casi tres horas de viaje accidentado desde Puerto Jim¨¦nez, ciudad base de las excursiones. Una vez en Carate, se pueden tomar varios senderos que var¨ªan en su dificultad y distancia. Para pasar noche en el refugio de La Sirena se puede elegir entre una ruta interior m¨¢s extensa y otra de casi 20 kil¨®metros por playa. En ambos casos, la caminata est¨¢ sazonada por la frecuente presencia de coat¨ªes, osos hormigueros, jabal¨ªes y culebras. Si hay m¨¢s suerte ¨Cy valent¨ªa- te puedes topar con un puma o con un tapir. Este extra?o animal, a medio camino entre el hipop¨®tamo y el cerdo, suele acercarse a comer a la vereda del refugio al atardecer y antes de la salida del sol, hacia las cuatro de la madrugada. Lo importante, eso s¨ª, es tener en cuenta las horas de marea para poder atravesar r¨ªos y acantilados. Y pensar, adem¨¢s, en la pl¨¢cida existencia de cocodrilos y tiburones en sus codiciadas aguas cristalinas.
Ballenas y delfines con buceo
El billete para pasar al parque Marino Ballena cuesta seis d¨®lares (alrededor de cinco euros) y responde exclusivamente al permiso de entrada. Es decir, al encontronazo con decenas de costarricenses pasando un d¨ªa de pic-nic en la arena. Si esto puede echar un poco para atr¨¢s, la clave puede estar en sumarse a los tours que se organizan para ¡°ver ballenas, delfines y hacer un rato de buceo con fruta todo el rato¡±, seg¨²n explican los gu¨ªas. Cuestan en torno a 50 euros y duran tres horas. Otra opci¨®n es explorar los 13 kil¨®metros de playa por ti mismo y subir a alguna de las lomas que protegen el parque para tratar de avistar estos mam¨ªferos desde la distancia. En cualquier caso, el mayor de los cet¨¢ceos es el formado por la playa principal, Uvita, y playa Hermosa: una lengua de tierra que acaba en un brochazo con forma de aleta y que cuenta con un precario bloque de hormig¨®n para divisar la panor¨¢mica. Un juego de espejos vertiginoso que contrasta con el arrecife de coral y los manglares que atesora el parque.
Playa Tamarindo y Las Baulas
Para relajar tanto trasiego de biosfera, nada mejor que seguir la l¨ªnea del oc¨¦ano y recabar en playa Tamarindo, en la pen¨ªnsula de Nicoya. Aunque no sea la m¨¢s tranquila ni la m¨¢s ignota (de hecho, es conocida como Tamagringo) es una de las que mejor comunicada est¨¢, lo que, por otro lado, no es mucho decir. Desde all¨ª, aparte de tener a tu disposici¨®n olas medias donde practicar surf de iniciaci¨®n, algunos bares animados y resorts mezclados con hostales para mochileros, se pueden visitar las contiguas playas Langosta, Avellanas o, un pel¨ªn m¨¢s lejos, Brasilito. Tambi¨¦n se puede pasear por el relajado parque natural marino de Las Baulas. Una mancha selv¨¢tica en este rinc¨®n del noroeste que permite navegar entre canales a bordo de un bote y vislumbrar a los escandalosos monos aulladores.
Volc¨¢n Po¨¢s
Rosa Reg¨¢s y Pedro Molina definen este pedazo del planeta como la regi¨®n de los volcanes dormidos, ¡°esos que estuvieron un d¨ªa incandescentes y mostraron los colmillos de su fuego destructor y que ahora yacen apagados y distantes, pero bellos como heroicos y arcaicos monumentos a la esperanza sometida y anulada¡±. En el caso del volc¨¢n Po¨¢s, escoltado en la cordillera central por los imponentes Turrialba o Iraz¨², esta concepci¨®n se difumina tras el olor a azufre y la pendiente hasta el mirador desde el que se distingue (si la niebla no lo tapa) el vaporoso cr¨¢ter de la caldera. Con un activo protagonismo eclipsado por la belleza limpia del c¨®nico Arenal -situado a dos horas en coche-, la excursi¨®n a esta erupci¨®n es c¨®moda y permite apreciar tanto la superficie abierta del cr¨¢ter principal, de 1,3 kil¨®metros de di¨¢metro, como una laguna contigua formada dentro de otro de los dos cr¨¢teres, a m¨¢s de 2.700 metros de altitud. En ambos casos se pueden distinguir distintos tipos de plantas con p¨²as (que le dan nombre al volc¨¢n y al pueblo) y hasta 79 especies de aves.
Tortuguero
Aunque zonas del Caribe como Puerto Lim¨®n sufriesen un considerable avance con la irrupci¨®n de la United Fruit Company (mamita yunai, seg¨²n los lugare?os) a partir de los a?os cincuenta, el norte permanece apenas sin explotar. Por eso, para llegar a Tortuguero no queda otra que tomar una lancha que recorre el lago del mismo nombre entre cocodrilos y caimansitos. All¨ª, el acceso a la playa est¨¢ prohibido desde las seis de la tarde hasta las seis de la ma?ana. Lo saben hasta los m¨¢s peque?os del pueblo, que repiten con ¨ªmpetu que si lo infringen tendr¨¢n que asumir una abultada multa o incluso ¡°varios d¨ªas de prisi¨®n¡±. Esta medida se debe al famoso desove de tortugas. Hasta tres tipos de estos reptiles (la verde, la baula y la carey) acuden cada noche para depositar entre 80 y 150 huevos de futuras cr¨ªas. En la actualidad es el territorio del Caribe m¨¢s importante de desarrollo de tortugas verdes marinas. Estas regresan cada tres a?os al mismo trozo de tierra y sus cr¨ªas supervivientes (una de cada desove) rompen el cascar¨®n cuando la tierra est¨¢ templada para introducirse velozmente en el agua. Si hay suerte se puede ver esta espectacular carrera en directo. Tambi¨¦n hay paseos en canoas o a pie en los que tropezar con ranas rojas o incluso con boas constrictor, una de las 136 especies de culebras que viven en el parque: 15 son venenosas y para la mordedura de dos de ellas no hay ant¨ªdoto.
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