Aqu¨ª me paro, aqu¨ª me ba?o

Las vacaciones que Marta Etura comparti¨® con su hermano Telmo en Costa Rica la marcaron. La actriz, que ha dirigido Invierno en el barrio rojo (hasta el 17 marzo en el Teatro Espa?ol de Madrid) y que baila en el espect¨¢culo Return (hasta el 24 de marzo en Matadero), se mont¨® en un coche y cruz¨® el pa¨ªs centroamericano.

?Qu¨¦ hizo el viaje tan especial?

Alquilamos un coche en San Jos¨¦ y decidimos viajar de una manera muy lenta; nos dej¨¢bamos llevar. Como era ¨¦poca de lluvias en el Caribe, pusimos rumbo al Pac¨ªfico.

?Qu¨¦ tal las carreteras?

Bastante particulares: de tierra, sin asfaltar. Por eso, en lugar de medir las distancias en kil¨®metros, se calculan en funci¨®n de lo que tardas en llegar. A nosotros nos preocupaba poco el tiempo: con una temperatura de 27 grados, practic¨¢bamos el aqu¨ª me paro, aqu¨ª me ba?o. La ¨²nica previsi¨®n consist¨ªa en llevar una tabla de mareas.

Pero¡­ ?iba en barco o en coche?

Una parte de nuestro recorrido discurr¨ªa paralelo a la costa. Dependiendo del estado del mar, algunas rutas se anegan. Para cruzarlas debes comprobar que no va a haber marea alta. Por si acaso nos qued¨¢bamos atrapados, llenamos el coche de comida.

?Tuvieron que recurrir a los v¨ªveres?

Por suerte no. No s¨¦ cu¨¢ntos d¨ªas pasamos por all¨ª. En el ritmo acelerado en el que vivimos, contamos todo por minutos; en Costa Rica lo hacen por la luz. En cuanto te aclimatas, desaparece el estr¨¦s, todo dura m¨¢s y el disfrute es mayor.

?Alg¨²n lugar singular?

Cog¨ªamos a mucha gente que hac¨ªa autostop y nos recomendaba lugares cero tur¨ªsticos. ?bamos en direcci¨®n al parque Manuel Antonio con uno de nuestros pasajeros y nos invit¨® a pararnos en un sitio para comer.

?Un restaurante secreto?

Un bar de carretera lleno de camioneros costarricenses donde, por dos euros, comimos divinamente. Era todo comida t¨ªpica, pescado, pollo, frijoles, arroz y verduras.

?Disfrut¨® del parque?

Soy una apasionada de la naturaleza y Costa Rica ha sabido aprovechar su entorno natural sin expoliarlo. All¨ª viajaban los adinerados a cazar hasta que se dieron cuenta de que ganaban m¨¢s dinero protegiendo la vida salvaje. El hombre, en lugar de ser un cazador, es otro ser vivo con el que interaccionar, por lo que la fauna no se espanta. Estuvimos rodeados de tortugas, caimanes y un animal que no conoc¨ªa: una mezcla de mono y rata que com¨ªa pl¨¢tanos. Durante el viaje me par¨¦ a pensar en cosas diferentes de las que pasan por mi mente en la ciudad. Descubr¨ª la desconexi¨®n.

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