Monacato tur¨ªstico

Maitines, laudes o v¨ªsperas... Las horas can¨®nicas en Santo Domingo de Silos se cantan en buen gregoriano, lo que por siglos ha constituido el mayor atractivo de la abad¨ªa y el pueblo. Extramuros, en el pago de Santa Mar¨ªa del Para¨ªso, ejerci¨® tambi¨¦n el oficio pastoral una comunidad franciscana establecida en 1301 al amparo de la abad¨ªa, aunque el convento medieval que la albergaba fue sustituido en el siglo XVIII por otro neocl¨¢sico de fachada barroca que sufri¨® la Desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal. A partir del a?o 1890, sus ruinas fueron adquiridas por el Real Monasterio de Silos y parte de la f¨¢brica destinada a reparar el ¨¢ngulo noroeste del monumento benedictino.

Un siglo m¨¢s tarde, con la colaboraci¨®n de la Asociaci¨®n de Amigos de Silos y el impulso decisivo del arquitecto Jos¨¦ Mar¨ªa P¨¦rez, Peridis, el antiguo convento franciscano resucit¨® para gloria benedictina y de los numerosos turistas. Sin perder el car¨¢cter austero de toda arquitectura frailuna, la nueva hospeder¨ªa asegura un silencio beat¨ªfico apenas herido por el rumor del tr¨¢fico. Se oyen las campanas de Silos y, seg¨²n los d¨ªas, el afilador.

Junto a la entrada, un panel rese?a los horarios can¨®nicos de la abad¨ªa en contraste con los del hotel. Aqu¨ª no hay maitines, ni laudes, ni v¨ªsperas. Asistido por la espectralidad de los pasillos y escaleras de acceso a las habitaciones, iluminados por unos detectores de presencia algo fallones.

El hotel se ve muy vac¨ªo, incluso en pleno verano. Por consiguiente, el servicio es escaso. Empleado a fondo, eso s¨ª. Los salones son verdaderamente inh¨®spitos, alguno relegado al fondo de un intr¨ªngulis de corredores, en la primera planta. Para qu¨¦ decir el bar... La luz fr¨ªa del comedor remite a la sala de operaciones de un hospital. Los dormitorios, tal vez por exigencias del guion, ofrecen unas dimensiones monacales. Limpias, pero muy expuestas al desgaste del tiempo. Funcionales, aunque el mobiliario no sea de la mejor calidad. Se nota un ahorro excesivo en la cama (colchones de tres al cuarto) y en los cuartos de ba?o (ducha escasa, falta de repisas, ajuar de calidad menor, que raspa).

En cualquier caso, lo m¨¢s destacado de la hospeder¨ªa es el claustro y sus salas adyacentes, convertidos en un museo de prolijas y did¨¢cticas panelaciones sobre la historia del monacato cristiano desde sus or¨ªgenes en Egipto hasta los tiempos actuales en Europa. Tras la visita se comprende mejor el sesgo austero de las instalaciones hoteleras. La experiencia es ¨²nica.

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