La frasca de Zaha Hadid
Una veintena de bodegas, muchas de ellas visitables. Barras atiborradas de tapas y platos. Y una exposici¨®n: ¡®Luces de la modernidad¡¯. Buenos argumentos para visitar la capital del rioja
Debe de ser una de las ciudades m¨¢s chicas de Espa?a (actualmente cuenta con 11.713 habitantes). Obtuvo el t¨ªtulo de ciudad en 1891 gracias ¡°al aumento de poblaci¨®n, desarrollo de su agricultura, industria y comercio¡±. Ese a?o lleg¨® la luz el¨¦ctrica; un a?o despu¨¦s abri¨® sucursal el Banco de Espa?a (honor solo compartido por siete poblaciones no capitales de provincia); el ferrocarril llevaba ya tres d¨¦cadas piafando. Eran a?os ¨¢ureos. La peque?a villa medieval hab¨ªa iniciado un salto en el Siglo de las Luces y finalizaba el siguiente, el XIX, en la fila de las grandes urbes europeas, estrenando electricidad (¡°ya estamos en Haro, que se ven las luces¡±, se dec¨ªa). Con los avances t¨¦cnicos que ello supon¨ªa para su industria principal: el negocio del vino. El mayor c¨²mulo de bodegas centenarias del pa¨ªs le ha valido otro t¨ªtulo: el de capital del rioja. Las propuestas en torno al vino se multiplican en su web tur¨ªstica y en www.haro.org.
9.00 El palacio de Benda?a
Esa aventura apasionante es la que recoge la muestra Luces de la modernidad, que podr¨¢ verse hasta finales de octubre repartida en tres sedes, dos de ellas en la plaza de la Paz (1). O sea, la plaza Mayor, presidida por un ayuntamiento de tiempos de Carlos III, pegado a la antigua muralla. Pues la villa medieval se reduc¨ªa al trecho que va de esa muralla a la parroquia de Santo Tom¨¢s (2). Esta conserva sus b¨®vedas g¨®ticas de porte catedralicio, y buen ali?o de altares, torre y portada barrocos. Sobre la extinta muralla se construy¨® el palacio de Benda?a (3), restaurado para albergar la exposici¨®n, y al que se accede por un portal renacentista. El hilo conductor, muy bien trabado, es que el Siglo de las Luces transform¨® esta tierra y tuvo su colof¨®n en el XIX, cuando Espa?a deja de ser imperio y tiene que organizar su territorio como simple naci¨®n. Sorprende la cantidad de riojanos que ilustran ese tr¨¢nsito (Zurbano, Espartero, Sagasta, Bret¨®n de los Herreros y otros muchos). Aunque la muestra es breve, no faltan piezas ¨²nicas, como retratos hechos por Goya o Benlliure, documentos y objetos originales.
11.00 Un pintor recuperado
Casi contiguo al palacio de Benda?a, un torre¨®n del viejo recinto alberga la segunda secci¨®n de la muestra. Dedicada a Enrique Paternina (1866-1917), que no tiene que ver con la bodega bien conocida, pero era de familia pudiente y pudo dedicarse al arte sin agobios. Pint¨® en Roma, Par¨ªs, Venecia, Madrid; se present¨® a salones y concursos: su obra La visita de la madre, premiada, inspir¨® a Picasso uno de sus primeros cuadros (Ciencia y caridad). Es su ¨®leo m¨¢s conocido, junto con Los borrachos (reproducido en una fachada, junto al ayuntamiento). Porque la obra de Paternina ha permanecido oculta; su hermana leg¨® toda la herencia a una fundaci¨®n piadosa, y solo ahora se han desempolvado (y restaurado) unas sesenta pinturas, am¨¦n de bocetos y dibujos. Una obra despreocupada y desigual, que unas veces recuerda a Sorolla, Regoyos o los impresionistas, y otras se da un aire a Zuloaga o incluso Solana. Aparte de la pintura, a Paternina le interes¨® la fotograf¨ªa. Y ese es el tema que se aborda en la tercera sede, la Estaci¨®n Enol¨®gica (4) (soberbio edificio que aloja normalmente un museo del vino). Es una propuesta bien argumentada para ilustrar c¨®mo la fotograf¨ªa cambi¨® la percepci¨®n del mundo. Llaman la atenci¨®n algunos artilugios precursores. Y dejan boquiabierto las fotos de Paternina: sus placas de cristal con gelatino-bromuro ahora descubiertas alumbran impresiones de gran formato de un hiperrealismo y una belleza que emulan los trabajos actuales de Thomas Struth o los mejores retratos americanos.
13.00 Tascas y figones
Pasear por las calles de Haro es llevarse a la retina una raci¨®n de palacios barrocos caracter¨ªsticos: de Tejada (5), de los Condes de Haro (6), de la Plaza de la Cruz (7), de las Bezaras (8) (Casa de Cultura), de los Condestables (9)... Incrustados en hileras de blancas galer¨ªas acristaladas, brindan sensaci¨®n de confort y opulencia. Los jarreros (gentilicio muy apropiado) viven la hora del tapeo en tal escenario, con una suerte de cl¨ªmax en la Herradura (10) (calles que dibujan esa forma a partir de la plaza Mayor). Se puede empezar (o terminar) en la barra surtida de Atamauri (plaza de Juan Garc¨ªa Gato, 1), o en Benigno (Juan Garc¨ªa Gato, 1), sin omitir escala en Los Ca?os (plaza de San Mart¨ªn, 5) o Chamonix (Santo Tom¨¢s, 14). Para comer al modo tradicional, Terete (11) (Lucrecia Arana, 17), un horno familiar desde 1877, donde el cordero asado o las chuletitas se acompa?an de menestra de verduras, pimientos a la riojana y delicias de la huerta. Y, por supuesto, los vinos de la tierra.
16.00 El barrio de la Estaci¨®n
Para conocer y disfrutar los vinos de Haro hay que bajar al llamado barrio de la Estaci¨®n. All¨ª se establecieron, junto al ferrocarril, gran parte de las bodegas centenarias. Solo en Haro son una veintena; la mitad de ellas admiten visitas. Buen ejemplo de este enoturismo lo encontramos en la bodega L¨®pez de Heredia (13), fundada por el bisabuelo Rafael cuando la filoxera arras¨® los vi?edos franceses. La dinast¨ªa va por la cuarta generaci¨®n; una de sus actuales due?as, Mar¨ªa Jos¨¦, tuvo la feliz idea de pedir a Zaha Hadid (premio Pritzker de arquitectura) que dise?ara un espacio para la cata y venta; lo llaman la frasca (tiene forma de decantador) y engloba el quiosco modernista que figur¨® en la Exposici¨®n Universal de Bruselas de 1913. Al lado, Bodegas Roda (14) tambi¨¦n encarg¨® al estudio de Pere Llimona un bar a pie de calle para finalizar el recorrido por los calados (cavas). No menos ilustres son las Bodegas Bilba¨ªnas, Muga, CVNE, Rioja Alta o ¡ªno en este barrio, sino en el llamado Pol¨ªgono (15)¡ª Ram¨®n Bilbao, Paternina o Carlos Serres.
18.00 Territorio m¨¢gico
La trasera de alguna de estas bodegas se asoma al Ebro; m¨¢s all¨¢ de los pagos ribere?os se encrespan los Riscos de Bilibio (16). Por all¨ª empez¨® la historia de Haro, en ¨¦poca romana. En una cueva viv¨ªa san Felices, maestro del patr¨®n riojano san Mill¨¢n, y a su vera se libra cada verano la batalla del vino (que podr¨ªa emular a la tomatina, solo falta que la descubra Bollywood). En un radio de un par de leguas se encuentran conjuntos como Briones, ?balos, San Vicente de la Sonsierra, Sajazarra, d¨®lmenes y lagares prehist¨®ricos al raso. Sin salir de Haro se pueden hacer compras gastron¨®micas en varias enotecas de la plaza Mayor, o adquirir los visantitos (polvorones) y almendras nevadas de la tradicional Pasteler¨ªa Visan (17). Con motivo de la exposici¨®n, habr¨¢ conciertos y espect¨¢culos, recitales de ¨®rgano en Santo Tom¨¢s, zarzuela en el Teatro Bret¨®n (18) (ver eventos en www.lariojatierrabierta.com). Una cena m¨¢gica, de alt¨ªsima calidad, la que brinda el chef Juan Nales en Las Duelas, restaurante del hotel Los Agustinos (19) (San Agust¨ªn, 2): un antiguo monasterio de l¨ªneas clasicistas que puede servir de elegante colof¨®n a la estancia en Haro.
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