Pinceladas de Matisse en T¨¢nger
El pintor franc¨¦s lleg¨® a la ciudad deprimido y agotado, pero la luz y los colores de sus calles le fascinaron
Hab¨ªa perdido a su padre. El coleccionista ruso Andre? Chtchoukine hab¨ªa rechazado sus cuadros La danza y La m¨²sica, que deber¨ªan haber decorado su mansi¨®n moscovita. A falta de equipaje, lo acompa?aba su mujer, pero apenas dispon¨ªa de contactos en la ciudad. La llegada de Henri Matisse a T¨¢nger se produjo, adem¨¢s, en medio de una perenne llovizna, que se prolongar¨ªa durante casi quince d¨ªas, y que lo recluy¨® en su habitaci¨®n del Hotel Ville de France, conden¨¢ndolo a la inactividad. No parec¨ªa la mejor manera de superar la depresi¨®n que arrastraba. Y sin embargo, la ciudad lo envolvi¨® con su luz y sus colores. El viaje de trabajo se convirti¨® en un viaje interior del que saldr¨ªa m¨¢s fuerte, m¨¢s capaz de manejar sus emociones para hacerlas pintura.
Aunque hayan pasado ya m¨¢s de cien a?os desde aquella primera visita, las calles de T¨¢nger siguen conservando varios de los rincones que el pintor franc¨¦s recorri¨®. Ir tras los pasos de Matisse es todav¨ªa posible, y el recorrido, inevitablemente, ha de iniciarse en el Hotel Ville de France, inaugurado a finales del siglo XIX. Considerado el mejor hotel europeo de la ciudad y un referente del T¨¢nger internacional, cerr¨® sus puertas en 1992, y ahora espera, tras su restauraci¨®n, una reapertura que se ha prolongado m¨¢s de lo previsto. Desde su habitaci¨®n n¨²mero 35, con dos ventanas que daban una vista espectacular de los tejados de la ciudad vieja y la bah¨ªa, Matisse pint¨® su Vu d'une fen¨ºtre, en un azul puro y chisporroteante, que se convertir¨ªa en una de las se?as de identidad de su pintura. El hotel est¨¢ cerrado, por lo que contemplar la misma vista es de momento imposible, pero s¨ª podemos acercarnos a ¨¦l desde la plaza del 9 de abril, en pleno centro, y apreciar su evocadora silueta.
A finales de 1912, y tras esa primera visita lluviosa, Matisse volvi¨® a T¨¢nger y sus pinceles no dejaron de trabajar hasta principios del a?o siguiente. ¡°?El para¨ªso existe!¡±, dicen que afirm¨® cuando conoci¨® la ciudad. Y la luz y la arquitectura que lo fascinaron se trasladaron a sus lienzos. La kasbah fue uno de sus rincones favoritos, y sigue siendo de los m¨¢s pintorescos. La puerta Bab El-Assa protagoniz¨® un lienzo de grandes dimensiones (1,16 metros x 0,80 metros), actualmente expuesto en el Museo Pushkin de Mosc¨². Sin salir del recinto amurallado, conviene detenerse frente al marabout Ben Ajiba, un santuario de vibrantes tonos verdes, plasmado en otra de las composiciones del artista franc¨¦s. La cotidianeidad de la kasbah, como tambi¨¦n la de la medina, con las campesinas rife?as y sus coloridos trajes tradicionales, siguen conservando el esp¨ªritu de las telas de Matisse, que convirti¨® la vida cotidiana de T¨¢nger en el gran asunto de los veinte lienzos y decenas de bocetos que produjo durante su estancia en la ciudad. Sus evocadoras vistas de la bah¨ªa siguen siendo relajantes en medio del caos que es la T¨¢nger actual, y en la plaza del Mechoir o los caminos de tierra que conducen al caf¨¦ Hafa no resulta dif¨ªcil entender por qu¨¦ esta ciudad lo fascin¨®. Matisse lleg¨® a T¨¢nger deprimido un lluvioso d¨ªa de enero de 1912. La ciudad fue su mejor medicina, y cuando la abandon¨®, un a?o despu¨¦s, ni ¨¦l ni su arte volver¨ªan a ser los mismos.
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