De los nervios en Viena

Julieta Serrano nunca se olvidar¨¢ de un viaje a Viena a finales de los setenta. La actriz, que tiene en cartel El malentendido (Naves del Espa?ol, Matadero Madrid), acud¨ªa a representar Las criadas, junto con N¨²ria Espert. Se olvid¨® el pasaporte en casa.

Se dar¨ªa cuenta enseguida.

Viajaba v¨ªa Barcelona. En Madrid me pidieron el DNI, pero en el avi¨®n a Catalu?a me percat¨¦ de que no llevaba el pasaporte.

?Ten¨ªa tiempo para reaccionar?

La verdad es que no. N¨²ria [ESPERT]estaba en Viena, y yo volaba para actuar esa misma tarde. Pero en la puerta de embarque de Barcelona no me dejaron pasar.

?Sac¨® la pistola y pidi¨® un vuelo a Estocolmo?

A¨²n no hab¨ªa rodado esa escena de Mujeres al borde de un ataque de nervios con Almod¨®var, pero s¨ª que mont¨¦ un numerito. Me puse a gritar llam¨¢ndoles de todo: ¡®?Si fuera futbolista, seguro que me dejaban salir! Pero claro... como solo soy una actriz¡¯. El funcionario de aduanas me contest¨® que el problema era que no me iban a dejar entrar en Austria.

Mientras tanto, en Viena¡­

Le contaron todo a N¨²ria, que tuvo que explic¨¢rselo a los organizadores. Pero en lugar de desvelar mi torpeza, ella, que es muy actriz, les dijo que me ten¨ªan retenida en Barcelona; que la dictadura no era muy tolerante con el mundo de la cultura y que intentar¨ªa llegar por todos los medios.

?Funcion¨® la excusa?

El responsable del encuentro teatral llam¨® al aeropuerto de Barcelona y se enter¨® de todo: ¡®?Qu¨¦ dictadura! Si est¨¢ llorando en la puerta de embarque sin pasaporte¡¯.

?Aterriz¨® en Austria?

Llam¨¦ a mi pareja, que cogi¨® el documento, se mont¨® en el coche y lo llev¨® al aeropuerto. Me lo enviaron a Barcelona y embarqu¨¦ en el siguiente vuelo.

?Pudo entrar en escena?

Aterric¨¦ y me estaban esperando con dos coches de polic¨ªa. Me qued¨¦ un poco at¨®nita; en esa ¨¦poca, en Espa?a, si te llevaban escoltada no era para ir al teatro. Despejaron el tr¨¢fico, mientras yo iba en otro coche hecha un manojo de nervios. No hac¨ªa m¨¢s que preguntar si llegaba a tiempo. El organizador me tranquilizaba dici¨¦ndome que s¨ª. Mentira. Retrasaron el pase. Y los austriacos, muy ordenados, volvieron una hora despu¨¦s a vernos.

?C¨®mo les sali¨®?

Fue una funci¨®n maravillosa. Nos aplaudieron a rabiar y, a pesar del estr¨¦s, N¨²ria y yo nos sentimos geniales en escena. Hemos hablado mucho de esa actuaci¨®n y coincidimos en que fue de las mejores. Inolvidable, como puede imaginar.

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