El arte de compartir en Nueva York
Miles de neoyorquinos subarriendan sus casas y habitaciones, mascotas incluidas, durante d¨ªas, semanas o meses
Viernes por la noche. Llega a casa, da de comer al gato, se tumba en el sof¨¢. Conecta Netflix. Con una mano controla el mando a distancia y con la otra acaricia el lomo del felino, que ahora se relame. En la secci¨®n de 'vistas recientemente' solo hay pel¨ªculas infantiles. Para de acariciar al gato; no es suyo. Tampoco el sof¨¢, ni la tele. Esa, es la vida de otros.
Miles de neoyorquinos subarriendan sus casas y habitaciones, mascotas incluidas, a extra?os que conviven con sus enseres durante d¨ªas, semanas o meses. Es una pr¨¢ctica extendida en muchas ciudades, pero en Nueva York no es solo cosa de turistas, constituye todo un modo de vida. Los alquileres son tan elevados que algunos se ven obligados a recibir hu¨¦spedes para pagarlos. Otros viven de subarrendar su casa durante una semana al mes que pasan en habitaciones de amigos o parejas. Al compartir sus espacios privados capitalizan los excesos de recursos, construyen econom¨ªas alternativas y establecen nuevas interacciones sociales.
Compartir tambi¨¦n es un negocio. Si hubo un tiempo en el que para experimentar el aut¨¦ntico Nueva York hab¨ªa que pernoctar en el Waldorf Astoria, hoy se hace a trav¨¦s de un sistema de compa?¨ªas que conecta a los que subarriendan su casa con los que buscan alojamiento. En Airbnb, una de las empresas m¨¢s populares de la sharing economy (econom¨ªa de compartir), los arrendatarios se denominan "anfitriones" y los hu¨¦spedes "invitados". Los artistas prefieren Listings Project, los que cultivan la hospitalidad se sirven de Couchsurfing y los que solo se f¨ªan de amigos usan Facebook. Todos los dem¨¢s acuden a Craigslist.
Los lobbies hoteleros y las administraciones p¨²blicas no son indiferentes ante la tendencia. En mayo un juez condenaba a pagar 2.400 d¨®lares a un propietario de Manhattan cuyo inquilino hab¨ªa subarrendado su apartamento a un tercero a trav¨¦s de Airbnb. Meses despu¨¦s la compa?¨ªa avisaba por email a sus usuarios sobre su obligaci¨®n de pagar impuestos con car¨¢cter retroactivo. En el Nueva York dibujado por Bloomberg y heredado por el alcalde De Blasio alquilar tu habitaci¨®n cuando no est¨¢s en casa puede estar penado.
Mientras se aclara el futuro legal de Airbnb, otras empresas sacan partido al tir¨®n de lo compartido. Los neoyorquinos hacen uso de espacios de coworking a trav¨¦s de plataformas como Desktime, realizan transferencias internacionales y pagos sin comisiones mediante Transferwise o Square Cash, comparten las bicicletas de Citi Bike, coches con Zipcar y esperan el aterrizaje de servicios de coliving (una suerte de comuna contempor¨¢nea) como The Embassy Network.
Intenta hacer hueco en cajones llenos de camisetas estampadas. De la pared cuelgan manualidades y fotos de gente sonriente. En los cinco ¨²ltimos meses ha vivido en una casa de una traductora de la ONU en el East Village, ha compartido apartamento con una investigadora en Harlem y con el editor asistente de Spike Lee en Astoria; ahora, a cambio de cuidar un gato, disfruta de un d¨²plex en Brooklyn. Enciende la televisi¨®n y se tira en el sof¨¢. Puede que no sea suyo, pero es c¨®modo y el gato ronronea.
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