Un ¡®Shangri-la¡¯ gomero

En La Gomera los t¨²neles de carretera ayudan a separar contrastes clim¨¢ticos, mundos diferentes. Cuatro separan San Sebasti¨¢n de La Gomera de Hermigua. Al salir del ¨²ltimo, llamado La Cumbre, dejamos atr¨¢s la relativa aridez de la capital gomera para incorporarnos al perfil orogr¨¢fico del norte, inmerso en el verdor que desprende el parque nacional. Desde esta laurisilva propia de las zonas elevadas -El Cedro es un paraje excepcional para sumergirse en ella- descenderemos en zigzag buscando las plataneras, situadas a orillas del Atl¨¢ntico, a trav¨¦s de una garganta donde la vida discurre a un ritmo pausado. Vaya de entrada que es un municipio alongado -unos 5 kil¨®metros-, con viviendas diseminadas formando pintorescos grupos, lo que no puede menos que despistar a m¨¢s de uno. Su color, el verde.

El Convento es la pedan¨ªa m¨¢s alta y a?eja de la Villa de Hermigua. Quien lo desee puede subir por la calle con escalinata que asciende por el centro hist¨®rico entre casas del siglo XVII y XVIII. De esta manera se aprecia el paisaje de tejados antes de situarnos a los pies de los roques de San Pedro, que imponen su airosa presencia.

Cerca se encuentra la iglesia de Santo Domingo de Guzm¨¢n (siglo XVI), cuya tercera nave qued¨® inconclusa. En Los Telares venden artesan¨ªa elaborada con ristras (capas del tallo de la platanera) y ch¨¢caras (voluminosas casta?uelas); tambi¨¦n puede uno avituallarse de almogrote (especie de mojo gomero), miel de palma, galletas o vino elaborado con uva variedad forastera gomera. En la tienda gestionan la visita al molino de gofio (2 euros), situado dentro de una finca de cultivo tradicional.

Un kil¨®metro valle abajo, el Museo Etnogr¨¢fico de Hermigua (entrada gratuita) se abre a la curiosidad del viajero lleno de encanto retrospectivo. Todo un homenaje a su impulsor, Virgilio Brito.

La escasez de suelos cultivables en La Gomera determin¨® la creaci¨®n de bancales escalonados en zonas de elevada pendiente. De camino a La Caleta, en una cerrada curva de izquierdas, veremos a la derecha el arranque de un sendero que se agradece infinito. Son 2,8 kil¨®metros (unos 40 minutos) por una preciosa vereda que pespuntea el risco hasta el muelle de San Lorenzo. De cuando los hermig¨¹enses transitaban con su carga de pl¨¢tanos a lomos de burros los d¨ªas en que el oc¨¦ano embravecido imped¨ªa embarcar en el valle.

El senderismo de larga distancia, deporte gomero por excelencia, lo postergamos al oto?o en favor de La Caleta, quiz¨¢ la mayor expresi¨®n playera del norte gomero.

Pisamos un (este a?o) bien dotado arenal, equipado con sombrillas, mesas, tarajales, fuente, duchas, aseos. El restaurante Olivia est¨¢ especializado en pescado. Tambi¨¦n se encuentra la ermita de San Juan. A lo lejos, el Teide produce un tremendo impacto visual confundi¨¦ndose con el cielo. Con ser este Atl¨¢ntico digno de respeto, casi siempre hay rincones aptos para el ba?o, al menos en verano. Preguntar a los aut¨®ctonos.

Regresamos a la carretera principal hasta enfilar al pescante o antiguo muelle, zona en obras ¨Chabr¨¢ que caminar los ¨²ltimos 250 metros-, pero que merece incluirse en la ruta, y qui¨¦n sabe si zambullirse en la piscina que llena la marea. Fijarse en las precauciones que adoptan el resto de ba?istas y tener presente que la zona m¨¢s segura de este tipo de piscinas es siempre la central.

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