Con permiso de las mareas
Piscinas que se llenan en la pleamar e islas accesibles a pie cuando baja la marea. 25 citas para ver campos de algas, estratos geol¨®gicos y arrecifes que se desvelan durante unas horas al d¨ªa
Pocos fen¨®menos naturales pueden despertar tanta ilusi¨®n en los amantes de las costas como las mareas, presentes en casi la mitad del litoral espa?ol. Si adem¨¢s dicha atracci¨®n solunar resulta ser la mayor del a?o ¡ªcomo suceder¨¢ la segunda semana de septiembre¡ª, hay que hablar de un gran acontecimiento. Dos veces al d¨ªa el oc¨¦ano dejar¨¢ paso franco a cotas rara vez alcanzadas, lo que abre un amplio abanico de ocio viajero. Las excursiones deber¨¢n planificarse observando las tablas de marea ¡ªfiable solo con mar serena y vientos abonanzados¡ª, previa consulta a la oficina de turismo y, mejor si cabe, al vecindario.
01 Giro de rodetes
Molino de mareas de Santa Olaja, Arnuero, Cantabria
En las marismas de Joyel nos espera un hermoso molino de marea. Un paseo de diez minutos, con paneles alusivos al entorno y al r¨¦gimen mareal, nos acerca a esta edificaci¨®n de canter¨ªa (de 1702), rehabilitada en 1952. Cuando la marea llena el embalse comienzan las visitas. El agua, que se suelta a presi¨®n, activa las paletas de los rodetes, impulsores de la maquinaria. La entrada ¡ª4 euros¡ª incluye una visita al Observatorio del Arte de Arnuero.
02 Calas de interior
Gulpiyuri y Cobijeru, Llanes, Asturias
Dos claros ejemplos de arenales donde el Cant¨¢brico permanece invisible, no as¨ª las olas, que penetran en marea alta por las hendiduras k¨¢rsticas con ronquido grave y mugidor. Una forma sutil de belleza. A Gulpiyuri ¡ªtoda una celebrity¡ª se llega caminando 15 minutos desde la playa de San Antol¨ªn. Para alcanzar Cobijeru ¡ªuna perfecta desconocida¡ª se aparca en el palacio de Buelna; para bajar luego a su cueva es preciso linterna y marea vaciante.
03 Pescando en el corral
Corrales de Chipiona, C¨¢diz
Cuando el Atl¨¢ntico se retira emergen del rompiente cercados de piedra ostionera, de origen inmemorial, perfectamente delimitados y con due?o: en marea menguante se convierten en trampas para peces y crust¨¢ceos. Delante del faro se cuentan los corrales de Cabito, Nuevo y Trapillo. A lo lejos es habitual ver la silueta de barcos aguardando a que la respiraci¨®n del Atl¨¢ntico les ayude a remontar el Guadalquivir. Visitas guiadas gratuitas, los d¨ªas 10 y 11 de septiembre. Reservas: 956 92 90 65.
04 Un paseo de 28 kil¨®metros por la arena
Sotavento de Jand¨ªa, P¨¢jara, Fuerteventura
El jable no es una arena cualquiera y alg¨²n que otro turista hasta se la lleva de recuerdo. En la fase de inundaci¨®n, el arenal de sotavento se fragmenta en diferentes playas, mientras que cerca de la bajamar son 28 los kil¨®metros caminables donde el Atl¨¢ntico pule la arena. Hay que emprender la marcha tres horas antes de la retirada del mar o tres horas despu¨¦s de la pleamar. Desde Costa Calma al hotel Meli¨¤ Gorriones, el tiempo estimado es de entre 90 y 120 minutos. Y del hotel al faro de Jand¨ªa, entre 180 y 240 minutos. La ida o el regreso se pueden hacer en la l¨ªnea 5 de autob¨²s. A lo largo del camino aparecen chiringuitos y sectores nudistas.
05 El sarc¨®fago submarino
Laxe do Crego, isla de Ons, Pontevedra
Tras acabar la raci¨®n de pulpo en el puerto de Ons (Bueu), en cinco minutos se llega a la playa de Area dos Cans. Cuando el agua se retira, despunta un sarc¨®fago medieval excavado en la roca, la Laxe do Crego (Roca del Cura), vestigio de una ermita rec¨®ndita por razones que solo entiende la fe. Subsiste el perfilado de la cabeza, as¨ª como el soporte para fijar la cruz. La tapa del sarc¨®fago la usa un vecino a manera de asiento.
06 Rugen los bufones
Pr¨ªa, Llanes, Asturias
Por buf¨®n se entiende una sima que la corrosi¨®n marina ha taladrado en los acantilados calc¨¢reos. El campo de bufones de Pr¨ªa, en Llanes, combina buena accesibilidad y emoci¨®n asegurada cualquier d¨ªa en el que coincidan mar llena y fuerte oleaje. La ola entra a presi¨®n, comprime el aire y genera un gran surtidor que se disuelve en lluvia fina. Con sol se forma un arco iris con toda su banda de colores. Mantener una distancia de seguridad prudente; m¨¢s de uno ha fallecido por acercarse demasiado.
07 Aislados
Isla de San Nicol¨¢s, Lekeitio, Vizcaya
Experiencia arrebatadora la de cruzar en bajamar ¡ªcomo mucho uno se moja los tobillos; no usar el malec¨®n¡ª a la isla de San Nicol¨¢s o Garraitz. Los pinares, muy secos, acompa?an una bater¨ªa del siglo XVIII en cuyo polvor¨ªn podemos resguardarnos de imprevistos chirimiris. Tenemos un lapso m¨¢ximo de tres horas para disfrutar de una perspectiva diferente del puerto de Lekeitio.
08 Aqu¨ª chapote¨® un dinosaurio
Playa de La Griega, Colunga, Asturias
Lo suyo es caminar 600 metros desde el campin Costa Verde por la senda que lleva al balc¨®n con panel informativo. En el bloque de caliza despiertan la imaginaci¨®n pisadas de saur¨®podos, que, en lo tocante a dinosaurios, son las huellas m¨¢s grandes de Europa y las segundas del mundo (una llega a medir 126 cent¨ªmetros). En bajamar agrada m¨¢s acudir pisando arena. Subir despu¨¦s al Muja (Museo del Jur¨¢sico de Asturias).
09 y 10 Piscinas intermareales
Piscina Marina (Tapia de Casariego, Asturias) y La Fajana (Barlovento, La Palma)
Junto a la playa de la Ribeir¨ªa despierta la m¨¢s viva curiosidad la manera en que se ha reconvertido una cet¨¢rea (vivero de marisco) en piscina mar¨ªtima. El agua que rebosa la marea es retenida mediante una compuerta, repiti¨¦ndose el vaciado a diario. La madera sirve de sol¨¢rium a familias y curiosos. Las piscinas de marea son inherentes a las islas Canarias occidentales. En La Palma cabe mencionar las de La Fajana, un regalo por su grandiosidad acantilada.
11 Cosecha de algas
Playa de Ami¨®, Val de San Vicente, Cantabria
La expresi¨®n rural de la playa se mantiene intacta seg¨²n demuestran los recolectores de ocla (alga roja) con sus tractores y redes faenando durante la tregua que les concede la marea. Estos fondos rocosos est¨¢n recubiertos de densas praderas de algas muy cotizadas en el mercado farmac¨¦utico y cosm¨¦tico. Las primeras mareas fuertes de fondo las arrastrar¨¢n en septiembre, alfombrando de rojo la costa. Con la marea baja emerge el camino al islote El Castril.
12 Arrecife y cantera
Playa de Las Canteras, Las Palmas de Gran Canaria
Este arenal grancanario toma su nombre de las tres barras naturales de piedra arenisca que, adem¨¢s de proteger del oleaje, serv¨ªan de cantera (todav¨ªa se aprecian las huellas) para fabricar destiladeras de agua caseras. Barras que marcan la orilla de la playa prehist¨®rica. En bajamar se puede llegar a pie a la barra Grande, desde donde se disfruta del skyline de la capital.
13 R¨ªa en alta, r¨ªa en baja
Urdaibai, Vizcaya
La r¨ªa del Oka, en Urdaibai, se distingue por lo dilatado de su ecosistema intermareal. Encanta c¨®mo el Cant¨¢brico gana terreno a tierra firme por m¨²ltiples vericuetos empujando t¨ªmidamente a las lim¨ªcolas hacia el observatorio ornitol¨®gico de San Kristobal de Busturia, lo mismo que hacia los observatorios gratuitos (la entrada al centro cuesta 5 euros) del Urdaibai Bird Center. Uno va de asombro en asombro con las esp¨¢tulas.
La subida mareal la aprovecha Ur Urdaibai para remontar la r¨ªa en piragua desde Arketa (Ibarrangelu) a Kortezubi. La bajamar ayuda en sentido contrario, sin casi dar paladas. Se necesita marea creciente para la salida de los barcos del astillero de Murueta.
14 Hist¨®rico aterrizaje
Playa de Oyambre, San Vicente de la Barquera, Cantabria
Que los arenales sirvan en bajamar de improvisada pista de aterrizaje no es producto de fantas¨ªas juliovernianas. Aconteci¨® al menos en O Rostro (A Coru?a), Punta Umbr¨ªa (Huelva) y Tarifa (C¨¢diz). Puestos a imaginar, nada como el aroma de romanticismo que desprende la historia del P¨¢jaro Amarillo, que cubr¨ªa en 1929 el primer vuelo transoce¨¢nico entre Old Orchard, en Maine (Estados Unidos), y Par¨ªs. Tras surgir un poliz¨®n, el combustible se revel¨® claramente insuficiente: o lanzaban al intruso al vac¨ªo o tomaban tierra forzosamente tras 29 horas de vuelo. As¨ª aterrizaron en la playa de Oyambre a las 20.40 del 14 de junio de aquel a?o. El documental La aventura del P¨¢jaro Amarillo fue dirigido por Juan Molina y producido por el actor Antonio Resines, ambos incondicionales de Oyambre.
15 La crianza de la sal
Salinas del Carmen, Antigua, Fuerteventura
Aparte de la molinera, otra industria siempre relacionada con las mareas fue la salinera, de la que, en Espa?a, quedan una decena de empresas en activo. Las artesanales del Carmen, patrimonio etnogr¨¢fico de 1800 situado a diez minutos del aeropuerto de Fuerteventura, se nutren de las olas que rebasan el muro o saltadero en horario de flujo mareal, con el empuj¨®n a?adido del viento del noreste. Los salineros desnatan con el ruedo, favoreciendo la evaporaci¨®n. No lejos del Museo de la Sal y de la osamenta de rorcual com¨²n est¨¢ el restaurante Los Caracolitos, especializado en pescado fresco.
Modelado g¨®tico
Playa de Las Catedrales, Ribadeo, Lugo
A la hora de hablar de efectos mareales, la playa de Las Catedrales es el equivalente espa?ol al Mont Saint Michel de Francia. Tan alta es su sobreexposici¨®n medi¨¢tica, que la visita pide alejarse lo m¨¢s posible del verano, sobre todo los fines de semana. Se registran esperas de hasta una hora para poder bajar por la escalera, en parte porque la marea, avara, solo permite el paso una hora antes y otra despu¨¦s con respecto a la bajamar. Uno no sabe qu¨¦ admirar m¨¢s, si las cuatro arcadas pizarrosas que quieren ser arquivoltas g¨®ticas ¡ªlas m¨¢s bellas est¨¢n casi metidas en el oleaje¡ª, si la belleza de las cuevas tapizadas con percebes, si los pasadizos interconectados donde nidifican gaviotas y cormoranes. O la caligraf¨ªa precisa de los islotes alineados, fruto de la acci¨®n cin¨¦tica de las olas. As¨ª se visita este monumento natural de esquistos y pizarras: en camisa y pantal¨®n corto; c¨¢mara en mano, y, a menudo, en tropel, de un lado para otro, con la prisa del entusiasmo. Tras el paseo de 700 metros puede uno demorarse tranquilamente puesto que los socorristas avisan de la llegada del Cant¨¢brico. La playa dispone de servicios inherentes a las banderas azul y de calidad tur¨ªstica, y ostenta el certificado medioambiental ISO 14001. Dispone de punto de informaci¨®n tur¨ªstica. Aprovechar despu¨¦s para caminar por la playa de As Illas.
16 Arenas de pel¨ªcula
Cementerio de Barro-Niembro, Llanes, Asturias
Pocos camposantos pueden vanagloriarse de combinar la oratoria del ¡°polvo eres¡± con la arena marina. El pintoresco cementerio de Barro-Niembro es un motivo habitual para los pintores y ha sido escenario de pel¨ªculas (www.llanesdecine.com). Desde la carretera se observa, con mar entrante, el reflejo de la iglesia y el cementerio en la ensenada de El Vau. Y junto a las tumbas, el paso de card¨²menes de peces; en bajamar, el de buscadores de cebo.
17? ?Vaya cortina!
Los Chorros, Barbate, C¨¢diz
Son un centenar de metros de acantilado de La Bre?a que se precipita empinado hacia el mar. Por su base (lejos de la pared) caminaremos media hora sobre arena y piedras ca¨ªdas ense?oreadas por gaviotas que disputan el espacio a garcetas y palomas brav¨ªas. La ruta (calzar zapatillas) no admite despistes: desde la playa naturista de Los Ca?os de Meca hasta el manantial y su vegetaci¨®n asociada de musgos, helechos y zarzas precipit¨¢ndose como grueso tel¨®n entre tonalidades verdes contrastadas. Salir una hora antes de la bajamar.
18 Huertos sumergidos
Carril, Vilagarc¨ªa de Arousa, Pontevedra
Su estampa agraria y marinera es muy sugerente. Cuando las olas empiezan a remitir, hacen acto de presencia las mariscadoras rastrillo en mano para labrar la luminosa pradera intermareal que forma la desembocadura del r¨ªo Ulla. Parques de cultivo de almejas y berberechos de fama mundial y que, no por sumergidos, dejan de estar delimitados con estacas y piedras. Septiembre es buen momento, puesto que el cauce todav¨ªa es moderado, lo que mantiene la salinidad. En el Peque?o Bar de Vilagarc¨ªa nos esperan las almejas a la marinera.
19 El libro geol¨®gico
Playas de Itzurun, Algorri y Sakoneta, Zumaia, Guip¨²zcoa
La bajamar regala la posibilidad de tocar tanto la rasa intermareal como la base de los cantiles que tanta celebridad siguen reportando al flysch guipuzcoano. Ojipl¨¢tico queda uno ante la r¨ªtmica belleza de estratos y paredes laminadas con 50 millones de a?os de antig¨¹edad. En Itzurun est¨¢n los clavos marcadores de eventos geol¨®gicos a escala mundial. Uno indica la inversi¨®n de la polaridad magn¨¦tica de la tierra; otro, una bajada del nivel del mar de 70 metros. Visitas guiadas en www.geoparkea.com.
20 Torre¨®n a caballo
Torre del Oro, Mazag¨®n, Huelva
Las torres almenaras son claros exponentes de la forma en la que ha evolucionado la din¨¢mica litoral onubense. De la torre del Oro quedan ruinas desperdigadas por la orilla, que componen un derroche de plasticidad al atardecer. Como el acceso es peliagudo, nada mejor que hacerlo a lomos de los caballos de Arte Andaluz. Se cabalga a diario por esta playa infinita integrada en el espacio natural de Do?ana. No se requiere experiencia.
21 Motivo de ajetreo
De La Caleta al castillo, C¨¢diz
Las mareas vivas se disfrutan en C¨¢diz con pasi¨®n inusitada; tanto La Caleta como el paseo de Fernando Qui?ones se convierten en un hervidero. Mientras La Caleta niega a los ba?istas que no hayan madrugado un lugar en la arena, los ni?os se tiran de cabeza a las pozas, acerc¨¢ndose despu¨¦s a las balsas llenas de vida que deja al descubierto la marea. Hay vendedores de bocas (cangrejos moros) y burga¨ªllos (caracoles marinos). Desde las murallas del castillo de San Sebasti¨¢n (acceso gratuito) se observa a quienes osan rodearlo exteriormente con chancletas de pl¨¢stico.
22 Llega la arena septembrina
Playa de la Grimona, Los Realejos, Tenerife
Como cada mes de septiembre, los tinerfe?os tienen una cita con la arena reci¨¦n colocada por el oc¨¦ano en la Grimona, extensi¨®n crom¨¢tica y volum¨¦trica de la playa del Socorro. Las mareas aportan la arena volc¨¢nica y decenas de paseantes lo celebran por el paseo que surge en bajamar al filo de las rocas. Quiz¨¢ asistan a un aterrizaje parapent¨ªstico.
23 Barcas en seco
Ea, Vizcaya
A¨²n hay viajeros de interior que se asustan al ver los efectos de las bajamares en algunos puertos; ya apenas quedan, si acaso en pueblitos como Ea. En el muelle de bolsillo quedan atrapadas en horario de reflujo tanto chipironeras como embarcaciones de recreo. Poco pueden hacer los marinos salvo esperar en esta preciosa minirr¨ªa arenosa atravesada de puentes.
24 Mariscando marcha atr¨¢s
La Gola, Isla Cristina, Huelva
La zona intermareal de la r¨ªa Carreras ofrece la oportunidad de recrearse la vista con los ba?istas de la playa de la Gaviota compartiendo espacio con los coquineros de pie (la coquina capturada en barco se cotiza menos) cual cangrejos, avanzando de espaldas, taladro en ristre. En la marisma, enfangados, los buscadores de almejas cavan con el zacho cerca del puente de madera.
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