Adoradores del Sol
El Orante es la mayor figura de las pintadas en las cuevas prehist¨®ricas de Pla de Petracos, en Alicante. La visita al museo de Castells ayuda a darle significado
Para los estudiosos de los primeros pasos del hombre en la tierra y, en particular, de las pinturas rupestres, Espa?a es el pa¨ªs de las cuevas de Altamira. Sin embargo, existe un segundo tesoro mucho menos afamado, pero no menos relevante en el estudio de estos periodos, lo que algunos catalogan como el Altamira del neol¨ªtico: Pla de Petracos.
Situado en la comarca alicantina de la Marina Alta, Petracos es casi un secreto para el gran turismo y una perfecta excursi¨®n de medio d¨ªa para los que llegan desde villas costeras como Denia o Altea. Desde aqu¨ª iremos en busca de nuestro tesoro, adentr¨¢ndonos en la provincia por una ruta serpenteante de naranjales, almendros, vi?edos y olivos, y unas monta?as bajas entre riscos y valles.
A cuatro kil¨®metros de Castell de Castells, nos desviamos a la derecha para encontrarnos primero con una peque?a ermita abandonada entre pastizales. Aunque no se puede ingresar por el deficiente estado y porque se encuentra en terreno privado, vale la pena contemplar desde la ruta un edificio tan misterioso y rico en historia como mal conservado. Construido con piedras de la zona y planta cuadrangular, es un ejemplo protot¨ªpico del rom¨¢nico. En las inmediaciones es donde en el mes de septiembre se celebran las fiestas de Petracos, cuando el pueblo peregrina hacia la ermita, reuni¨¦ndose alrededor de paellas y actividades l¨²dicas.
A solo dos minutos m¨¢s de ruta nos encontraremos con un cartel: ¡°Pla de Petracos, Patrimoni de la Humanitat¡±. Dejamos el coche en un peque?o apeadero y subimos los cinco minutos de senda ascendente de tierra y piedras hacia las pinturas. Hemos llegado a aquellos refugios, especie de escarbados de gigante sobre las rocas, declarados patrimonio mundial por la Unesco en 1998. A diferencia de c¨®mo se visitan otros yacimientos rupestres, nos situamos en un mirador dispuesto a unos 15 o 20 metros a cielo abierto, donde las autoridades han colocado un vallado que permite la observaci¨®n. En Petracos el arte es de un tama?o lo suficientemente grande como para apreciarlo desde esa distancia; de todos modos se recomienda llevar prism¨¢ticos y no hacer la visita en horas de sol directo en las rocas.
En esos llamados abrigos que permitieron la conservaci¨®n en el tiempo, y en la cueva contigua donde se cree que se refugiaban los pintores de las mismas, y a la cual se puede entrar, contemplamos un arte ¨²nico en el mundo encarnado en ocho paneles. Se trata del arte macroesquem¨¢tico, definido as¨ª por su gran tama?o (macro) y porque representa esquemas acerca del esp¨ªritu religioso que movilizaba a sus autores. Las formas, de 8.000 a?os de antig¨¹edad y descubiertas en 1980 por miembros del Centre d¡¯Estudis Contestans, se divisan desde la pasarela natural de tierra como una serie de cuadros pintados sobre una pared vertical de calizas o retablos, que nos relatan¡ La mejor manera de saber lo que nos relatan y responder a las preguntas que aquellas figuras misteriosas nos sugieren es subirse al coche de nuevo, recorrer los cuatro kil¨®metros hasta Castell de Castells y visitar el Museo Etnol¨®gico y de Arte Macroesquem¨¢tico. All¨¢ vamos entonces. Merece la pena.
Or¨¢culo y descanso
El peque?o pueblo de Castells, de menos de 500 habitantes, esconde este museo doble que sirve de or¨¢culo y de descanso. Doble porque tenemos la posibilidad de visitar primero el Museo Etnol¨®gico, donde a trav¨¦s de una construcci¨®n antigua, conservada en ¨®ptimas condiciones, nos adentramos en el siglo XX de una casa rural espa?ola. Adem¨¢s de los elementos t¨ªpicos para la supervivencia diaria, descubrimos una habitaci¨®n disimulada para esconder a v¨ªctimas de la Guerra Civil. Tras esto, cruzando la antesala del mismo edificio, conoceremos los secretos del arte macroesquem¨¢tico.
La necesidad de protecci¨®n divina y las plegarias para siembras y cosechas exitosas convirtieron aquellas pinturas en la plasmaci¨®n de las s¨²plicas y el lugar de ceremonias de adoraci¨®n para aquellos hombres considerados los primeros agricultores llegados a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Entre las figuras de color rojo oscuro que se destacan sobre la oquedad del fondo de las cuevas encontramos una familia, la mujer y el toro, tallos agr¨ªcolas que muestran la importancia de los ciclos en la econom¨ªa de aquel momento prehist¨®rico, y la m¨¢s representativa y simb¨®lica, la del llamado Orante. Esta es, adem¨¢s, la de mayor tama?o (un metro) y representa a un hombre con los brazos levantados adorando el Sol y la cabeza envuelta en lo que se consideran rayos solares, lo cual invita a pensar en que idolatraban al astro rey. ¡°Sol, familia, cultivos, ganado: cuatro palabras que entonces ten¨ªan una significaci¨®n sagrada que les llev¨® a representarlas simb¨®licamente en un santuario rocoso¡±, tal como reza el folleto del museo.
Terminamos el recorrido frente a un audiovisual que nos muestra la vida, las necesidades y los sue?os de los hombres que nos han legado la maravilla atemporal de Pla de Petracos.
- Guillermo Roz es autor de la novela Les ruego que me odien (Musa a las 9)
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
- Desde Altea, por la carretera nacional N-332 se demorar¨¢ unos 45 minutos para recorrer por una ruta serpenteante, pero siempre en buen estado, los 40 kil¨®metros aproximados hasta el Pla de Petracos.
- MARQ, Museo Arqueol¨®gico de Alicante.
- Si se quisiera hacer una ruta con m¨¢s paradas, se recomienda el pueblo de Jal¨®n, donde degustar vinos de la tierra en las bodegas, o el pueblo de Parcent, donde poder comer en el restaurante L'Era, especializado en paellas a fuego de le?a, o picar algo en la terraza de La Cooperativa, con vistas a las sierras, parada habitual de ciclistas y lugare?os.
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