Sri Lanka, el regreso de la armon¨ªa
La antigua Ceil¨¢n atrae a los turistas con sus templos, budas y playas
Por fin puede ser visitada Jaffna, la capital tamil en el extremo norte de la isla. Ya figura en los circuitos tur¨ªsticos y resulta accesible sin dificultad despu¨¦s de cuarenta a?os, signo de que ha acabado la dualidad que afectaba al turismo de la vieja Ceil¨¢n, rebautizada Sri Lanka a partir de 1972. A lo largo de cuatro d¨¦cadas, el sosegado ambiente que envolv¨ªa a la vida en el centro y sur de la isla configuraba un espacio ideal para un turismo de plurales destinos, en abierto contraste con las noticias de la prensa que hablaban de brutales atentados. Por un tiempo incluso fue clausurado el acceso a los centros arqueol¨®gicos cercanos al conflicto.
Todo acab¨® con la victoria militar del Ej¨¦rcito sobre los tamiles en 2009. Volvi¨® la calma y con ella un rapid¨ªsimo crecimiento econ¨®mico, visible en la transformaci¨®n urban¨ªstica que experimenta hoy Colombo, la capital. Paralelamente tuvo lugar tambi¨¦n la subida en flecha de un turismo animado a partes iguales por los incentivos que proporcionan las antiguas capitales anteriores a la conquista brit¨¢nica de 1815, por la hermosura de un paisaje salpicado de parques naturales y por las playas abiertas al oc¨¦ano.
Solo que con el crecimiento del parque de veh¨ªculos y el desarrollo urbano, sin otro cambio que un mejor asfaltado, la situaci¨®n se ha hecho dif¨ªcil. Algo de sobra conocido en otros lugares asi¨¢ticos, aun sin llegar al atasco total de Bali. Cada camino es una jungla con frenazos, tuktuks, camiones de frente y continuos zigzags. Menos mal que los cingaleses, temerarios al conducir, son tambi¨¦n tolerantes y nadie piensa en favorecer un choque ni se enfada.
Una majestuosa escalera
Los grandes centros arqueol¨®gicos se agrupan en el interior, al norte de la capital hist¨®rica, Kandy. En ese espacio, varias localidades se alternaron en la capitalidad. Cuando lograron una posici¨®n estable, sustentada en la irrigaci¨®n de la tierra ¨Clos tanks, dep¨®sitos artificiales de construcci¨®n real¨C, el dominio se consolid¨® por largo tiempo: Anuradhnapura, en el primer milenio; Polonaruwa, entre los siglos XIII y XIV. Cuando los reyes optan por encastillarse en baluartes defensivos, su dominio es ef¨ªmero, como en Yapahuwa (siglo XIII), o en Sigiriya (siglo V), si bien es cierto que tambi¨¦n alcanzaron all¨ª sus construcciones la m¨¢xima belleza.
Es el caso de la majestuosa escalera que constituye el ¨²nico resto de Yapahuwa, al borde del camino del Norte, entre Colombo y Anuradhnapura. Recibe pocos visitantes, aun cuando la escalera y su remate, con un par de leones de impronta jemer, sea un monumento ¨²nico en la isla. Al completar la subida, el viajero encuentra ante s¨ª un mar verde sin l¨ªmites. Hora y media m¨¢s tarde, al alcanzar la capital hist¨®rica de Anuradhnapura, el panorama cambia, se hace m¨¢s complejo con la sucesi¨®n de construcciones y el hormigueo de cientos de creyentes que van a recogerse ante el ¨¢rbol santo, el ¨¢rbol de boj, reto?o de aquel bajo el cual Buda recibiera la iluminaci¨®n. Las enormes estupas dan fe de la grandeza del poder que orden¨® su construcci¨®n, si bien son elementos singulares los que provocan una impresi¨®n comparable a la de Yapahuwa: las piedras lunares, losas semicirculares que hablan de la circularidad de la vida, y la serenidad de las estatuas de Buda en postura samadhi, de meditaci¨®n.
Polonnaruwa, la segunda capital
Un conjunto de grandes esculturas de Buda, con el caracter¨ªstico pliegue en la t¨²nica y la precisi¨®n puntillosa en los detalles, constituye el punto de llegada en la visita de la segunda capital, Polonnaruwa, en el Gal Vihara. Aqu¨ª una serie de ruinas bien conservadas dan forma a una aut¨¦ntica sinfon¨ªa de construcciones budistas y obras hidr¨¢ulicas. L¨¢stima que se hayan deteriorado las delicadas pinturas que ilustran el templo de Thivanka, con temas sobre el descenso de Buda a la tierra. Y siguen desprotegidas.
La culminaci¨®n del recorrido por las capitales hist¨®ricas es, sin duda, la trabajosa subida al roquedal de Sigiriya, la Roca del Le¨®n, que se alza de improviso sobre la llanura a doscientos metros de altura. Conviene emprender la tarea a primera hora, por no verse envuelto en masas de turistas. El rey-constructor decidi¨® conjugar su condici¨®n divina con una afirmaci¨®n de fuerza sin precedentes, reflejada en la estatua megal¨ªtica del le¨®n, de la cual quedan las garras, en la plataforma que precede a la subida hacia el recinto palacial, con alberca incluida. Todo ello se explica muy bien en el museo del sitio, que casi nadie frecuenta. A mitad de camino se encuentra la galer¨ªa de las bell¨ªsimas apsaras, que pudieron integrar una secuencia de im¨¢genes de mujeres divinas que anunciaban el ascenso hacia la residencia del rey, supervivientes sin duda respecto de otras hoy desaparecidas en estratos inferiores. Desde arriba, puede contemplarse el trazado de los jardines reales al pie de la roca, en una plasmaci¨®n perfecta de la armon¨ªa existente entre cielo y tierra, entre poder real y belleza.
Hay otros lugares de arte en Sri Lanka, pero conviene un descanso. Cerca de la pe?a se ofrecen paseos en elefante, poco atractivos al ir los proboscidios con la pata encadenada. Sigiriya no existe como pueblo. Es una carretera salpicada de hoteles que se multiplican a?o a a?o: uno excepcional, Jetwing. No lejos, en Habarana, oferta de elefantes. A sus puertas puede organizarse la visita al parque natural de Minneriya, particularmente atractivo entre los 22 con que cuenta el pa¨ªs, por contar con un tank, de antigua construcci¨®n real, que permite el mantenimiento de los recursos hidr¨¢ulicos cuando otros parques vecinos se ven afectados por la sequ¨ªa y entonces los elefantes vienen a ¨¦l. La visita es f¨¢cil, en cualquiera de los viejos todoterrenos que se ofrecen cerca de la entrada. Conviene acercarse al tank a las horas en que las manadas de elefantes van a abrevar, no siendo estos, por supuesto, los ¨²nicos pobladores.
A pocos kil¨®metros hacia el Oeste, al entrar en Dambulla, pasamos a otro ¨¢mbito cultural, el del reino de Kandy, que sobrevivi¨® al cerco europeo desde el siglo XVI hasta la ocupaci¨®n inglesa de 1815. Las cuevas decoradas de Dambulla fueron entonces un espacio de exaltaci¨®n del budismo, omnipresente, pilar de una monarqu¨ªa cuyas estatuas reales, y pinturas narrativas del llamado ¡°estilo de Kandy¡±, recuerdan el vigor del orden precolonial. Y como protagonista de ese orden, el elefante, para las procesiones, para el trabajo agrario, e incluso para las ejecuciones. El budismo en Kandy era poco pac¨ªfico y de ello es buen ejemplo, entre parada y parada en viveros de especias, el monasterio de Ahuvihara, con su c¨¢mara de horrorosos castigos para pecadores. La otra cara fue el preciosismo en el trabajo del marfil (peines, dagas) y el nivel est¨¦tico alcanzado en los templos que rodean Kandy: Delgadoruwa (pinturas estilo Kandy), Embekke (madera tallada) y Lankatilaka (pinturas y magn¨ªficos elefantes del templo).
En v¨ªsperas de la conquista inglesa, mediante el trabajo forzoso de sus s¨²bditos, el ¨²ltimo rey convirti¨® unos arrozales de Kandy en un hermoso lago artificial, para realzar la joya del reino, el Templo del Diente de Buda, centro religioso del pa¨ªs. Los visitantes prefieren, sin embargo, con raz¨®n, disfrutar del parque bot¨¢nico de Peradeniya, a seis largos kil¨®metros, el mejor legado de la dominaci¨®n inglesa.
Retorno a Colombo
Al sur de Kandy, a casi dos mil metros de altitud y entre plantaciones de t¨¦, se encuentra Nuwara Eliya, la capital de recreo brit¨¢nica, con su club exclusivo, su Parque Victoria y su hip¨®dromo. All¨ª mismo puede visitarse la factor¨ªa de t¨¦ Pedro, con la maquinaria del siglo XIX, y, cautelosamente, degustar los buenos restaurantes anglo-cingaleses. Aqu¨ª el camino puede dividirse hacia los grandes parques naturales y playas del Este y del Sur; hacia la ciudad holandesa de Galle, tambi¨¦n al Sur, o hacia el Oeste en direcci¨®n Colombo, por un paisaje grandioso.
Colombo est¨¢ en plena transformaci¨®n, y menos mal que, gracias al urbanismo brit¨¢nico, las grandes avenidas absorben como pueden el tr¨¢fico. En su parte vieja del Fuerte, en el World Trade Center, los curiosos pueden encontrar todo tipo de zafiros (y contrastar si los propios son buenos), y, ante todo, al sur de la Galle Road, comprobar la elegancia del dise?o srilanqu¨¦s, cuyo buque insignia es Barefoot. La ciudad respira gracias a otra creaci¨®n inglesa, el magn¨ªfico parque Vihara Maya Devi, con sus parejas de enamorados, y tambi¨¦n con sus museos. Entre ellos el renovado Museo Nacional, que ofrece una excelente sala de estatuaria budista e hind¨², el trono y la corona del ¨²ltimo rey de Kandy, y una serie de reproducciones pict¨®ricas de Sigiriya y Thivanka, las cuales permiten comprobar el deterioro sufrido por los originales en el ¨²ltimo siglo. ?Ah!, y Colombo es un buen lugar para ir de tiendas. Hasta cabe encontrar en la gran House of Fashions vestidos de Zara rebajados.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Complutense de Madrid.
{ "active": true, "code": "293962", "elementType": "offerExtension", "id": 22, "name": "COLOMBO", "service": "tripadvisor" }
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.