Tomar, nostalgia de los templarios
Viaje a Portugal para descubrir el convento de Cristo, levantado en el siglo XII por el caballero-monje Gualdim Pais. Los misterios novelescos de ¡®El nombre de la rosa¡¯ toman forma en un gran enclave del arte manuelino
Ha ca¨ªdo la noche. Los monjes caminan con antorchas por el convento. Forman c¨ªrculo ante la cruz de los templarios mientras suenan f¨²nebres cantos gregorianos. Varios religiosos han aparecido muertos, uno de ellos en el mismo refectorio mientras la ignorante plebe com¨ªa higos con vino. Han pasado cinco horas y siete asesinatos entre las viejas paredes de la m¨¢s ambiciosa construcci¨®n de los Caballeros de Cristo y a¨²n no se ha descubierto al pecador.
Cada a?o, el grupo teatral Fatias de C¨¢ recrea la novela El nombre de la rosa en este monumento, testigo de muchas historias y a¨²n m¨¢s leyendas de las que imaginara Umberto Eco: el castillo y convento de Cristo de la ciudad portuguesa de Tomar.
El p¨²blico sigue a los actores-monjes en una performance mitad teatro, mitad gira tur¨ªstica; van de claustro en claustro, de capilla en capilla; descansan en el refectorio y se asoman al coro, atravesando cinco siglos de arquitecturas, del rom¨¢nico al Renacimiento, pasando por el g¨®tico aut¨®ctono, al que dio nombre el rey Manuel: el manuelino. Pero este enclave de Tomar, patrimonio mundial desde 1983, guarda tambi¨¦n la leyenda de los Caballeros Templarios, que mantuvieron su poder en Portugal mientras eran exterminados en otras tierras.
Desde abajo, la fortaleza parece una de tantas. Fue encargada en 1160 al guerrero templario Gualdim Pais para frenar la invasi¨®n musulmana, lo que consigui¨®. Despu¨¦s, los monjes-guerreros se dispusieron a erigir la Charola (hacia 1250), una iglesia dentro de otra; una poderosa estructura rom¨¢nica por fuera, y por dentro una planta octogonal con el referente del Santo Sepulcro de Jerusal¨¦n, sede de los templarios. Ocho arcos estrechos, pero suficientemente altos como para que los caballeros pudieran entrar y salir sin descabalgar.
Los monjes-actores y el p¨²blico entran en la Charola, que hoy poco tiene que ver con la inicial, pues los sucesivos maestros de la orden fueron dejando su huella. A principios del siglo XIV, el rey portugu¨¦s Dinis acat¨® la orden papal de perseguir a los templarios: les cambi¨® de nombre, de la Orden de Caballeros de Cristo a Orden de Cristo, con el mismo h¨¢bito y cruz, y respetando sus bienes. Ya gran maestre de la orden, Henrique el Navegante se instal¨® una d¨¦cada en el convento para organizar los grandes viajes a las Indias. Tomar fue la capital espiritual de los Caballeros de Cristo y el faro del nuevo mundo.
Misteriosas se?ales
Henrique a?adi¨® ¨®rgano y coro a la Charola, y otro claustro (1420); despu¨¦s el rey Manuel (que rein¨® de 1495 a 1521) recarg¨® la capilla de colores y oro, y de tablas policromadas que, gracias a una reciente restauraci¨®n, se pueden contemplar en perfecto estado, al igual que misteriosas se?ales templarias. Hay que salir a uno de los siete claustros del convento para apreciar la ventana del coro, un exhibicionismo de arte sobre piedra, con filigranas en forma de cuerdas, serpientes, ecl¨¦cticos cinturones con sus agujeros, cruces, flores, s¨ªmbolos marinos que exaltan la ¨¦poca de los descubrimientos, mezclados con la corteza retorcida del roble, el ¨¢rbol de la vida de las Sagradas Escrituras. Aunque solo sea una ventana ¡ªtallada entre 1510 y 1513¡ª, le hace la competencia al monasterio de los Jer¨®nimos como obra cumbre del arte manuelino. De este alarde est¨¦tico se salta, de claustro en claustro, a la ¨¦poca renacentista, ya bajo el reinado de Juan III, que aplic¨® al convento la estricta clausura; a ¨¦l se debe el intento de tapiar la maravillosa ventana manuelina, m¨¢s por odio hacia su padre, Manuel (le hab¨ªa quitado la novia), que por rigores de la imperante Inquisici¨®n.
Con tan gran fortaleza arriba, abajo la ciudad, de unos 43.000 habitantes, vive tranquila. La figura de su fundador, el templario Gualdim Pais, se erige en la plaza principal con la iglesia de San Juan Bautista por frente. El comercio tira de la historia, con hoteles templarios y tiendas templarias.
Cruzando el r¨ªo Nab?o se llega a la iglesia de Santa Mar¨ªa del Olival, levantada por Pais cuando volvi¨® de las cruzadas con todos sus miembros enteros, cuyos restos descansan aqu¨ª. Al entrar, extra?amente, hay que bajar una escalera de ocho pelda?os, el n¨²mero m¨¢gico de los templarios; ocho son tambi¨¦n las columnas que sostienen la nave central; muchos simbolismos y misterios, como el t¨²nel que se esconde, dicen, bajo la torre achaparrada de la iglesia y escala hasta las murallas del convento de Cristo, donde, despu¨¦s de cinco horas de representaci¨®n, el grupo teatral ya habr¨¢ descubierto al monje asesino de El nombre de la rosa. Pero a la ciudad templaria de Tomar a¨²n le quedan muchos misterios por resolver.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
Dormir
Comer
Informaci¨®n
? Tomar est¨¢ a 135 kil¨®metros de Lisboa y a 200 de Badajoz. Se puede ir en tren y autob¨²s.
??Hotel dos Templ¨¢rios (www.hoteldostemplarios.com). En Tomar. La habitaci¨®n doble, desde 79 euros.
??Hotel dos Cavaleiros (www.hoteldoscavaleiros.com). En Torres Novas. Desde 40 euros.
??Chico El¨ªas. Rua Principal, 70. A las afueras de Tomar, con su t¨ªpico conejo cocinado en calabaza. Unos 25 euros por persona.
??Casa das Ratas. Joaquim Jacinto, 6; en Tomar. La tasca m¨¢s antigua del pueblo. Unos 15 euros.
??Oficina de turismo de Tomar (www.tomarportugal.pt).
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